Cuando se trata de hablar del mundo farmacéutico, es frecuente que surjan posiciones encontradas: de un lado se encuentran quienes defienden que los medicamentos pueden resultar, en ocasiones, demasiado caros, demasiado inaccesibles... y hay quienes consideran que las farmacéuticas solo piensan en hacer dinero y no en salvar vidas. De otro, la balanza se inclina a favor de un sector que desembolsa grandes sumas de dinero en proyectos de investigación que nos permiten mejorar nuestro bienestar social y salvar vidas, asumiendo a veces importantes pérdidas en el camino. En realidad, es probable que las cosas no sean blancas o negras, y la mejor forma de arrojar luz en este debate es analizar las cifras. ¿Cuánto cuesta desarrollar un fármaco? ¿Por qué cuesta tanto? ¿Es realmente tan rentable?
Según un informe presentado el pasado 2020 por la consultora internacional Deloitte (bajo el nombre 'Ten years on: Measuring the return from pharmaceutical innovation 2019', actualmente el retorno de la inversión en I+D de nuevos medicamentos para los laboratorios farmacéuticos se sitúa en apenas un 1,8 por ciento, el registro histórico más bajo de la última década. El informe, en el que se evalúa el rendimiento de la innovación en el sector biofarmacéutico a partir de la evolución de la cartera de medicamentos en sus últimas fases de I+D de un grupo de doce compañías farmacéuticas líderes de todo el mundo, añade que esta rentabilidad acumula un descenso de 8,3 puntos porcentuales desde 2010.
A ello se suma el hecho de que las ventas máximas por nuevo medicamento que llega hasta el mercado han bajado hasta un 54 por ciento a lo largo de la última década, pasando de los 816 millones de dólares en 2010 a los 376 millones en 2019. Del mismo modo, el coste medio de desarrollar y comercializar un nuevo medicamento ha aumentado cerca de un 70 por ciento desde 2010, llegando hasta los 1.981 millones de dólares. Esta cifra se traduce en un encarecimiento de 800 millones de dólares por fármaco desde el lanzamiento del primer informe.
Entre los motivos, según la consultora, se encuentran "diferentes factores, entre ellos, la mayor sofisticación de los nuevos fármacos, el progresivo incremento de medicamentos biológicos con complejo proceso de I+D y producción particular, así como la mayor exigencia regulatoria que deriva en un incremento de los plazos y costes de la investigación", en palabras de Jorge Bagán, socio responsable de la Industria de Life Science and Healthcare de Deloitte.
Pedro Luis Sánchez, director del Departamento de Estudios de Farmaindustria, añadió en la presentación de este informe que "actualmente existen 7.000 fármacos en investigación, pero la probabilidad de que un fármaco que está en la primera fase clínica de investigación llegue a comercializarse es solo del 9,6 por ciento". "En 2010 esta cifra era del 12 por ciento, lo que demuestra las dificultades que afronta la industria durante todo el proceso de investigación y desarrollo de los medicamentos".
Otro factor clave es la mayor precisión a la hora de producir un fármaco: muchos de los productos que se comercializan hoy ya no se dirigen a grandes masas de población, sino que son de nicho y van a pocos pacientes. Esto significa que los laboratorios tienen que afinar mucho más la eficiencia de su I+D y, por este motivo, su posibilidad de fracasar aumenta.
A todo ello se suma una mayor competencia entre farmacéuticas. "Muchos de estos medicamentos que están en investigación se dirigen a las mismas patologías y a los mismos pacientes, es decir, son sustitutivos, por lo que muchos de estos fármacos que salen o saldrán al mercado perderán dinero".
Lo cierto es que el proceso que comienza con el desarrollo de un producto farmacéutico hasta su comercialización es largo, complejo y cargado de posibles incidencias. La crisis provocada por el coronavirus ha llevado a miles de personas a interesarse sobre la necesidad de encontrar tratamientos y vacunas eficaces, así como por el proceso de desarrollo de este tipo de fármacos, y la realidad es que no hay un camino único, ya que éste dependerá mucho del tipo de fármaco, del país o países en que se produzca y comercialice, de los métodos utilizados... Los datos no mienten: de cada 10.000 moléculas que se estudian, tan solo una llega finalmente al mercado, y el tiempo desde que se comienza a investigar una molécula hasta que se comercializa como medicamento oscila entre 10 y 15 años.
Un último escollo añadido es el de la protección: las patentes, según defiende este sector, son básicas para cualquier negocio farmacéutico, y no es raro que surjan problemas en este sentido, dado que es relativamente sencillo copiar un medicamento en el que se han invertido años de trabajo y millones de euros. La industria defiende que se trata de una herramienta creada precisamente para proteger las grandes inversiones que se llevan a cabo: violar una patente puede causar grandes pérdidas para quien lo sufre y grandes beneficios para quien infrinja la ley, ya que podrá vender un medicamento muy similar a un precio muy inferior.