Si hay algo que nos preocupa a los millennials es el sueño o, mejor dicho, la falta de él. No falla, te vas a dormir a las once de la noche porque tu cuerpo está hecho polvo, pero tu cerebro quiere fiesta. Como no consigues pegar ojo, cometes el gran error: encender el móvil. Al final consigues conciliar el sueño a las dos de la mañana y con suerte descansas 6 horas.
En realidad, todos sabemos que dormir es importante. Nos lo han repetido hasta la saciedad desde que somos pequeños. “Hoy a la cama pronto, que tienes que dormir 8 horas”, decían nuestros padres mientras nosotros jugábamos a la Nintendo o leíamos hasta quedarnos dormidos. Al fin y al cabo, la creencia de que necesitamos 8 horas para descansar por la noche es muy popular. pero, ¿hasta qué punto es cierta?
Para responder a esta pregunta primero debemos aprender ciertos datos sobre el sueño, un proceso biológico tan fascinante como inevitable.
Históricamente se pensaba que el sueño era un proceso pasivo. En otras palabras, que tú te ibas a la cama y tu cerebro se apagaba. Con los avances científicos se demostró que esto era falso y que el cerebro seguía consumiendo glucosa, es decir, trabajaba al máximo, aunque estuviésemos dormidos.
Concretamente, las personas atravesamos cuatro fases mientras dormimos siendo las más importantes las siguientes:
La privación del sueño depende mucho de la fase que se reduzca, tal y como señala Neil Carlson en su libro «Fisiología de la conducta».
Si no hay sueño de ondas lentas podemos morir, algo que les sucede a las personas con insomnio familiar letal, una rara enfermedad genética que disminuye las fases de ondas lentas.
Esto se debe a que el sueño de ondas lentas tiene un efecto regenerador en el cerebro, disminuyendo la temperatura de aquellas áreas que se han activado más durante el día.
En cambio, la privación de sueño REM no te mata, pero sí puede provocar consecuencias no muy agradables:
El sueño REM, por lo tanto, se relaciona con el aprendizaje y el desarrollo cerebral, siendo fundamental durante la infancia y la adolescencia.
Como vaticinábamos antes, un niño de cinco años no necesita dormir la misma cantidad de horas que un adulto de veinticinco.
Con la edad, las horas necesarias para descansar se van reduciendo y también cambia mucho la estructura del sueño, ya que la cantidad de sueño REM se va acortando a medida que envejecemos.
Para amanecer sin esa desagradable sensación de somnolencia, lo ideal es despertarte durante la fase REM. La gran pregunta es cómo conseguirlo.
En realidad es muy fácil, ya que nuestro sueño se organiza en ciclos de 90 minutos. Esto no es casualidad, sino que se debe a las fases del sueño que acabamos de ver.
Imagínate que te quedas dormido. Tu cerebro atravesará las fases 1 y 2 (que ya no aparecerán más el resto de la noche), y llegará a la fase de ondas lentas, en el que permanecerá 60 minutos. Después pasará a la fase REM, que durará 30 minutos. Luego volverá a la fase de ondas lentas y así sucesivamente hasta que te despiertes.
Por lo tanto, para poder despertarnos alerta, debemos primero calcular cuantas horas vamos a dormir:
A este total de horas, réstale entre 10 y 20 minutos. Así romperás el ciclo justo en plena fase REM, despertándote totalmente descansado.