Es la conversación de ascensor del día: el ministro Alberto Garzón quiere que comamos menos carne, por nuestra salud y por la del planeta. Pero, ¿cuánta recomiendan consumir los expertos?
Hay dos tipos de carnes que, según estudios recientes, pueden aumentar las probabilidades de sufrir algunos tipos de cáncer: la carne procesada y la carne roja. La primera es aquella que “se ha transformado mediante salazón, curado, fermentación, ahumado u otros procesos para realzar el sabor o mejorar la conservación”, lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS). La segunda, es carne de músculo de mamífero sin procesar, como carne de res, ternera, cerdo, cordero, cordero, caballo y cabra.
Un grupo de 22 expertos de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) de la OMS evaluaron más de 800 estudios y publicaron sus resultados en la prestigiosa revista 'The Lancet' en 2015, con las siguientes conclusiones: durante el curado o el ahumado de la carne pueden formarse "sustancias químicas potencialmente cancerígenas como los compuestos N-nitrosos (NOC) y los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH)".
Esto no quiere decir que debamos dejar de comer por completo. “Los estudios han demostrado que cuanto mayor es la ingesta de carne procesada, mayor es el riesgo de cáncer colorrectal y otras enfermedades crónicas. Lo ideal sería pensar en la carne roja como en la langosta, comiéndola para una ocasión especial si nos gusta”, opina Kana Wu, miembro del Grupo de trabajo de monografías de la IARC, en una entrevista.
Una reducción de su ingesta, además reduciría el impacto medioambiental del sector, como vienen informando instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El ganado es responsable del 14% de las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático y amenazan nuestro planeta.