El coronavirus sigue propagándose en España, donde deja ya más de 102.000 contagios y más de 9.100 muertos, mientras Sanidad multiplica los esfuerzos por intentar dotar a un sistema sanitario colapsado de los recursos y el material suficiente para que puedan combatir la alta contagiosidad de un virus que mantiene al país sumido en unas cifras sumamente dramáticas. Con las UCI al límite, como en la Comunidad de Madrid o Cataluña, donde incluso la Generalitat ha recomendado en un polémico documento dejar los respiradores para pacientes menores de 80 años, los sanitarios insisten en reclamar ayuda para contar con el material mínimo indispensable.
Este miércoles, Sanidad ha anunciado que se han repartido 15,5 millones de mascarillas entre todas las comunidades autónomas, al tiempo en que Illa anunciaba ayer que también este miércoles se iniciaba el reparto de un total de siete millones de equipos de protección. Al mismo tiempo, informó Illa, se han adquirido 1.900 respiradores. Son esenciales para aquellos pacientes que, en estado más grave, precisan respiración asistida para sobrevivir. No son suficientes, y no es la única asignatura pendiente, porque Sanidad no termina de acertar con los test rápidos. Así lo recoge un informe de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), que sostiene que “hasta la actualidad las pruebas que se han realizado en España con estos kits de detección” presentan “una sensibilidad inferior a un 50%”, es decir, significativamente por debajo de lo que se considera como una sensibilidad aceptable, que es aquella en la que los valores superan el 70%.
En un mercado en el que ahora mismo reina la escasez de material sanitario, ante una demanda desorbitada en la que todos los países pujan por lo mismo en el marco de unos precios que se han cuatriplicado, conseguir recursos médicos se ha convertido en una auténtica batalla en la que, incluso, como ha revelado un agente del Mosad de Israel, están implicados los servicios de inteligencia. En esa lucha, además, tal como refiere el informe se da la circunstancia de que hay un “elevado número de kits para detectar antígenos o anticuerpos” que provoca que “exista una elevada variabilidad en cuanto a indicadores de sensibilidad, especificidad, valor predictivo positivo y negativo”. Por eso, señala el SEIMC, “la primera premisa sería no comprar un kit de detección sin antes evaluarlo y probarlo en una población que represente aquella en la que se va a utilizar en la vida real”.
El pasado 27 de marzo el ministro de Sanidad, Salvador Illa, hubo de lamentar que el primer gran lote de test rápidos comprados a China resultó fallido. Procedían de China, fueron comprados a través de un distribuidor español y, tal como argumentó, contaban con un una homologación europea. Sin embargo, no se validaron previamente, lo que provocó que inmediatamente España se viese obligada a devolverlos. Fueron más de 58.000 los test rápidos que se entregaron y, pese a las nuevas inversiones, los expertos apuntan a que aún terminan por no ser suficientemente fiables.