Un estudio ha señalado la necesidad de monitorizar a las embarazadas que tengan COVID-19 ya que tras analizar la placenta de 16 de ellas, encontraron que sufría daños. Concretamente, observaron un flujo sanguíneo anormal entre las madres y los fetos en el útero.
El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Northwestern, en Illinois, y publicado el 22 de mayo en la revista American Journal of Clinical Pathology. Aunque la muestra es de 16 mujeres, es el estudio más grande que se ha hecho hasta ahora al respecto.
De las 16 mujeres, cuatro ingresaron con síntomas parecidos a los de la gripe entre tres y cinco semanas antes del parto y dieron positivo para el virus. El resto dieron positivo cuando dieron a luz. Cinco de ellas, nunca desarrollaron síntomas, y las otras fueron sintomáticas en el momento del parto.
Quince pacientes dieron a luz a bebés vivos en el tercer trimestre (solo uno de ellos fue prematuro), sin embargo, una paciente tuvo un aborto espontáneo en el segundo trimestre. "Esa paciente era asintomática, por lo que no sabemos si el virus causó el aborto espontáneo o no", revela Goldstein. "Somos conscientes de otros cuatro casos de aborto espontáneo con COVID. Las otras pacientes se sabe que tenían síntomas y tres de cuatro tenían inflamación severa en la placenta.
"La mayoría de estos bebés nacieron a término después de embarazos normales, por lo que no esperaría encontrar nada malo con las placentas, pero este virus parece estar provocando alguna lesión en la placenta", señala el autor principal del estudio, Jeffrey Goldstein, profesor asistente de patología en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern y patólogo de Medicina del noroeste, a 'Northwestern'.
"No parece estar causando resultados negativos en los bebés nacidos vivos, según nuestros datos limitados, pero valida la idea de que las mujeres con COVID-19 deben ser monitoreadas con mayor frecuencia", añade.
Esta monitorización podría darse en forma de pruebas sin estrés, que examinan si la placenta está administrando oxígeno o ecografías, que miden si el bebé está creciendo a un ritmo saludable, según detalla la coautora del estudio Emily Miller, asistente, profesora de Obstetricia y Ginecología en Feinberg y obstetra de Medicina del noroeste.
“No quiero sacar conclusiones radicales de un pequeño estudio, pero esta visión preliminar de cómo el COVID-19 podría causar cambios en la placenta conlleva algunas implicaciones bastante importantes para la salud de un embarazo. Debemos discutir si debemos cambiar la forma en que controlamos a las mujeres embarazadas en este momento”, puntualiza.
"La placenta actúa como un ventilador para el feto, y si se daña, puede haber resultados terribles", explica. "En este estudio muy limitado, estos hallazgos proporcionan algunas señales de que el ventilador podría no funcionar tan bien durante el tiempo que quisiéramos si la madre da positivo para el SARS-CoV2".
Las placentas en estos pacientes tenían dos anormalidades comunes: flujo sanguíneo insuficiente de la madre al feto con vasos sanguíneos anormales llamados malperfusión vascular materna (MVM) y coágulos sanguíneos en la placenta, llamados trombos intervellosos.
En casos normales de MVM, la presión arterial de la madre es más alta de lo normal. Esta condición generalmente se observa en mujeres con preeclampsia o hipertensión. Curiosamente, solo uno de los 15 pacientes en este estudio tenía preeclampsia o hipertensión.
"Hay un consenso emergente de que hay problemas con la coagulación y la lesión de los vasos sanguíneos en pacientes con COVID-19", afirma Goldstein. "Nuestro hallazgo respalda que podría haber algo de formación de coágulos sobre el coronavirus, y que está sucediendo en la placenta".