Los meses de confinamiento fomentaron que los niños españoles se engancharan a las pantallas de móviles, tabletas y televisión más de lo que ya lo estaban antes. Hasta ese momento se estimaba que los más pequeños pasaban unas tres horas diarias enganchados a todo tipo de pantallas, pero durante el encierro aumentaron su consumo de televisión hasta un 70%, y el uso de móviles, tabletas y consolas subió un 80%, tal y como recoge el último Boletín de información sobre el audiovisual en Cataluña (BIAC), de Kantar Media.
Esas herramientas no eran solo el principal recurso de entretenimiento y distracción, sino que también se convirtieron en el principal medio educativo con el que conectarse a las clases online para seguir aprendiendo. El resultado fue que muchos niños –y adultos– pasaban casi todo el día enganchados, con unos u otros fines, a una pantalla.
Son muchas las voces y los informes que alertan sobre este uso abusivo de los dispositivos digitales, en especial en el caso de los niños y adolescentes, puesto que una exposición excesiva a estas tecnologías puede generar malestar, irritabilidad y aislamiento. Además, a largo plazo, la actividad sedentaria puede alterar las horas de sueño y puede provocar problemas de sobrepeso u obesidad.
Psicólogos y educadores coinciden en que el inicio de curso escolar, el momento en que se retoman rutinas y se organizan horarios en casa, es un momento ideal para emprender el proceso de desenganche de las pantallas, para acotar las horas y reglas de uso de las pantallas en cada familia y establecer unas normas claras para todos.
Los expertos recomiendan limitar el tiempo dedicado a las pantallas en función de la edad. Por norma general, se recomienda que los menores de dos años no usen las pantallas, ni mucho ni poco, mejor nada para que no condicionen el funcionamiento de su cerebro y sus conductas a largo plazo. Otras voces insisten en que de tres a cinco años el uso nunca debe exceder de 30 minutos diarios. De seis a doce años, se aconseja usarlas una hora al día como mucho. Y de trece a dieciséis años, el límite es de dos horas diarias. Aquí ofrecemos cinco consejos para hacer que los niños desconecten en al medida de lo posible de las pantallas.
El primer paso para regular el uso de las pantallas en menores es establecer normas claras. Hay que mantener una conversación sincera para explicarles qué se puede (y qué no se puede) hacer con el móvil, cuánto tiempo se le puede dedicar y en qué momentos hay que reducir su uso. Cuánto es mucho o cuánto es poco depende del efecto que tenga en la vida personal. Hay que vigilar si el uso de estos dispositivos cambia el comportamiento del niño o si las actividades que realizan les crean una cierta adicción.
No hay normas de oro para el uso de los móviles y, por tanto, como cada niño y cada familia son diferentes, las condiciones se pueden pactar. De ahí la importancia de negociar el tiempo de uso. Si un niño se porta bien y tiene buen rendimiento escolar, se le puede premiar dejándole el móvil un rato más. Pero si vemos que el uso de estas herramientas genera un problema, es importante restringir su uso. El tiempo pactado también puede variar en función de las circunstancias. En periodos de exámenes, por ejemplo, habrá casos en los que será necesario reducir el uso de estas herramientas. A la hora de negociar, mejor abordarlo como padres, no como amigos o colegas.
Los límites sobre el uso del móvil pueden resultar más llevaderos si, a cambio, se ofrece una alternativa. Las actividades al aire libre, por ejemplo, resultan claves para el desarrollo de los más pequeños. Y en ellas no hace falta depender de ningún elemento tecnológico. Las alternativas al móvil pasan por actividades recreativas de todo tipo: desde jugar al aire libre hasta hacer deporte, pintar, hacer manualidades, leer un cuento o pasar un rato en familia.
De nada sirven los consejos sobre el buen uso del móvil si los niños ven que sus padres hacen justamente lo contrario. Antes de predicar, pues, es mejor intentar dar ejemplo. Y es que el uso excesivo de las pantallas también perjudica (y mucho) a los adultos. De hecho, se estima que los adultos miran el móvil cada diez minutos. Y los menores de 25 años, cada siete.
Los móviles, tabletas y portátiles que utilizan los niños deben estar siempre bajo supervisión, de modo que los expertos recomiendan que no haya contraseñas en estos dispositivos. Y también que no los utilicen a puerta cerrada, sino en espacios comunes. Es más importante la seguridad de los niños que su privacidad. Por eso es fundamental que estemos pendientes de cómo utilizan el móvil y de qué hacen con él. Para ello pueden ser útiles aplicaciones diseñadas para el control parental de estos dispositivos.