Fabio tiene 25 años y una preocupación: le cuesta entender por qué es capaz de abrazar, decir piropos y, en definitiva, ser cariñoso con sus amistades, pero con sus padres tiene una relación mucho más fría. El joven riojano comparte con nosotros que quiere mucho a sus padres, “pero no me sale ir y darles un abrazo”. Algo que, como él mismo reconoce, le ha afectado en algún momento difícil de su vida. “Hay veces que sí me hubiera gustado alguna muestra de cariño, tanto darla como recibirla”. Por ejemplo, “cuando despidieron a mi padre del trabajo en 2020 lo pasó muy mal y yo le quería apoyar, pero creo que me faltó ser más cariñoso de alguna manera”, explica. “Me cuesta decirles que les quiero y pienso que es algo que hay que decir, no darlo por supuesto”.
Lo que le ocurre a Fabio es mucho más habitual de lo que pensamos y es que nuestra forma de exteriorizar el afecto puede cambiar mucho dependiendo del contexto y, sobre todo, de la persona.
Para entender por qué somos más cariñosos en otras relaciones diferentes a la familia primero debemos conocer los tipos de afecto, es decir, las diferentes formas de expresar nuestro amor y cariño a la gente que nos rodea:
Cada relación está caracterizada por un tipo de afecto. Es posible que con tu pareja predomine el contacto físico, pero que a la hora de demostrar tu cariño a un compañero de trabajo a quien admiras no le des un beso o un abrazo. Te sientes más cómo dedicándole unas palabras de admiración o incluso un pequeño detalle material o favor.
En el caso de la familia ocurre lo mismo. Tendemos a mostrar nuestro cariño de una forma más invisible, pero igual de importante: preguntándoles todos los días qué tal por WhatsApp (lenguaje), con una pequeña palmada en el hombro en los malos momentos (contacto físico), comprándoles un pequeño detalle cuando vas de vacaciones (objetos materiales), yendo a verles los fines de semana (tiempo de calidad) o ayudándoles a comprar algo a través de internet porque no saben (servicios).
Influye también la confianza, y es que nuestros padres nos han visto en nuestros peores momentos. En una familia sana también hay malas contestaciones, discusiones, lágrimas y reproches, y cuando estas experiencias se resuelven, desarrollamos una confianza única. De alguna manera sabemos que nuestros padres nos quieren (y que ellos saben que nosotros les queremos), así que olvidamos recordarlo con palabras y conductas.
A la hora de reflexionar sobre la relación con tus padres intenta definir cuál es el tipo de afecto que predomina en vuestra familia. Después hazte las siguientes preguntas:
Como vemos, influyen tres aspectos: que quieras cambiar, que ese cambio te haga sentir a gusto contigo mismo y que tengas las herramientas para cambiar.
El siguiente paso es comenzar a expresar tu cariño de maneras más diversas. ¿Cómo?