Si en el amor no hay reglas inamovibles, en el desamor todavía menos. Es difícil gestionar una ruptura, sobre todo cuando el desencadenante han sido terceras personas o, todavía peor, que la llama se ha acabado, pero todavía es más difícil decidir si lo que tanto dolor nos ha provocado puede quedar en el olvido. En otras palabras, ¿funcionan las segundas oportunidades?
La respuesta corta es “sí”. Miles de parejas lo certifican. A veces por infidelidades, a veces por la distancia o a veces por problemas aparentemente irresolubles, fueron muchas las relaciones que parecieron tocar fondo y luego resurgieron de sus cenizas. Pero una cosa está clara y es que esto no es fácil. Superar los problemas que han llevado a una ruptura es una tarea que requiere paciencia, tiempo y mucha comunicación.
Personifiquemos por un segundo el concepto de “relación”. Imagina que esa relación moribunda es en realidad una persona completamente rota psicológicamente hablando. Piensa que no vale nada, no tiene fuerzas ni para levantarse de la cama, ha perdido el apetito, está todo el día enfadada, no tiene claro ni siquiera lo que quiere… Está en un agujero negro del que no ve salida. ¿Le dirías que no hay solución? Por supuesto que no.
Igual que las personas podemos superar rachas malas, las relaciones también, pero es muy complicado porque implica coordinación entre dos partes. Hace falta:
A veces esto es posible con mucho esfuerzo, pero en ocasiones es necesaria ayuda externa mediante terapia de pareja.
¿Hay excepciones? Sí, aquellas relaciones en las que hay pautas de maltrato físico o psicológico. En esos casos lo ideal es poner distancia y que la parte maltratadora reciba tratamiento psicológico para no perpetuar esa conducta, y que la parte maltratada pida ayuda si tiene secuelas.
Si no tienes claro eso de volver con tu pareja, evita las prisas. Es una decisión muy importante. Tómate tu tiempo para estar seguro de tu decisión.
Durante esta pequeña ‘jornada de reflexión’ puedes hacerte cinco preguntas para conocer mejor lo que tú quieres y necesitas y, sobre todo, para averiguar si tu pareja te lo puede dar:
1. Si en 5 años mi pareja sigue siendo igual, ¿seré feliz?
Las personas evolucionamos y es muy difícil que tu “yo” dentro de cinco años sea idéntico al de ahora. Esto mismo es aplicable a tu pareja. Aun así, imagina que pasa el tiempo y sigue actuando de forma idéntica. Sus actitudes, su forma de actuar, sus ambiciones… Todo permanece exactamente igual. ¿Te seguiría atrayendo? ¿Te seguiría gustando? ¿Estarías con él o con ella por amor o por conformismo?
2. ¿Soy consciente de mi responsabilidad en los fallos de la relación? ¿Y mi pareja?
Por norma general, el declive de una relación no es responsabilidad de uno de los miembros de la pareja en exclusiva. Ambas partes suelen tensar la cuerda (cada uno con una fuerza distinta) hasta que cede y se rompe. Es el momento de reflexionar sobre todas las dinámicas tóxicas que tu pareja ha perpetuado y aquellas en las que tú has estado más implicado. Es tan importante dejar de pasar por alto los errores de tu pareja como hacer autocrítica y reconocer los tuyos.
3. ¿Mi pareja sabe qué cosas me hacen daño de su comportamiento?
Habéis discutido más de cien veces, lo sé. Pero, ¿en algún momento habéis hablado con sinceridad sobre las cosas que os hacen daño? Sin eufemismos, sin disfrazar tus inseguridades para evitar decir las cosas tal y como son.
Para que una relación funcione (y para que vuelva a funcionar tras una ruptura) es muy importante que haya una comunicación totalmente honesta. Pero ojo, una cosa es ser sincero y otra dejarte la empatía fuera de casa. Di lo que sientes, pero con tacto y cariño.
4. En el hipotético caso de que le dé una segunda oportunidad, ¿qué quiero que cambie?
A veces es útil hacer una lista. No es cuestión de imitar a Ross Geller en Friends enumerando los pros y los contras de salir con Rachel. Eso es un poco frívolo. En cambio, puedes reflexionar sobre todos aquellos pequeños detalles que te sacan de quicio. Por ejemplo, que priorice a todo el mundo antes que a ti o, en el lado opuesto, que base su felicidad únicamente en la relación asfixiándote un poquito. Ahora llega lo más difícil: averiguar si tu pareja considera eso un defecto y si está dispuesto a cambiar.
5. ¿Estoy dispuesto a cambiar yo?
Es importante tener claro lo que no estamos dispuestos a tolerar más, pero también debemos preguntarnos cuánto vamos a ceder nosotros. Nadie es perfecto, así que habrá alguna pauta un pelín tóxica que debes revisar. ¿Eres celoso? Pregúntate cuál es la causa. ¿Escondes a tu pareja de tus amigos? Sé sincero contigo mismo -y con él o ella-. ¿Te aburre hacer planes románticos? Analiza el porqué.
Una vez hayas averiguado aquello que sí quieres cambiar, es el momento de descubrir cómo hacerlo. Proponte pequeñas metas alcanzables y reforzad el cambio mutuo. Para que tú pareja valore tus pequeños avances, también debes valorar los suyos.