Fran tiene 25 años y es mitómano: "Miento todo el rato sin querer, me sale natural"
Fran tiene 25 años y va al psicólogo para controlar su tendencia patológica a mentir
Cómo identificar a un mentiroso patológico: miente para quedar bien, a cada persona le cuenta una versión y se inventa detalles que después olvida
Marina Pinilla, psicóloga, explica cuál es el tratamiento de la mitomanía: “Consiste sobre todo en mejorar la autoestima para evitar la necesidad de mentir”
Cuando Fran estaba en primero de bachillerato comenzó a mentir, pero en contra de lo que muchos pueden pensar, no siempre salía beneficiado al hacerlo. A veces les decía a sus padres que había sacado un 6 cuando su nota era de 9. Frente a sus amigos se inventaba que había ligado, pero en ocasiones, cuando esto era cierto, les decía que no había pasado nada. No se avergonzaba de las chicas con las que estaba, simplemente mentía porque le gustaba tener historias que contar, aunque le dejaran en mal lugar, “y luego no decía la verdad porque pensaba que la gente me juzgaría”, explica el joven que ahora tiene 25 años.
Nacido y criado en Pamplona, con un trabajo como funcionario y pareja formal, Fran reconoce que sigue mintiendo, aunque menos, y solo unas pocas personas conocen su problema. “Mi novia sabe que me pasa esto”, confiesa a Yasss, “porque si se lo oculto sé que me cargaría la relación. Me ha pasado otras veces”.
MÁS
Y es que su primera y su última relación fracasaron por las mentiras. “La primera chica con la que estuve en serio se acabó obsesionando con que yo le ponía los cuernos porque le decía cosas y luego hacía otras”, recuerda. Al pedirle algún ejemplo concreto, Fran recuerda una ocasión en la que le dijo que había quedado con unos amigos de fútbol para ir a unas fiestas locales, pero se quedó jugando al ordenador. Su expareja fue a las fiestas y se encontró con los amigos en cuestión, pero sin Fran. “Le dijeron que no había quedado con ellos y que llevábamos sin vernos meses”. Finalmente cortaron, al igual que cortó con su expareja. “Mentir jode una relación, pero es algo que no puedo controlar. Miento sin querer, me sale natural”, nos explica.
Es por ello que decidió sincerarse con su actual pareja. “Al principio se lo tomó un poco a risas porque no se lo creía, pero cuando vio que era verdad, que mentía con tonterías, pues me dijo que tenía que hacer algo”, y ese algo tenía nombre y apellidos: terapia psicológica.
Cómo es un mitómano o mentiroso compulsivo
La mitomanía o mentira patológica es un problema que consiste en la necesidad irracional y compulsiva de mentir.
Las personas mitómanas mienten para conseguir algo: la admiración de sus amigos, parecer la pareja ideal, quedar bien delante del jefe, evitar un castigo de figuras de autoridad, justificar errores…
Sin embargo, con el tiempo engañar se convierte en una conducta tan normal que acaban mintiendo por habituación o costumbre.
Síntomas de la mitomanía
No todos los que mienten son mitómanos. Hay personas que de vez en cuando sueltan mentiras piadosas, personas que mienten para quedar bien, personas que engañan deliberadamente para hacer daño, o personas que disfrazan su vida por falta de autoestima.
La mitomanía es un problema psicológico serio que se caracteriza por:
- Pensamientos habituales que incitan a mentir.
- Dificultad para controlar las ganas de mentir.
- Sensación de calma, euforia y alivio cuando mienten.
- Ansiedad porque tienen que mantener sus mentiras en el tiempo.
- Baja autoestima.
- Falta de habilidades sociales.
- Problemas de autocontrol.
Normalmente estas mentiras son insostenibles en el tiempo, porque se suelen añadir detalles muy elaborados que con los meses la persona acaba olvidando. Además, es fácil desmontar las mentiras cuando a cada amigo o conocido le cuenta una versión diferente.
¿Por qué mentimos?
Es habitual que las personas mitómanas aprendan desde niños que mentir es una forma de evitar castigos y responsabilidades. Por ejemplo, cuando rompes algo de tus padres, le echas la culpa a tu amigo imaginario y te libras de una bronca.
Lo mismo ocurre cuando desde pequeños vemos a nuestros padres mentir. Normalizamos el hábito.
Sin embargo, tampoco es algo deseable que nuestros padres nos castiguen desproporcionadamente por mentir. Cuando un padre humilla, insulta o agrede psicológica o físicamente a su hijo por mentir, lo que está consiguiendo es que éste le tenga miedo, pero no va a aprender que mentir es malo. Por eso los psicólogos recomendamos no castigar a los niños por decir mentiras piadosas o inventarse detalles. Es más beneficioso explicar la diferencia entre realidad y ficción, y hacer entender al niño que no necesita mentir para ganarse nuestro cariño.
De adultos esta recomendación sigue siendo útil, ya que muchas veces pasamos por alto las mentiras de nuestros amigos o incluso las aplaudimos. Por ejemplo, estás de fiesta y la novia de tu amigo le escribe. Él le dice que estáis “de tranquis”, pero en realidad estáis dándolo todo. Alardea de mentir a su pareja y todos los amigos os reís, algunos confiesan hacer lo mismo.
Debemos premiar las conductas honestas de quienes nos rodean, pero recuerda que la honestidad sin empatía solo es crueldad. No es bueno mentir, pero tampoco es bueno ser cruel con la excusa de que “estás siendo sincero”.
¿Hay tratamiento psicológico para la mitomanía?
La mitomanía tiene tratamiento, y consiste sobre todo en mejorar la autoestima para evitar la necesidad de mentir.
En terapia también se desarrollan conductas alternativas para que cuando aparezca la necesidad de mentir, la persona sepa frenarla y actuar de una forma asertiva. Esta fase del tratamiento da mucha importancia a las habilidades sociales.
Finalmente se trabajan otras emociones asociadas a las mentiras patológicas: ansiedad social, decepción con la vida, miedo al abandono, etc.