Si hay algo que preocupa a todos los españoles ahora mismo son las Navidades. El coronavirus no va a cogerse vacaciones y, por mucho que lo deseemos, los Reyes Magos tampoco nos van a regalar una vacuna. Tenemos que seguir siendo prudentes y tener paciencia, pero sobre todo aceptar las medidas de seguridad impuestas por el Ministerio de Sanidad para evitar la propagación de la pandemia en estas fechas tan señaladas.
A la sensación de indefensión se suma la incertidumbre. Cada semana se decretan recomendaciones nuevas y en ocasiones contradictorias. Por eso lo ideal es no hacernos expectativas poco realistas.
De momento, el Gobierno y las diferentes comunidades autónomas han acordado medidas comunes: los días de Nochebuena y Nochevieja el toque de queda se amplía hasta la 1:30 y el número máximo de personas será de 10 en vez de 6, como decretaron la semana pasada.
Respecto a los viajes entre comunidades autónomas o provincias, se espera que entre el 23 de diciembre y el 6 de enero se permitan solo los viajes imprescindibles. Es decir, podremos volver al lugar de residencia habitual de familiares o allegados. En otras palabras, está permitido visitar a nuestra familia, aunque lo ideal es evitar desplazamientos innecesarios. Por otro lado, esto puede cambiar y en Canarias y Baleares la medida no será aplicable.
Pese a las medidas preliminares, no todos los jóvenes van a poder ver a sus seres queridos. El trabajo, el número máximo de familiares o las limitaciones para viajar han afectado a gran parte de la población. Para conocer a fondo cómo están afrontando los días previos a las fiestas, hemos preguntado a varios veinteañeros.
Daniel, de 26 años, trabaja en una tienda de cara al público de Madrid. “Tengo libre desde el 24 hasta el 27, pero me parece una locura ir en Nochebuena a Vigo después de haberme pasado todo diciembre en contacto con gente”, confiesa. “En la tienda usamos mascarillas y gel, pero aun así viene muchísima gente y nunca estás del todo seguro. No quiero poner en peligro a mis abuelos, que son muy mayores”.
“Todavía no sé qué haré”, relata Samuel, de 23 años. “Si voy yo, ya somos más de diez. Tampoco quiero que mis padres celebren la Navidad solo conmigo, porque mi abuela es mayor y sé que quieren disfrutar del tiempo con ella”. El resto de primos y tíos tienen claro que no van a renunciar a las celebraciones, lo que ha provocado un clima familiar muy tenso. “Nadie quiere renunciar a Nochebuena o Nochevieja. Podíamos repartirnos entre los dos días más importantes, pero no quieren. Sólo piensan en ellos”.
Ainhoa, de 25 años, es au pair en Boston, Estados Unidos. Por las restricciones impuestas en el país, los vuelos con destino o procedencia de España están prohibidos. “No voy a ver a mis padres en Navidad y estoy destrozada”, afirma. “Llevo sin verlos desde febrero y para mí está siendo horrible. Les echo de menos. Mi hermana ha tenido un hijo y solo le veo por fotos. Mi novio está en España y tampoco podemos vernos. Pensaba que tendría un respiro en diciembre, pero no. Después de tanto tiempo me estoy viniendo abajo”.
Si eres uno de los jóvenes afectados por las restricciones o has antepuesto la prudencia a las ganas de ver a tu familia, probablemente estarás experimentando muchas emociones intensas: tristeza, incertidumbre, miedo, frustración e impotencia, entre otras. Es normal sentirte así, así que no te fustigues por estar pasándolo mal. Ni exageras, ni es infantil quejarte por no poder disfrutar de las Navidades en familia.
Una vez hayas normalizado tu reacción emocional, hay algunas recomendaciones para gestionar las fiestas en tiempos del coronavirus: