La sexualidad es mucho más que el contacto físico durante el sexo. Abarca la intimidad emocional, el apego hacia la otra persona y, también, la capacidad de excitarnos y sentir placer erótico.
Entender su complejidad puede ayudar a las personas a disfrutar de la sexualidad de una forma más plena. Por ejemplo, hay quienes se sienten incómodos con el acto físico del sexo, pero buscan la sensación de intimidad con su pareja. En cambio, algunas personas no quieren ningún tipo de vínculo y solo quieren disfrutar del placer durante el coito.
Sea como sea, la sexualidad es una parte muy importante de nuestra vida y cada persona la construye a su manera. Sin embargo, no es estable. Cambia a lo largo de nuestra vida y también puede verse influenciada por situaciones excepcionales, entre ellas sufrir un problema de salud mental.
La depresión es uno de los trastornos psicológicos que más afecta a la sexualidad, pudiendo provocar apatía y disminución de la libido además de otros síntomas. Cuando la persona pide ayuda profesional, en algunos casos además de la indispensable terapia psicológica se le pautan antidepresivos. Estos fármacos pueden provocar un efecto secundario inhibitorio sobre la sexualidad: te empieza a apetecer tener relaciones sexuales, pero no eres capaz de excitarte o no logras alcanzar el orgasmo. ¿Por qué ocurre esto?
En la sexualidad influyen factores psicológicos, pero también biológicos, y es innegable el papel del cerebro en el placer.
Los antidepresivos actúan precisamente en ese órgano: el cerebro. Y aunque su efecto terapéutico es combatir la depresión, en ocasiones pueden afectar a otras áreas alterando las fases de la respuesta sexual.
Dichas fases son cuatro:
Los antidepresivos pueden afectar a cualquiera de estas cuatro fases, y este efecto secundario se produce precisamente por su acción terapéutica. En otras palabras, para tratar la depresión, los antidepresivos aumentan los niveles de serotonina del cerebro, una sustancia que regula el estado de ánimo.
El problema es que al aumentar los niveles de serotonina, bajan los niveles de dopamina y de prolactina. La dopamina y la prolactina están relacionadas con el deseo sexual y la capacidad de excitarnos. Si se reduce su concentración, el glande y el clítoris pierden sensibilidad, es más difícil conseguir una erección o lubricar, y se retrasa el orgasmo.
Un estudio del departamento de psiquiatría de la Universidad de Toronto reveló que entre el 30% y el 70% de las personas que son tratadas con antidepresivos presentan una disfunción sexual, siendo las más habituales la anorgasmia y la disminución del deseo sexual en mujeres, y la eyaculación retardada y pérdida de la erección en hombres.
¿Cómo sé si mis probabilidades de desarrollar efectos secundarios son de 30 o de 70 por ciento?, te preguntarás. Como vemos, el intervalo del porcentaje es muy amplio. Esto ocurre por qué hay antidepresivos que tienen más probabilidad de provocar efectos secundarios sexuales, y porque cada persona reacciona a los medicamentos de una manera.
Para evitar los efectos secundarios sexuales de los antidepresivos, las recomendaciones médicas y psicológicas son: