Cabría pensar que los delitos de odio no han aumentado, ya que la sociedad está más concienciada sobre su gravedad y por eso las víctimas denuncian más. Sin embargo, el Portal Estadístico de Criminalidad del Ministerio de Interior revela que entre 2013 y 2019 han aumentado en un 45% este tipo de agresiones, algo que ha preocupado sobre todo a los jóvenes pertenecientes a colectivos vulnerables.
Desde palizas de muerte a personas homosexuales al grito de ‘maricón’, hasta agresiones a plena luz del día a personas con autismo, trastornos mentales o algún tipo de discapacidad, son múltiples las formas de opresión y violencia que estamos presenciando en los últimos meses.
Algunos de estos casos acaban en manos de la justicia, pero la mayoría se quedan a medio camino por miedo o porque directamente las autoridades disuaden a las víctimas, convenciéndoles de que denunciar no servirá para nada. Es por ello que recurren a las redes sociales para compartir su historia y visibilizar la violencia. Sin embargo, es inevitable que se haya creado un clima de indefensión.
Da igual que vayas con tus amigos o solo, y que camines por el centro de la ciudad. Te arriesgas a los insultos por ser homosexual y que se note mínimamente, por ser mujer y no callarte ante el acoso callejero, por ser una persona racializada que simplemente está viviendo su vida, o por tener una discapacidad y no encajar en una sociedad neurotípica.
Ante esta situación tenemos dos opciones: vivir con miedo o crear un clima de apoyo mutuo.
Los movimientos como ‘Yo si te creo’ ante la violencia de género, o ‘Yo Maricón’ ante la violencia homófoba, buscan crear ese clima de apoyo del que hablábamos. En otras palabras, hacer saber a la víctima que no están solas, que hay salida y que entre todos podemos combatir al odio. La gran pregunta es cómo.
Lo primero que podemos hacer para frenar los delitos de odio es denunciar, en todos los sentidos de la palabra.
Según el Ministerio del Interior, un delito de odio es aquel que incluye cualquier tipo de discriminación o infracción penal contra una persona por su nacionalidad, etnia, color, religión, sexo, edad, discapacidad intelectual o física, y orientación sexual. Pero, ¿qué debemos hacer si somos víctima o presenciamos una agresión de este tipo?
Tanto si te ha sucedido a ti como si eres testigo, puedes denunciar lo sucedido en la comisaria de policía más cercana, en un cuartel de la guardia civil, o en el juzgado. También puedes llamar al 091 (el teléfono de la policía nacional) o al 062 (el teléfono de la guardia civil) para que te indiquen dónde denunciar o acudan si la situación es de emergencia.
¿Y qué pasa si voy a denunciar pero me dicen que no vale para nada? Cualquier persona tiene derecho a cursar una denuncia, así que nadie, ni siquiera las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado pueden prohibirte hacerlo. Otra cosa es que la denuncia no llegue a término por falta de pruebas o porque los hechos no suponen un delito, pero denunciar es un derecho que nadie te puede quitar, y ante un delito de odio es fundamental recurrir a la vía legal.
Otra forma de denunciar un delito de odio es mediante la visibilización pública, por ejemplo, en redes sociales.
Cuenta tu historia para que otras personas que hayan sufrido algo similar sepan que no están solas, que no es culpa suya, y que hay una comunidad dispuesta a escucharlas y apoyarlas.
Cuando una persona comparte un delito de odio, la respuesta mayoritaria es de apoyo y es muy habitual que los demás se animen a relatar también sus vivencias, demostrando que este tipo de agresiones no son casos aislados sino una violencia sistémica.
¿Y qué hago si la gente me insulta en redes sociales por contar mi historia? Silencia a esa persona, denúnciala en Twitter y bloquéala para proteger tu salud mental. Nadie tiene derecho a culparte de lo sucedido, a decirte que te lo inventas o a restar importancia a un delito de odio.
La denuncia social tiene un efecto preventivo, y consiste en condenar cualquier tipo de discriminación o agresión, incluso cuando viene de un ser querido.
Por ejemplo, tus amigos empiezan a soltar piropos e intimidar a una chica cuando volvéis a casa de fiesta. La opción más fácil es callarte o reírles la gracia, perpetuando la violencia. Deja de volver la cara, diles que su forma de actuar no tiene ni pizca de gracia, y la próxima vez se lo pensarán dos veces antes de hacer ese tipo de comentarios, al menos estando tú presente.
Lo mismo sucede con chistes homófobos, con insultos racistas camuflados como bromas, o con vídeos virales que ofenden a las personas con discapacidad o trastornos mentales.
¿Y qué hago si me llaman aguafiestas y mis amigos empiezan a pasar de mí? Un buen amigo te ayuda a evolucionar, a ser crítico contigo mismo y a deconstruirte respecto a ciertos temas sociales. Si en vez de eso te dejan de lado por señalar su conducta opresiva, es que sólo les interesabas para que les rieses las gracias.
A veces nos topamos con discusiones en la calle o situaciones que parecen incómodas, pero no tenemos claro si estamos presenciando una agresión o no.
En este tipo de casos se produce un fenómeno llamado difusión de la responsabilidad, que consiste en la creencia de que al estar en la calle y haber más gente, otro se encargará de ayudar a la víctima o llamar a las autoridades, quitándote a ti esa responsabilidad. El problema es que cuando todos piensan así, todos acaban mirando para otro lado.
Aunque la situación sea ambigua, lo ideal es asegurarte de que todo va bien. ¿Cómo?