Cuando en diciembre de 2019 empezamos a elaborar una lista de propósitos navideños para el año nuevo, lo último que esperábamos era que el mundo entero se viese sumido en el caos por culpa de un virus desconocido hasta la fecha. Parece el argumento de una película de ciencia ficción, pero el coronavirus ha cambiado nuestros esquemas y durante 2020 hemos aprendido que nuestra vida puede dar un giro de ciento ochenta grados en cuestión de semanas.
El final del año más surrealista de nuestra vida coincide con el lanzamiento de la vacuna contra el coronavirus, cuya primera dosis se ha empezado a administrar en España el 27 de diciembre.
Esta noticia no solo ha cambiado la salud de la población mayor, que serán los primeros en vacunarse, sino también los propósitos de 2021 de la generación millennial, que ve un poco de esperanza en un nuevo año marcado por la incertidumbre.
Los trastornos mentales, que siempre han sido un tema tabú, se han convertido en una preocupación casi a la altura del coronavirus este 2020.
El confinamiento, la precariedad económica y los cambios en nuestros ritmos sociales han pasado factura a gran parte de la población, provocando un repunte de problemas como depresión, ansiedad generalizada, insomnio o estrés.
Las secuelas psicológicas de la pandemia nos han hecho priorizar un propósito para 2021 que otros años pasaba desapercibido: cuidar nuestra salud mental.
Es muy fácil marcarnos el objetivo de cuidar nuestra salud mental, la gran pregunta es cómo hacerlo.
Mantener a raya nuestras expectativas es muy importante, sobre todo en un año tan incierto como el 2021. De lo contrario, podremos venirnos abajo tirando por tierra propósitos que sí son razonables, pero no tal y como los hemos planteado.
Siempre habrá cosas que no estarán en nuestra mano. Por muchas ganas que tengas de viajar, puede que las fronteras estén cerradas. Aunque estés supermotivado para ir al gimnasio, existe la posibilidad de que vuelva a cerrar si hay un aumento de casos por el coronavirus. Y tal vez te apetece un montón enamorarte, pero a la hora de la verdad te de palo ir a una cita cara a cara con un desconocido.
Tener en cuenta las limitaciones que impone el coronavirus y también los posibles imprevistos de nuestro día a día nos ayudará a no frustrarnos.
Uno de nuestros grandes fallos al establecer propósitos es pensar a lo grande. Por ejemplo, querer ser “más saludable”.
Parece fácil, sobre todo cuando nos metemos en el Instagram de cualquier influencer fitness. Sin embargo, un propósito así requiere de tiempo para cocinar y hacer un poco de ejercicio diario, conocimientos sobre hábitos saludables y algo de dinero para hacer la compra o pagarnos el gimnasio. En vez de establecer ese propósito tan genérico, subdivídelo en pequeñas metas.
Siguiendo el ejemplo de antes, elige un alimento saludable e incorpóralo a tu alimentación durante una semana (la siguiente incorpora dos y así sucesivamente) o vete una vez al mes a hacer una ruta de senderismo.
Al cumplir estos micropropósitos, te sentirás más motivado para implementar cambios grandes.
Los seres humanos somos seres sociales. Dependemos de los vínculos con la gente que nos rodea, tanto para lo bueno como para lo malo.
Si tu familia no tiene ni idea de que quieres comer más saludable, seguirá cocinando las croquetas con diez litros de aceite. Si tus amigos no saben que te gustaría dejar de beber, te pedirán una cerveza cuando quedáis en un bar y llegas tarde. Si tu pareja no sabe que quieres ser más activo en la relación, seguirá tomando el mando en situaciones en las que ha tenido siempre el rol dominante.
Son solo ejemplos, pero demuestran la importancia de implicar a nuestros seres queridos en nuestros propósitos para que sean más fáciles de cumplir. Nadie es adivino y si quieres cambiar, el apoyo social es un arma indispensable.