El verano arranca el lunes y es cuestión de tiempo que las temperaturas vayan en aumento. Esto, además de noches en las que cuesta pegar ojo, horas de sol interminables y vacaciones, quiere decir una cosa: las intoxicaciones alimentarias se disparan. Esto se debe muchas veces a una mala conservación de la comida, que con el calor tarda poco en estropearse. ¿Cómo podemos mantenerla en condiciones saludables?
A la hora de hacer la compra, piensa bien qué vas a meter en el carro. Es recomendable en estos tiempos calurosos llevar siempre una bolsa térmica, de manera que del supermercado o el mercado local a tu casa no se calienten los productos que requieren conservarse en frío. Además, acuérdate de coger los alimentos de nevera o congelados los últimos antes de pagar.
Afina el ojo para la fruta y la verdura. Elige la que tenga pinta de ser fresca, y si puedes, compra estos alimentos en el propio día que los vayas a comer. De lo contrario lo más recomendable es cogerlo algo maduro, para que a la hora de consumirlo esté perfecto.
Es un paso básico que hemos aprendido muy bien con la pandemia. Lávate siempre las manos después de tocar animales, plantas, superficies… O de ir al baño. Para cortar los alimentos, recuerda que no debes usar el mismo cuchillo y tabla para cortar la carne cruda que por ejemplo para la verdura la fruta o el pan.
Este paso es el más importante. Guarda la comida nada más llegar a casa de la compra: primero, guarda los congelados, después los frescos y en último lugar, los no perecederos. Nunca debe romperse la cadena del frío.
Si al llegar a casa te das cuenta de que algo se ha descongelado, no lo vuelvas a congelar. Cocínalo y dale preferencia a la hora de comerlo.
En el caso de la fruta y la verdura, que en verano suelen estropearse casi de un día para otro, guárdalos en la nevera. Al sacarlos para consumirlos, lávalos muy bien. Para estos productos es preferible utilizar los cajones en la parte inferior del refrigerador. En la más alta, suelen colocarse aquellos que ya han sido tratados y envasados previamente, es decir, los yogures, la leche o los embutidos. En la intermedia se aconseja guardar carnes, pescados y mariscos crudos.
Lo más importante es que alimentos crudos y cocinados vayan por separado en la nevera para evitar contaminación cruzada. Si te gusta comer de cuchara y te sobra, por ejemplo, guiso, cambia de envase la comida y deja que se enfríe (nunca metas productos calientes en la nevera) y después consérvalo en la nevera cerrado herméticamente.
Un consejo práctico para el verano es congelar la comida que te sobre si por ejemplo un día haces filetes, ya que de otro modo no durarán mucho. Envásalos por con papel film o bolsas de congelados, y para descongelarlos introdúcelos en el frigorífico en vez de dejarlos afuera.
Si tienes un tupper lleno de croquetas y vas a comerte solo la mitad, no calientes todas. Recalentar en repetidas ocasiones es peligroso sobre todo en el caso de la carne, las salsas que contengan leche o crema, los pescados o mariscos, el arroz y la pasta y la comida que incluye huevos, frutos secos y productos ricos en proteínas, según un informe de la Agencia de Estándares Alimentarios de Reino Unido (FSA).
En el caso de la mayonesa, tan frecuente en platos de verano como la ensaladilla rusa, si vamos a comer fuera de casa, en la playa o en el campo, es mejor comprarla en el supermercado que hacerla nosotros para evitar riesgos. No obstante si queremos prepararla casera sí o sí, es fundamental que en la preparación nunca casquemos el huevo en el envase que vamos a usar, y es recomendable añadir un poco de limón o vinagre para evitar la aparición de gérmenes.
Una vez seguidos todos estos pasos, lo único que queda es ¡disfrutar del verano!