Quienes padecen hipocondría saben que se trata de una enfermedad que puede generar un alto nivel de ansiedad y desesperanza en quien experimenta sus síntomas. Nos movemos en el ámbito de los trastornos psicológicos o psiquiátricos (en función de su gravedad) cuando hablamos de esta patología. Afortunadamente, con el tratamiento adecuado, es posible pasar página o, al menos, controlar los pensamientos que la desencadenan. ¿Cuál es la definición de hipocondría, cuáles son sus síntomas y cómo tratar la ansiedad que genera?
La hipocondría se define como un trastorno mental que se caracteriza por una preocupación constante y obsesiva por la propia salud y por una tendencia a exagerar los sufrimientos, que pueden ser reales o imaginarios. La Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) asegura que esta enfermedad (también conocida como hipocondriasis) tiene su origen terminológico en una región anatómica, el hipocondrio, situada bajo las costillas y el apófisis xifoides (la punta) del esternón, donde se creía que se acumulaban los vapores causantes de este mal.
La hipocondría es, en resumidas cuentas, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad como concepto. De este modo, la persona hipocondríaca se somete de forma constante a autoanálisis, en búsqueda de síntomas de posibles dolencias. Esta búsqueda puede llegar a ser obsesiva y los supuestos hallazgos se convierten para él en fuente de segura enfermedad biológica. Además, pueden tener tendencia a buscar en Internet, el llamado Doctor Google o en cualquier otra fuente relaciónelo entre sus supuestos síntomas (que pueden ser reales, pero no de tal importancia) y enfermedades graves.
Hay que decir que en la actualidad se dan factores que facilitan las cosas para la persona hipocondríaca: la accesibilidad de Internet, la existencia de muchísimo contenido sobre enfermedades en la Red... juegan en contra del paciente, que tiene más medios que nunca para alimentar su patología.
Otro síntoma de la hipocondría es el hecho de que estas personas acudan con mucha frecuencia al médico y consulten a distintos especialistas en busca de un trastorno inexistente. Lo habitual es que, ante la negativa del médico, el hipocondríaco no crea al profesional y busque una segunda (o tercera) opinión. Esta situación puede desencadenar ansiedad en quienes la padecen, ante ese sentimiento constante de encontrarse enfermo o a punto de estarlo.
Este tipo de enfermedad tiene mucho que ver con el entorno social del paciente: de hecho, está demostrado que ciertos tipos de familia, en los que el concepto de enfermedad y de sus síntomas es particularmente sensible, pueden dar lugar a varios hipocondríacos en el mismo núcleo familiar. Así, en algunos casos el paciente ‘aprende’ a interpretar de forma catastrofista cualquier signo físico, de forma que éstos, incluso aunque sean inexistentes o irrelevantes, pueden provocar una gran angustia y miedo.
Lo mismo se aplica a entornos familiares sobreprotectores, o a los casos en que el hipocondríaco ha tenido una experiencia previa traumática con alguna enfermedad propia o padecida por alguien de su entono, o en relación al duelo por la pérdida de una persona cercana. Además, padecer ansiedad o depresión pueden alimentar la aparición de pensamientos hipocondríacos.
Un dato curioso es que puede producirse el llamado efecto nocebo, que consiste en que el propio paciente, debido a sus pensamientos, genere los síntomas que afirma experimentar, a pesar de que éstos no existieran en un primer momento. Se trata de un fenómeno psicosomático relacionado con los síntomas leves o imaginarios que alega padecer el hipocondríaco.
En cuanto al tratamiento para la hipocondría, dado que se trata de un trastorno mental, tendremos que buscar respuestas en la terapia psicológica y, solo cuando sea imprescindible, en apoyo farmacológico. Dado que a veces la hipocondría va asociada a la depresión o la ansiedad, es posible que se receten medicamentos destinados a controlar estas dolencias. La meta es perder el miedo a estar enfermo, así como a sus propias reacciones corporales y, en definitiva, a la muerte.