Inflamación de garganta, nariz taponada, dolor de cabeza… Los síntomas los conocemos todos porque los catarros por estas fechas son una constante cada año. El verano llega a su fin y el otoño llega con menos horas de luz, lluvias, y un ir tiovivo de temperaturas que nos pilla con armario lleno de camisetas de tirantes y con el nórdico sin poner. Sé más listo que el frío. Te contamos cómo afrontar tanto cambio de tiempo para evitar resfriados.
Antes de nada, ¿sabes que el frío no hace que te pongas malo por sí solo? Lo que hace que empieces a estornudar como un loco y tengas voz ronca es el bajón de defensas por el cambio brusco de temperaturas, que nos hace más susceptibles al contagio. Además, con la disminución de horas de luz y el fresquito otoñal tendemos a estar más en espacios cerrados, lo que aumenta las posibilidades de resfriarnos, sobre todo si tenemos niños en casa.
Una buena costumbre que hemos adoptado durante la pandemia es la de lavarnos las manos cada vez que entramos en casa. Llevarse las manos a la cara, sobre todo a la nariz, después de haber estado por ahí es un riesgo que nos ahorramos si nos limpiamos antes de hacerlo. Si además te desinfectas las manos con un gel, mejor que mejor.
Si usas pañuelos, compra mejor los de papel para evitar usarlos más de una vez.
Hay opiniones muy dispares sobre los beneficios de la vitamina C, pero muchos médicos insisten en la importancia de tomar zumo de naranja y otras frutas, además de verduras.
Ya sea en zumo, en sopas, en infusiones o simplemente agua, la hidratación es fundamental para la excreción de la mucosidad. Ayuda a despejar la nariz y alivia el dolor de garganta. Se aconsejan los líquidos templados o calientes porque mantienen la temperatura corporal y desinfectan más. Y por supuesto, nada de alcohol. Aunque parece que nos hace entrar en calor, la realidad es que debilita nuestro sistema inmune y nos deshidrata.
El fresco nocturno que empieza a imponerse nos obliga a permanecer en lugares cerrados y estos se convierten en un nido de virus: el número de personas por metro cuadrado aumenta de manera exponencial y el aire que fluye no se renueva. Aunque esto no debería ser así este año dado que podemos contagiarnos de COVID-19, cabe recordar que también para evitar el temido resfriado es recomendable mantenernos alejados de los focos de contagio. Si no puedes esquivar la aglomeración, lo único que te asegura al 100% no contagiarte del virus es una mascarilla.
Ponerse más ropa no sirve de nada porque lo que consigues es acabar sudando y eso no ayuda a evitar el resfriado, pero es importante que mantengas una temperatura corporal normal. No salgas con la boca desprotegida si hace frío y, si vas a hacer planes por la tarde, recuerda llevar una chaqueta: las temperaturas caen en picado tras ponerse el sol.
Se han realizado estudios que demuestran que practicar de manera diaria ejercicio físico unos 20 minutos reduce en un 40% la posibilidad de contraer un resfriado. Aunque no se puede asegurar su eficacia, sí es cierto que los deportistas se recuperan antes de los resfriados que el resto de las personas.
Parece evidente, pero hay quien sale a la calle sin saber si hay probabilidad de tormenta o si hará un solazo de justicia. Mantente informado de la previsión para saber si necesitarás más capas y un paraguas (mojarse tampoco es la mejor idea si quieres evitar ponerte malo), o si es el día para apurar la ropa de verano antes de hacer el cambio de armario.
Los niños son más susceptibles de infectarse por los virus. Si ya de por sí es contagioso permanecer en espacios concurridos… ¡Imagínate entrar en una clase con niños de tres años!