El primer mandamiento para disfrutar de una vida sexual plena es quitarnos de la cabeza la idea de que podemos controlar nuestro deseo, nuestra excitación o nuestro rendimiento en todo momento. No somos robots ni conejos en celo. El estrés del día a día, las secuelas psicológicas del coronavirus o los problemas a los que nos enfrentamos en el trabajo u otras parcelas de nuestra vida pueden influir en el sexo.
Además, en el terreno erótico hay un elemento psicológico que juega un papel primordial: las expectativas. Seguro que te ha pasado alguna vez. Conoces a alguien que te vuelve loco y las ganas de darlo todo en la cama no te dejan ni pensar. Pero llega el momento y te presionas tanto que eres incapaz de disfrutar. O bien la erección brilla por su ausencia, o bien ese ansiado orgasmo nunca llega.
Al final el sexo, algo que debería ser sencillo, se vuelve de lo más complicado. Por eso es tan importante dejar de pensar que en la cama, querer es poder. Habrá momentos en los que desees una erección o lubricar, pero te resultará imposible, o que por mucho que estés disfrutando el orgasmo no llegará. Quitar importancia a estas situaciones esporádicas es el mejor remedio para evitar que se conviertan en algo constante.
Si ya de por sí el estrés influye en nuestra vida sexual, los episodios de tristeza todavía más.
Cuando estamos de bajón, nos gusta regodearnos en el sufrimiento. Por eso escuchamos canciones tristes, vemos películas dramáticas para llorar o nos quedamos en la cama en vez de salir a pasárnoslo bien. Entramos en un círculo vicioso de abatimiento en el que la búsqueda de placer queda relegada a un segundo plano.
A nivel psicológico, la tristeza es una emoción que puede resultar desagradable, pero tiene una función muy importante: fomenta la cohesión social. En otras palabras, nos incita a pedir ayuda y a rodearnos de personas que nos cuidan y nos quieren.
En este contexto, el sexo pierde interés y preferimos centrar nuestra atención en otros aspectos de las relaciones como el cariño o la intimidad.
Como hemos visto, a nivel psicológico estar de bajón nos hace priorizar el cariño, las muestras de afecto verbal, los abrazos o el tiempo de calidad junto a las personas que nos rodean, frente al placer más inmediato que produce el sexo. Pero, ¿cuáles son los efectos físicos de la tristeza en el sexo?
Para entender por qué sucede esto debemos saber que las respuestas físicas relacionadas con la excitación o el placer suelen estar controladas por el sistema nervioso parasimpático. En cambio, la ansiedad, la tristeza y el estrés están más relacionadas con el sistema nervioso simpático. Ambos sistemas se inhiben. Si se activa uno, el otro se apaga. Por eso cuando estamos pasando una mala racha nos resulta casi imposible excitarnos físicamente o experimentar un placer intenso y duradero.
Esta relación entre el sistema nervioso simpático y parasimpático es básica, inconsciente e interespecífica. Esto significa que a otros animales les sucede lo mismo. Por ejemplo, un perro en celo será incapaz de tener sexo si hay una manifestación de camioneros justo al lado del parque porque estará demasiado nervioso.
En los seres humanos además del sistema nervioso parasimpático y simpático, también hay un tercer mecanismo implicado: la corteza cerebral. Cuando piensas “estoy haciéndolo fatal” o de repente te acuerdas de algo malo que te ha pasado ese mismo día, es porque tu corteza cerebral está activada.
La corteza cerebral es la responsable de que las expectativas o ciertos pensamientos negativos influyan en tu deseo, excitación y rendimiento sexual.
Si estás pasando una mala racha, lo mejor que puedes hacer es no forzarte. Escucha a tu cuerpo y deja las expectativas de lado.
No pasa nada si durante una temporada no tienes sexo, siempre y cuando tú estés cómodo. El problema es que muchas veces medimos la calidad de nuestras relaciones basándonos en nuestra vida sexual. Esto es falso y puede provocar una gran frustración.
Tu pareja no te va a dejar de querer por estar pasándolo mal y tener menos apetito sexual. Eso sí, debéis tener una comunicación clara y sincera.