En plena guerra de reproches entre políticos y la sociedad en general sobre la previsión ante el coronavirus. En esta batalla solo hay una cosa cierta; casi todos minusvaloraron a la enfermedad y su alcance y nadie fue capaz de verlo venir o denunciarlo. Sin embargo, hay un grupo de población que lo vio llegar primero: Los chinos afincados en España.
Quizás por la experiencia que les trasladaban sus familiares en China, o por pura previsión y responsabilidad, la mayoría de negocios chinos en nuestro país echaron el cierre mucho antes de que este fuese obligado. Restaurantes, bazares y demás negocios clásicos fueron apagándose mientras las familias se refugiaban en sus casas.
Para Paco Qian, empresario chino en España, este encierro "es una responsabilidad para nosotros mismos y para la sociedad". A pesar de no encontrarse en su lugar de origen, ver como el coronavirus está golpeando España también les duele. Como le ocurre a Veline Ong, que confiesa encontrarse "super triste" mientras continúa su cuarentena en casa.
Un confinamiento que empieza a levantarse en Wuhan, la ciudad donde empezó todo. El aeropuerto se prepara para volver a recibir vuelos comerciales y los cines y teatros de la ciudad son fumigados y desinfectados. Los ciudadanos van poco a poco saliendo a la calle y recuperando la normalidad, mientras algunos desconfían de las cifras oficiales.