Todo lo relativo a las drogas suele abordarse con una mezcla de misticismo, criminalización y morbo, relegando a quienes las consumen al ostracismo o señalándoles con el dedo ignorando la complejidad que esconden los problemas de adicción. Es por eso que la popularización del término ‘chills’ ha generado una gran polémica en las redes sociales, pero, ¿qué significa en realidad y por qué ha puesto patas arriba internet?
Aunque los chemsex son una práctica habitual en Reino Unido y Estados Unidos, se popularizaron en 2016 cuando la BBC retransmitió un documental sobre ellos.
Se trata de fiestas en las que, tras consumir grandes cantidades de drogas, sus asistentes mantienen relaciones sexuales aprovechando los efectos de estas, y según los medios son más habituales en entornos LGTBI, algo que se ha utilizado en ocasiones con fines homófobos para criticar a esta población o para inducir mitos basados en estereotipos falsos.
Uno de los casos de chemsex más sonado fue el de Miguel Jiménez, un joven de 18 años que falleció por una sobredosis de mefedrona (una droga con efectos intermedios entre la cocaína y el MDMA) y GHB o ácido gamma-hidroxibutírico (un depresor del sistema nervioso) en una sesión de chemsex con su pareja, que fue arrestada por tráfico de drogas. Sin embargo, son muchos los casos de personas que realicen este tipo de prácticas, aunque el desenlace no sea tan trágico como el de Miguel Jiménez.
Durante los últimos cinco años, los chemsex se han convertido en una especie de tabú del que nadie habla y que cuando sale a la palestra suele ser de forma bastante morbosa, ridiculizando y estigmatizando a la comunidad gay. En consecuencia, la viralización en Twitter de los chills ha provocado un gran revuelo.
Los chills son fiestas muy similares al chemsex en los que no es estrictamente necesario el sexo, aunque sí las drogas, entre ellas alucinógenos, estimulantes, depresores del sistema nervioso, fármacos para potenciar la erección, y otras sustancias con graves riesgos para la salud física y psicológica.
“En vez de salir de fiesta, quedas en casa con amigos. Alguien lleva ketamina, otros MDMA, cocaína, galotan… Hay de todo”, confiesa a Yasss un joven de 26 años que prefiere mantener su nombre en el anonimato. “No es como las fiestas tipo chemsex porque no siempre acabamos acostándonos. Son quedadas con amigos, pero a veces la gente lleva a más gente y cuando estás hasta arriba o te entra el subidón y las ganas de fiesta, o te entra la bajona máxima y las ganas de morir, o te pones cachondo como nunca y te acuestas con alguien que anda por ahí igual que tú”, relata.
El debate respecto a este tipo de fiestas ha comenzado tras la publicación de un hilo de Twitter en el que un usuario comparte las reglas de asistencia. “En un guarrichill o chill se suele cobrar entrada, véase paquete de tabaco, bebidas (sin alcohol) o gramito de rigor” o “en los chills somos comunistas; la droga es de todos”, explicando que la droga se coloca en varios platos o fuentes dependiendo del tipo, y se va repartiendo entre los asistentes.
Poco han tardado las redes sociales en arder, criticando la normalización del consumo de droga con dureza. “Lo he dicho en muchas entrevistas y soy el último en juzgar ni moralizar (solo faltaría habiendo sido el primero). Es VITAL que abramos el melón de la chemsex y los chills en el colectivo. Vital. Normalizar el consumo de drogas y sexo así es PELIGROSÍSIMO. Por experiencia”, twitteaba Javier Giner, director y autor del libro ‘Yo, Adicto’.
También ha mostrado su tajante opinión Iván Solar, médico urgenciólogo más conocido como Killer Queen tras su participación en el programa de Drag Race España. “El consumo de drogas cada día esta en aumento de una forma muy peligrosa”, explicaba en sus redes. “He vivido situaciones en urgencias (cada día más) que rozaban la película de terror, y al final ver personas que tienen que pasar por eso, ver luego el deterioro psicológico y social, es muy muy doloroso”.
A las críticas sobre la normalización del consumo de drogas seguían aquellas que criticaban que se asocie el consumo de drogas con la comunidad LGTBI, un estereotipo totalmente falso y dañino.
El consumo de drogas en entornos sexuales o festivos no es algo exclusivo de la comunidad LGTBI, pero cuando este tipo de prácticas salen a la luz se suelen etiquetar con nombres diferentes, lo que refleja una intencionalidad oculta y prejuiciosa: ¿Nos importa el consumo de drogas en los jóvenes o en realidad queremos señalar a las personas homosexuales tachándolas de inmorales o incautas?
Lo que en la comunidad LGTBI se conoce como chemsex, en entornos heterosexuales se realiza sin ningún acrónimo. Desde relaciones sexuales consentidas bajo los efectos de las drogas (ya sean legales como el alcohol o ilegales como el cannabis, la cocaína, el MDMA y otras sustancias), hasta orgías en locales de prostitución obligando a las trabajadoras sexuales a llevar a cabo prácticas de riesgo, por ejemplo, no utilizar preservativo. Algo similar ocurre con los chills, ya que son muchas las fiestas de amigos en las que la droga es un invitado más.
El problema es que este tipo de prácticas se consideran actos aislados si los protagonistas son heterosexuales, pero si son homosexuales quienes las llevan se venden como algo totalmente habitual. Ni tanto, ni tan calvo. ¿El consumo de drogas es un problema cada vez más común? Sí, y lo es independientemente de la orientación sexual.
El chemsex y los chills son eufemismos que disfrazan un problema de drogadicción entre los jóvenes. Con la excusa de quedar para tomar algo con los amigos o para mantener relaciones sexuales, los participantes consumen drogas de forma totalmente peligrosa. Sin embargo, el problema de raíz es la adicción. En otras palabras, si el día de mañana las quedadas tipo chemsex o chill comenzasen a estar mal vistas y se dejasen de realizar, la mayoría de los participantes seguirían consumiendo drogas en otros contextos porque han generado una dependencia que han normalizado al ser, supuestamente, “un consumo esporádico” o “algo que sólo hacen cuando salen de fiesta”.
Ser incapaz de salir sin drogas de por medio es sólo la punta del iceberg, ya que los efectos de la adicción son como una plaga que arrasa más y más a su paso: ansiedad, sensación de vacío, problemas para relacionarse, incapacidad para dormir, cansancio constante, ataques de pánico, tristeza, pensamientos suicidas o dificultad para disfrutar del sexo son sólo algunos de los ingredientes de este coctel molotov.
¿Qué podemos hacer?