El tiempo se ha vuelto loco esta primavera. Marzo terminó con lluvias históricas, y abril está siendo muy variable, con nevadas al principio y un calor sorprendente para esta Semana Santa. Tanto cambio puede afectar a nuestro estado de ánimo e incluso a nuestro bienestar físico, causando dolor de cabeza, malestar o tristeza. Lo que nos pasa tiene nombre, y también una explicación científica. ¿Qué es la meteoropatía o meteorosensibilidad?
A veces pasa, cuando el tiempo cambia mucho en poco tiempo, que “tenemos el día raro”. Notamos una pesadez o un dolor de cabeza intermitente que no somos capaces de explicar y nos invade el desánimo. Es lo que se conoce como un trastorno psicoorgánico, y puede estar relacionado con la meteorología. Si te ocurre, significa que eres 'meteorosensible'.
Meteoropatía es una palabra derivada del griego (meteoros, que significa “alto en el cielo” y pathos, “enfermedad”). Es como denominamos la relación que existe entre el estado anímico y el temporal (del tiempo). Hay patologías que mejoran o empeoran según las condiciones meteorológicas, y molestias que surgen a causa de esas condiciones.
Los cambios repentinos de presión -por la llegada de una borrasca, con presión baja- pueden hacer que las personas que suelen sufrir migrañas tengan dolor de cabeza.
La presión atmosférica mide el peso del aire que nos rodea. Cuando ese peso cambia bruscamente por la llegada de una borrasca con bajas presiones, esto puede hacer que nos duela la cabeza o nos sintamos más cansados.
Cuando llevamos mucho tiempo sin ver llover y de repente no para de hacer durante varias horas, el aumento de la humedad ambiental puede hacer que surgen dolores articulares, por eso las personas que padecen artrosis o artritis suelen sentir más dolor los días de lluvia.
Tanto es así, que en China utilizan el término “feng shi”, que significa viento húmedo o enfermedad del viento y la humedad, para referirse al reumatismo.
El viento Foehn es como llamamos a un efecto que se produce cuando una corriente de aire baja se topa con un obstáculo, generalmente una montaña, que lo obliga a subir y después descender. Al ascender por la montaña, el aire se enfría y condensa, lo cual provoca precipitaciones en esa cara de la montaña. En cambio, en el lado opuesto ocurre lo contrario: al descender, el viento coge carrerilla y se acelera, y a medida que baja se calienta y se seca.
Es uno de los fenómenos meteorológicos más estudiados por su efecto demostrado en la salud, por lo que son conocidos además como “vientos de la locura”. Cuando se producen vientos Foehn, el aire se ioniza, es decir, crece la electricidad atmosférica, y el exceso de iones positivos afecta al estado de ánimo de algunas personas. Se ha comprobado que estos vientos hacen que las personas meteosensibles sufran más ansiedad, y que aumenten los dolores de cabeza y tendencias depresivas.
Alrededor del 15 % de la población sufre “trastorno afectivo emocional”. Esto es lo que llamamos astenia otoñal o primaveral, dado que en estas estaciones es cuando más varían las horas de luz solar, pero puede afectarnos en cualquier momento del año.
La explicación es hormonal. Cuando tenemos menos horas de sol, también se reducen los niveles de vitamina D y de serotonina, y nuestro ánimo empeora. Esto hace que estamos más fatigados, más irritables o más tristes.
El verano es una estación alegre, con sol y temperaturas que acompañan para hacer planes al aire libre, pero cuando las temperaturas se disparan demasiado en lo que llamamos una “ola de calor”, nuestro estado psicológico y emocional empeora.
Está demostrado que, con calor extremo, nos volvemos más agresivos. Un estudio de la Universidad de Berkeley estimó, tras analizar las muertes registradas en Sudáfrica desde 1997 hasta 2013, y las temperaturas diarias en ese periodo, que por cada grado que sube el termómetro, aumenta un 1,5% el número de asesinatos.
Otro estudio titulado “Demasiado calor para ayudar”, realizado conjuntamente por la Universidad de Lehigh y la Universidad de Northwestern, relacionó el calor extremo con un aumento de la irritabilidad y la apatía, por lo que la gente tiende a ayudar menos y ser menos generoso durante una ola de calor.