La noche de San Juan ha sido descafeinada. Las playas han estado cerradas en muchos municipios de la costa. No ha habido barbacoas, ni hogueras ni deseos junto al mar. Los empresarios de la noche pidieron abrir las pistas de baile, pero no ha sido posible. Las noches de San Juan, de este año, han sido distintas aunque sin perder su mística.
Había temor a los botellones y fiestas privadas en la noche más corta y alocada del año. De hecho la primera aglomeración se ha producido en una celebración espontánea de la fiesta de San Juan en Ciutadella (Menorca) pese a que el Ayuntamiento la había suspendido. Una nueva muestra de falta de civismo cuando el país sigue sufriendo rebrotes que amenazan, aunque el Gobierno tranquilice señalando que no estamos en esa situación, con que el estado de alarma pueda volver antes de lo que pensamos.
Por ellos las imágenes de fiestas o botellones en la que la distancia social o las mascarillas se olvidan molestan, especialmente a unos médicos a los que se les pone la carne de gallina cada vez que ven tumultos y piensan en un nuevo pico de enfermos. Son ejemplos comos los de más de 200 irresponsables ajenos por completo a la nueva normalidad que celebraron una fiesta ilegal en un chalet de Novelda en Alicante. Cobro de entradas y cero medidas de seguridad. Las redes sociales hicieron de altavoz. La policía autonómica ha abierto un expediente sancionador. En Novelda han fallecido 16 personas por coronavirus.
O los chiringuitos como uno en Ibiza donde a los agentes no les queda otra que cerrar. Ni distancia social, ni mascarillas, sin rastro de la nueva normalidad. Los jòvenes parecen no ser conscientes de que la nueva normalidad no es la misma de antes. Acostumbrados al contacto con los otros, a creerse inmunes, invulnerables, no parecen caer en la cuenta de que el riesgo del coronavirus está en el contagio. Tal vez ellos no lo sufran nunca pero pueden acabar con la vida de otros.