Además de por su talento musical, la artista Billie Eilish es conocida por hablar de sus problemas de salud mental de manera natural, sin tapujos ni prejuicios. Por un lado, la joven de 19 años reconoció padecer trastorno de Tourette, generándole tics vocales y motores ajenos a su control. Además ha confesado sufrir depresión y ansiedad desde su adolescencia, llegando a creer que no sería capaz de llegar a los 17 años a causa de los pensamientos suicidas.
En una de sus últimas entrevistas para Vanity Fair, Billie Eilish se sinceró sobre su relación con su cuerpo. Desde autolesionarse hasta consumir pastillas para adelgazar, la joven cantante se vio inmersa en una espiral de autodestrucción motivada por el odio que sentía hacia sí misma.
Es innegable que el cuerpo de la cantante y, sobre todo, su forma de vestir, han generado polémica en más de una ocasión. En esta entrevista, Eilish ha reconocido que la razón por la que comenzó a utilizar ropa holgada fue por su físico.
"En realidad no estaba comiendo. Me estaba muriendo de hambre", relató haciendo referencia a un momento de su vida en el que su cuerpo era su mayor enemigo. Con 12 años, la artista decidió tomar una pastilla para adelgazar. “Decía que me haría adelgazar, pero solo me hizo orinarme en la cama”, confesó.
Este tipo de drogas generalmente se conocen como anorexígenos porque inhiben la acción de la orexina, una sustancia que provoca apetito, y aunque puedan parecer inofensivos, en realidad son muy peligrosos. Provocan daños en el hígado, insomnio, ataques de pánico, riesgo de una angina de pecho, desajustes del tiroides, derrames cerebrales e incluso la muerte. Además, sus resultados en el peso son muy limitados. Según Marino Pérez, psicólogo clínico y experto en evaluación y tratamientos psicológicos, las pérdidas de peso son como mucho de entre el 5 y el 12% en un plazo de dos años, pero después tienen efectos secundarios, se produce un fuerte efecto rebote.
A colación de sus inseguridades, Billie Eilish también decidió abrirse respecto a las críticas que hicieron el año pasado cuando unos paparazzis la fotografiaron con ropa ajustada en pleno verano. Tanto en redes sociales como en medios de comunicación, se criticó el cuerpo de la artista de forma despiadada. "Pensaba que sería la única que estaba lidiando con el odio hacia mi cuerpo, pero supongo que Internet también odia mi cuerpo. Eso es genial”, ironizó.
Afortunadamente, la cantante ha reconocido que estas inseguridades si bien no han desaparecido del todo, sí que se han amortiguado. La madurez, el trabajo psicológico y relativizar la fama han sido las herramientas para conseguirlo.
Vivimos en una sociedad que venera al cuerpo, pero desde un enfoque totalmente dañino. Nos da igual que una persona tenga unas analíticas de sangre perfecta, que pueda caminarse la ciudad entera sin apenas fatigarse, o que su alimentación sea la envidia del mismísimo Carlos Ríos. Todos estos hitos solo cobran importancia cuando se reflejan en un físico normativo o que roza el infrapeso.
El body shaming body shaminges nuestro pan de cada día, pero cuando eres famoso todavía más. Si una influencer delgada sube una foto comiéndose una pizza familiar ella sola, en los comentarios leeremos cosas como “qué envidia” o “quiero una novia como tú”. Sin embargo, cuando esa misma foto la sube una persona con sobrepeso, se le acusa de hacer apología de la obesidad y de llevar un estilo de vida insalubre. En otras palabras, importa poco la salud porque sólo nos fijamos en el cuerpo, en los kilos de la báscula y en la talla de la ropa.
Artistas como Demi Lovato, Selena Gómez o Lady Gaga han sido víctimas de la presión social en su versión más cruel. Cada foto que suben a Instagram es escudriñada al más mínimo detalle, recibiendo comentarios que afirman tanto que están muy delgadas, como que tienen que adelgazar. Lo mismo sucede con influencers criticadas por haters cuyo único argumento es que “se exponen al ser figuras públicas”, como si eso justificase juzgar y criticar su cuerpo.
Teniendo en cuenta que vivimos en una cultura en la que los filtros de Instagram han pasado a convertirse en un nuevo ideal de belleza, es muy difícil desligarnos del todo de la preocupación por nuestro cuerpo. Sin embargo, sí que podemos minimizar el impacto de la sociedad para evitar obsesionarnos.