Los antidepresivos son fármacos que, como su propio nombre indica, suelen recetarse para tratar la depresión, una epidemia a la altura del coronavirus, aunque no se hable de ella con la misma naturalidad. Afecta a 264 millones de personas según la OMS, y todas las guías médicas coinciden en que la terapia psicológica es la herramienta más eficaz para tratar la depresión. El problema es que en España el ratio de psicólogos clínicos en la Seguridad Social es muy bajo en comparación con nuestros vecinos europeos, dejando a las personas que padecen depresión dos opciones: esperar o pagar.
Sin poder permitirse un psicólogo privado y sin poder esperar a que les den cita por la vía pública, son muchos quienes visitan a su médico de cabecera en busca del alivio de su sufrimiento, y es ahí donde entran en juego los antidepresivos, tan demonizados como idealizados.
Cuando hablamos de antidepresivos en realidad nos estamos refiriendo a diferentes categorías de fármacos: tricíclicos, IMAOs, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina… Nombres técnicos que no tienes por qué conocer, pero sí es importante entender cómo actúan en tu organismo.
Los antidepresivos tienen un objetivo: cambiar los niveles de neurotransmisores en tu cerebro. Normalmente afectan a la serotonina y la noradrenalina, dos sustancias que se han relacionado con el estado de ánimo y que, según teorías clásicas, se encuentran en bajas concentraciones en personas con depresión.
¿Significa eso que la depresión esté causada por un bajo nivel de neurotransmisores? ¡No! Las investigaciones más recientes apuntan a que la depresión se relaciona con factores de origen psicosocial, algo que ha quedado patente durante el año y medio de pandemia: la soledad provocada por el confinamiento, la precariedad económica, la incertidumbre sobre nuestro futuro… En otras palabras, el caldo de cultivo para que apareciesen diversos problemas de salud mental.
Entonces, si el problema en muchos casos es psicosocial, ¿por qué se trata la depresión con antidepresivos? Porque los fármacos son un botiquín de emergencias que permite a la persona afrontar la depresión hasta que comience a ir al psicólogo.
Los antidepresivos se suelen recetar por dos vías: a través del médico de cabecera o a través del especialista en psiquiatría.
Normalmente se recetan los antidepresivos que más eficacia suelen mostrar, que son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS. No te preocupes si te parece un nombre impronunciable, no tienes que recordarlo. Lo que sí es útil saber, es que se suelen recetar porque son más sencillos, más seguros y provocan menos efectos secundarios.
¿Recuerdas que hemos comentado que los antidepresivos provocan un cambio en el nivel de neurotransmisores? Pues este cambio no se produce de la noche a la mañana. Suele tardar unas dos semanas, y durante este tiempo es muy habitual que los síntomas empeoren porque tu cerebro está adaptándose a ese cambio tan brusco. Por eso los médicos recomiendan esperar quince días para ver si el antidepresivo está funcionando.
Si has comenzado a tomar antidepresivos, probablemente te estarás preguntando cuánto tiempo tendrás que mantener el tratamiento. Estamos acostumbrados a fármacos cuyos efectos son rápidos: tomas un ibuprofeno y se te quita el dolor de cabeza, tomas unos sobres para el catarro y se esfuma, tomas antibióticos durante quince días y adiós infección. Sin embargo, los psicofármacos tardan más en hacer efecto, y el tratamiento con antidepresivos dura una media de 6 meses.
Es importante que si tomas antidepresivos seas constante. No puedes tomarlo un día sí y un día no dependiendo de cómo te sientas. Tampoco puedes doblar la dosis si estás especialmente mal. La constancia es fundamental para que estos fármacos provoquen los efectos deseados sin riesgo de efectos secundarios. Por eso hay que seguir las indicaciones de tu médico de cabecera o psiquiatra.
Normalmente los antidepresivos se toman una vez al día, casi siempre por la mañana. Es recomendable tomarlo siempre a la misma hora. No pasa nada si un día te lo tomas a las diez de la mañana y otro día después de comer, el efecto será el mismo, pero si tienes una rutina será más difícil que se te olvide tomarte la pastilla.
Cuando los síntomas de depresión comiencen a desaparecer, tu médico te pautará la retirada de los antidepresivos. Tiene que ser gradual. Es normal que tras tantos meses estes harto de pastillas, pero si tiras la caja a la basura de la noche a la mañana el riesgo de efectos secundarios es mayor. Por eso se suele ir bajando la dosis poco a poco o bien cortando la pastilla a la mitad o en un cuarto, o bien recetándote antidepresivos con menor concentración del principio activo.
Antes explicamos que los antidepresivos pueden tardar un par de semanas en hacer efecto, por eso es importante ser paciente y constante. Pero, ¿cómo saber si de verdad están funcionando?
Rebeca, de 24 años, notó mejoría tras un mes de tratamiento. “Me empecé a notar con más energía. Pasé de no tener fuerzas ni de levantarme de la cama a querer hacer cosas. A lo mejor a otra persona esas cosas le parecerían sencillas, pero a mí antes me costaban un mundo. Empecé a hacer la cama, a cocinar en vez de pedir, a lavarme los dientes. Después fui capaz de salir a hacer la compra yo sola, a dar paseos, a quedar a solas con mi mejor amiga… Eran pequeños retos, y cada vez eran más fáciles”.
Algunos de los síntomas de la depresión son problemas de concentración o de memoria. Carlos, de 30 años, volvió a recuperar el funcionamiento en ese aspecto. “No podía leer y yo siempre he sido de coger un libro y terminármelo en dos días. No me concentraba, se me iba la cabeza”, recuerda, “y con las pastillas eso mejoró mucho. De todos modos, me costó volver a como estaba antes. Llegué a pensar que el cerebro se me había estropeado de por vida, pero si alguien está igual le prometo que todo pasa”.
Para Lidia, de 27 años, la mejora más notable fue en el estado de ánimo. “Estaba tan triste que yo solo quería dejar de sentir. Me daba igual no volver a estar feliz, solo quería quitarme esa sensación de que mi vida no merecía la pena. Todos los días eran una angustia”, confiesa. Tras mes y medio de tratamiento farmacológico, la sensación de desesperanza y tristeza constante comenzó a disminuir. “Seguía estando triste, pero había ratos de luz. Me sentía un poco como si me ahogase y a momentos cogiese aire en la superficie. Pero eso me bastó para seguir. Y luego después de dos meses mejoré mucho más. Obviamente tenía momentos de tristeza porque eso es inevitable, a día de hoy que estoy curada sigo teniéndolos”.
Todas las personas que toman antidepresivos se preguntan cuáles serán los efectos secundarios y si compensan los beneficios a éstos. Por suerte, a día de hoy la medicina y la ciencia han avanzado mucho, y se han descubierto fármacos con menos efectos secundarios o con efectos secundarios menos molestos.
Según una investigación del Hospital Universitario de Terrassa, Barcelona, el 81% de los pacientes que toman antidepresivos sufren efectos secundarios. Dicho estudio se realizó con personas que tomaban inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS –sí, esos fármacos de nombre impronunciable–, que curiosamente son los más novedosos y con menos efectos secundarios. Aun así, los pueden provocar, y saber esto de antemano es importante para que no te pille de sorpresa y para no dejar el tratamiento a medias sin decírselo a tu médico.
Los efectos secundarios más habituales son pequeños temblores, sequedad de boca, cambios de apetito, diarrea o estreñimiento dependiendo del fármaco y de la persona, dificultad para dormir, sobre todo si tomas la pastilla a última hora del día, inquietud, irritabilidad y alteraciones sexuales (menos deseo, problemas de lubricación, dificultad para lograr la erección, anorgasmia…).
¿Significa esto que vas a tener un efecto secundario grave si tomas antidepresivos? ¡No! Estos efectos pueden ser leves o pasajeros. Por ejemplo, experimentar menos hambre las primeras semanas o estar más nervioso hasta que tu cuerpo se adapte a los cambios provocados por el antidepresivo.
Sin embargo, hay algunos efectos que son más molestos. Nadie quiere tener ansiedad de repente, y nadie quiere tener problemas sexuales provocados por los fármacos. Si esto te sucede, es importante que pierdas la vergüenza y se lo digas a tu médico para que te recete otro antidepresivo. No tienes que resignarte y vivir los efectos secundarios en silencio, siempre hay una alternativa.
En último lugar, vamos a desmontar algunos mitos y resolver algunas de las preguntas más frecuentes:
¡No! Los antidepresivos afectan a procesos fisiológicos, por ejemplo a la energía, dándote un extra de fuerza para empezar a realizar actividades agradables, a la concentración, ayudándote a no distraerte tanto cuando estudias, lees o ves una serie. Tu personalidad seguirá siendo la misma que antes.
¡Mejor no! El alcohol puede reducir los efectos positivos de los antidepresivos y aumentar los efectos secundarios provocando cambios en la presión arterial, descensos del recuento plaquetario, somnolencia excesiva, agresividad, etc.
Así como otros psicofármacos sí provocan dependencia, los antidepresivos no generan adicción. Cuando dejas de tomarlos tienes que hacerlo poco a poco, pero no es para evitar abstinencia, sino para que tu cuerpo se vaya acostumbrando al cambio en el nivel de neurotransmisores y no se produzca una bajada repentina.