Lidiar con la ansiedad al empezar en un nuevo trabajo: “Pienso que se van a dar cuenta de que soy un fraude”
Empiezas un trabajo nuevo y de repente… ¡PUF! No es como lo habías imaginado, te empiezas a agobiar por si se te da mal y acabas con la ansiedad por las nubes
Una psicóloga analiza por qué cuando por fin conseguimos un trabajo que nos hace ilusión tendemos a autoboicotearnos
¿Cómo lidiar con la ansiedad laboral? Recopilamos varios tips para afrontar los pensamientos autoderrotistas y el síndrome del impostor
Desde pequeños tendemos a idealizar nuestro futuro, y esta tendencia se mantiene hasta que nos damos de bruces con el mercado laboral. No hay ningún empleo perfecto y hasta Confucio, que popularizó la frase de «elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida», acababa harto de filosofar y ser un influencer de su época.
Las expectativas laborales son de por sí un arma de doble filo, pero cuando por fin consigues un trabajo que deseabas mucho o que es “de lo tuyo” (dícese de aquello que has estudiado porque te dijeron que tenía muchas salidas), todavía más.
MÁS
Cuando llega el momento de desempeñar el trabajo de nuestros sueños pueden pasar tres cosas:
- Lo petas, disfrutas e invitas a tus amigos a cenar para celebrarlo.
- Está bien, pero no es lo que habías imaginado. Te frustras porque tus expectativas no se corresponden con la realidad.
- Está bien, muy bien, así que empiezas a agobiarte pensando que no estás preparado, que sólo ha sido un golpe de suerte y que igual que conseguiste el trabajo acabarás perdiéndolo.
¿Te suena alguna de estas posibilidades de algo?
Las expectativas laborales: cómo mantenerlas a raya
“Llevo tres años preparándome el MIR y por fin he conseguido plaza de la especialidad que yo quería y en una ciudad que me gusta. En julio empecé y no estoy del todo bien”, confiesa Cristian, de 28 años. “Veo como mis amigos ya han hecho piña con otros residentes y se mueven por el hospital súper bien, pero yo voy un poco a ciegas. No termino de encajar del todo. Pensaba que esto iba a ser perfecto y no es que sea un desastre, pero no es perfecto, me siento frustrado y dudo de si es mi camino”, relata el joven médico.
Las expectativas sobre nuestro trabajo soñado pueden frustrarnos e incluso hacernos vagar de un empleo a otro porque no terminamos de sentirnos cómodos en ninguno. El problema no es que tú seas quisquilloso ni que todos los trabajos sean horribles, sino que idealizamos la vida laboral. ¿Cómo evitar esto?
- Infórmate bien. Antes de preparar una oposición o comenzar un trabajo a ciegas, intenta informarte bien sobre cómo funciona la empresa en cuestión y cuáles serían tus condiciones laborales.
- Date tiempo para adaptarte. El proceso de adaptación a un nuevo trabajo puede durar desde un mes hasta un año o incluso más. Durante ese intervalo conocerás la filosofía de la empresa, empezarás a socializar con tus compañeros y te sentirás más cómodo con tu nuevo puesto. Es muy difícil adaptarte del todo en cuestión de días o semanas.
- No te ates a un trabajo. Nuestros padres tienen una mentalidad del trabajo demasiado estable, y la generación millennial y zeta están rompiendo con esa filosofía tan rígida. No hace falta que trabajes toda tu vida para la misma empresa, y tampoco tienes por qué dedicarte siempre a lo mismo. Hay tiempo para cambiar de opinión, así que no te machaques al imaginarte 30 años en el mismo puesto de trabajo.
Síndrome del impostor, ese odioso enemigo
Marta, de 25 años, explica a Yasss que ha conseguido por fin un trabajo después de echar currículums en todas las empresas de su ciudad, pero ahora que por fin se ha incorporado siente que no está preparada. “Es como que tengo dos pensamientos enfrentados. Pienso en las ganas de empezar, porque llevo mucho tiempo estudiando y preparándome para algo de lo mío, pero luego me entra la neura de que no sé hacerlo”, nos narra. “Es mi primer trabajo de lo mío y me da miedo que por no haber trabajado nunca de esto lo vaya a hacer mal, cometa algún error y me despidan. Y luego pienso que se van a dar cuenta de que soy un fraude, pero también pienso que me merezco esto”.
El síndrome del impostor surge cuando menospreciamos de forma irracional nuestros conocimientos, capacidades, logros y valía personal. Por ejemplo, quitándole importancia a todo lo que conseguimos o atribuyéndolo a un golpe de suerte, magnificando nuestros errores, o autoconvenciéndonos de que no estamos preparados y no merecemos un puesto de trabajo. ¿Cómo lidiar con esta sensación?
- Autoobsérvate. Identifica todas esas frases derrotistas que te repites antes o durante el trabajo. De esta forma te será más fácil hacerles frente desmontando su credibilidad. Normalmente surgen por distorsiones que hacemos sobre nuestro rendimiento (pensamos que es peor de lo que realmente es) o sobre la opinión de los demás (pensamos que nos juzgan con gran dureza cuando en la mayoría de los casos no saben qué hacemos o dejamos de hacer).
- Autoevalúate. El siguiente paso es evaluar de forma objetiva tu rendimiento. Apunta todos tus éxitos y lo que tú consideras fracasos o pequeñas cagadas en el trabajo. Puedes hablar con compañeros de trabajo para que te den su opinión, ya que en la mayoría de los casos ni siquiera considerarán que has cometido un error, y para que te enseñen cómo mejorar para futuras ocasiones.
- Autorrefuérzate. Te he pedido que apuntes tus éxitos para premiarte por ello. A menudo les quitamos importancia o pensamos que son gracias a la ayuda de otros o a la suerte. Esto no es así. Son fruto de tu esfuerzo, de tus conocimientos y de tu capacidad. Reconoce tu mérito.