La ansiedad es un estado de agitación o de inquietud del ánimo, en realidad, no estamos ante una sensación negativa, todo lo contrario, esta señal de alarma permite a las personas adaptarse al entorno al que se deben enfrentar. Sin embargo, cuando hablamos de trastorno de la ansiedad nos referimos a un tipo de enfermedad mental caracterizado por el miedo, ansiedad y cambios conductuales que se traduce en síntomas físicos.
Cualquier cambio brusco en el entorno de individuos diagnosticados de algunos de los múltiples desórdenes que existen puede tener un efecto y entre esos muchos factores pueden incluirse los cambios radicales del tiempo. "Sobre todo en climas lluviosos y muy nublados, es probable que haya más depresión y más suicidios; y si hay más trastornos de depresión probablemente exista también ansiedad", comenta Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. "Las variaciones meteorológicas repentinas tienen, sobre todo, una incidencia alta en el estado de ánimo", añade el especialista.
Expertos del mundo han tratado de relacionar estos efectos con una posible insuficiencia de vitamina D, esencial para generar serotonina, una monoamina neurotransmisora que en niveles bajos hace que los humanos se sientan más apáticos, enojados e irritables, sin embargo no existen evidencias científicas que avalen del todo esta ligazón. Cano nos recuerda que en España, el país con mayor horas de sol de toda Europa, un 50% de la población tiene carencias de esta vitamina y el uso de complementos para su incremento no están dando los resultados esperados.
No obstante, otros especialistas, como Miguel A. Rizaldos, psicólogo clínico, considera que "los cambios bruscos pueden llegar a alterar nuestras emociones y con ello nuestro bienestar", según recoge en su blog. "En los días fríos tendremos más necesidad de ir al baño, respiraremos peor y aumentarán los trastornos circulatorios porque nuestro sistema parasimpático cerebral está sobreestimulado. Puede que nos desborde la ansiedad", indica.
Ambos coinciden en la importancia de la actitud que adopten las personas ante estas variantes climatológicas. Si la negatividad nos invade desde que arrancamos el día es muy probable que la lluvia o el cielo encapotado sean factores añadidos al ánimo. "Depende de la interpretación que le dé cada individuo, además de otras muchas cuestiones. Lo podemos ver en los niños, que toleran mejor el agua fría y se bañan a 18 grados como si no pasara nada, y esa temperatura para un adulto no es igual de asimilable", concluye Cano.
El trastorno afectivo estacional es uno de los muchos trastornos del estado de ánimo que se caracteriza por depresión en una época concreta del año, normalmente el invierno. La prevalencia, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos mentales, se produce en mayor medida en aquellos lugares con noches invernales de mayor duración y se cree es que la respuesta de nuestro cerebro ante la falta de exposición lumínica, lo que incide en la producción de melatonina y serotonina. Los que lo padecen suelen sufrir somnolencia, irritabilidad, ansiedad, desesperación, aumento de peso y cambios bruscos del apetito. En estos casos existen tratamientos como la terapia lumínica, que está obteniendo resultados positivos en países con pocas horas de luz en esta época como Suecia.