La calidad de nuestras relaciones es uno de los factores que más influye en nuestra salud mental. Si te rodeas de personas que te juzgan, critican, sobreprotegen o humillan, inevitablemente verás como tu felicidad se empequeñece. El problema es que detectar una amistad tóxica no es fácil, por eso todos hemos pasado años encerrados en un círculo vicioso de desplantes y faltas de respeto.
Cuando un amigo nos trata mal, solemos justificarlo. “Él es así”, “no es mala persona, solo demasiado sincero”, “cuando le conoces le coges cariño”… Y como si de un mantra se tratase, repetimos estas frases hasta que nos las acabamos creyendo, pasando por alto cualquier daño emocional que nos provoca este tipo de amistades.
Desgraciadamente no hay un manual del mal amigo. Cada amistad es un mundo y lo que a mí me puede sentar mal, a otra persona le puede parecer totalmente sano y viceversa. Por eso es tan difícil juzgar relaciones ajenas. Lo que sí existen son ciertas dinámicas que son dañinas, tóxicas y que, si se dan juntas, indican una relación asimétrica.
Los chistes dejan de hacer gracia cuando hieres a un ser querido deliberadamente. Por eso es tan importante parar los pies a ese amigo que constantemente está haciendo bromas a tu costa, a menudo delante de otras personas, y provocando un clima de tensión e incomodidad.
Si cada vez que le cuentas un secreto o algo íntimo, acaba contándoselo a todo el grupo de amigos, entonces tu privacidad es algo totalmente trivial para él.
En estos casos es ideal dejar claro que lo que estamos contando es un secreto, y si aun así se lo cuenta a todo el mundo, entonces lo mejor es poner un poco de distancia con esa persona, sobre todo a la hora de hablar de temas delicados.
Hagas lo que hagas, lo critica. Y lo peor de todo es que te convence de que tu opinión está mal, tu forma de actuar está mal, y hasta tu forma de pensar está mal.
¡Ojo! No lo hace en un clima de debate saludable, sino que juzga absolutamente todo lo que sucede en tu vida, criticando decisiones que son tan respetables como cualquier otra.
Si cada vez que subes una foto tuya a los stories de Instagram, tu amigo te comenta para criticarte –probablemente con la excusa de que son bromas–, activa tus alarmas internas. En realidad está intentando machacar tu autoestima para sentir que es “el ganador” en vuestra relación. Esta dinámica convierte las amistades en una competición, deteriorando la autoestima de ambas partes.
Cuando quedas con tu pareja, con tu familia o con otro grupo de amigos, sabes que vais a discutir. Considera tu vida social como una traición o una falta de lealtad, por eso has empezado a engañarle diciendo que no has quedado con nadie, cuando en realidad estás disfrutando con personas que sí te aportan felicidad. Mentir no es la solución, poner límites sí.
Es imposible que todos los problemas que surgen sean culpa tuya, pero aun así siempre que discutís acaba montándote un numerito haciéndote sentir responsable de lo sucedido. ¡Lo hace incluso cuando eras tú el que estabas enfadado al principio!
Una de las red flags más peligrosas es la minimización emocional. En otras palabras, todo lo que te pasa “es una tontería”. Si estás triste, él lo está más. Si has tenido un drama, nunca es para tanto. Todo lo que te sucede, sea bueno o malo, lo pasa por alto. Habláis un minuto sobre ello y rápidamente cambia de tema, como si le diese igual lo que está sucediendo en tu cabeza.
Discutir no es algo malo per se. El problema surge cuando durante esas discusiones, hay faltas de respeto.
Si tu amigo te insulta, te grita, te humilla o incluso te agrede físicamente, en realidad está cruzando la línea de la violencia. No debemos justificar este tipo de conductas bajo ningún concepto.
“Si fueses un buen amigo, lo harías”. “Vaya… Veo que nuestra amistad no significa tanto para ti como pensaba”. “Yo lo haría por ti”. ¿Te suenan estas frases? Son ejemplos de chantaje emocional, adoptando el papel de víctima para que hagas cosas que no te apetecen o que incluso te perjudican a ti.
Una de las señales más claras de que tu amistad está abocada al fracaso es que no te apetece nunca hacer planes con esa persona. Así como hay gente que nos hace sentir relajada, plena, empoderada, hay otras personas que nos hunden, nos tensan y nos restan energía. Si tu amigo es de estos últimos, es hora de reevaluar la situación.
Al igual que está mal poner la etiqueta de ‘tóxica’ a una persona y hacer un ghosting de manual, también está mal justificar todas las conductas dañinas que un amigo tiene. En el primer caso, se sentirá aislada y dolida, empeorando su comportamiento dañino. En cambio, si nunca le decimos que algo va mal, tampoco pedirá ayuda ni intentará cambiar. Pero entonces, ¿cómo debemos actuar si un amigo tiene dinámicas tóxicas?