La premisa es clara: un niño de tres años que en el parvulario se rodea de niñas es un ligón. Si cuando ese chaval crezca mantiene el mismo grupo de amigas, tan solo le quedarán dos paraguas bajo los que ampararse: bien quiere acostarse con todas ellas (o al menos con alguna) o bien es gay. La imagen de la masculinidad que aún permanece implantada en nuestro imaginario convertirá sus relaciones en la comidilla de la mesa de Navidad y llevará a ese niño a pensar, con el paso de los años, que solo puede tener amigas si quiere acostarse con ellas.
Incluso si ese niño consigue omitir la voz de su tío repitiendo “los chicos y las chicas no pueden ser amigos”, como un spoiler de ‘Cuando Harry encontró a Sally’, y empieza a pasar tiempo con una de sus colegas, siempre pesará sobre él la duda y las miradas de sus conocidos. Ellos estarán juntos y felices, tendrán muchas cosas en común, mostrarán su cariño en público y hablarán de todo mientras sus padres organizan la boda. Porque, ¿cómo van a invertir tanto tiempo en esa relación para al final no ponerle la guinda al pastel, anillo o cama mediante?
“Que no, que solo somos amigos”, repetirá este chico cientos de veces. Para él, y para otros tantos en la misma situación, alguien ha decidido ponerle nombre a este tipo de relaciones: amistad platónica. Un concepto problemático que lleva a plantear otra pregunta, ¿qué entendemos por amistad?
Según la acepción más popular de Urban Dictionary, el foro al que llegan todas las definiciones del slang internetero que en la RAE producirían aneurismas, amistad platónica es toda aquella "muy cercana de cualquier género. Todos creen que están saliendo o, al menos, ligando un poco”. En otras acepciones, los usuarios acotan esta relación como aquellos vínculos de amistad que alcanzan un nivel de intimidad que tradicionalmente se ha asociado con la pareja.
La idea de las amistades platónicas se basa, como explica la psicóloga Verónica Vivero a El País, en la equidad: “Dar y recibir en un mismo grado, la confianza y la lealtad hacia la otra persona, con una implicación en cuanto a tiempo, energía, cuidado y detalles”. Unas características que se añadirían a la lista de “cosas que buscar en una pareja” y que, precisamente por eso, hacen que las personas que tengan una relación así se vean casi obligadas a dar explicaciones sobre su amistad a terceras personas.
El concepto se sustenta sobre muchos pilares, como por ejemplo la heterosexualidad hegemónica (en otras palabras, los chicos y las chicas no pueden ser amigos, porque alguno se va a sentir atraído por el otro), que el sexo marca un tipo de relación muy concreta y la concepción de la amistad entre hombres como una relación de entretenimiento, o al menos en la que no se comparte intimidad. No ocurre así en las relaciones entre mujeres, que comparten sus sentimientos con otras amigas.
Precisamente por eso, cuando se habla de 'amistad platónica' suele referirse a la relación estrecha que comparten un hombre y una mujer; entre dos amigas se da por sentado que existe cierta intimidad, y entre dos amigos es es tan poco habitual que internet le ha dado un nombre aparte, 'bromance'. Sobra decir que, en todos los casos, se asume la heterosexualidad como norma.
Lo explica el doctor y profesor en la Escuela del Trabajo Social de la Universidad de Maryland, Geoffrey Greif, en su libro ‘Buddy System’, más de la mitad de las mujeres y tres cuartas partes de los hombres dicen tener amistades sin sexo con el género opuesto. Sin embargo, más del 80% de los varones a los que encuestó aseguraron que la mayoría del tiempo que pasaba con sus amigos hablaban de deportes, casi como si ese fuera el único punto en común entre ellos. El intercambio emocional quedaba recluido al ámbito de la pareja.
Eso resulta agotador para las mujeres que salen con hombres heterosexuales, como apuntaba en un artículo de Harpers Bazaar la periodista Melanie Hamlett. La autora aseguraba que ellos eran “náufragos en una isla emocionalmente atrofiada” que tan solo concebían que sus esposas o novias les salvasen. Según su teoría, los hombres solo expresaban sus emociones con su pareja, mientras que las mujeres tenían menos problemas a la hora de compartir su intimidad con amigos y terapeutas. En consecuencia, las segundas acababan siendo las carretillas emocionales de los primeros.
Si juntamos todo lo anterior, creamos el caldo de cultivo perfecto para dar pie a un concepto como la amistad platónica, que no es otra cosa que compartir intimidad y tiempo de calidad entre dos personas que no son pareja. Gracias a dios, los análisis feministas y LGTB han comido terreno al discurso hegemónico que, entre otras cosas, aseguraba que los chicos y las chicas no podían ser amigos. Hoy por hoy, hablar de amistad platónica es innecesario y problemático; lo importante es sentirse comprendido y conectado a alguien, independientemente de la relación que exista detrás. Como queráis llamarlo, es cosa vuestra.