Si hay algo necesario después de una pandemia que nos ha obligado a recluirnos en casa es respetar las normas y, por suerte, son bastante claras: usar mascarilla y respetar las distancias de seguridad. Los primeros días lo entendimos a la perfección, pero a medida que pasan las semanas, la sensación de falsa invulnerabilidad aumenta y comienza a ser habitual ver a personas sin mascarilla por la calle.
Sí, puede parecer un incordio llevar constantemente una tela en la cara y sobre todo ahora que empieza a hacer calor. Resulta agobiante e incluso se te pueden resecar los labios. También es una lata que no se note cuando sonríes o cruzarte con tu crush de la universidad y no reconocerle. Son muchas las desventajas, pero hay que tener en cuenta un dato: a día de hoy hay 245 mil casos de COVID-19 confirmados en España y, lamentablemente, al virus le da igual que la mascarilla te moleste. Si puede, te atacará brutalmente.
El problema es que utilizar la mascarilla nos cuesta cada día más, sobre todo cuando nuestros amigos pasan de llevarla puesta. Esto es lo que le sucede a Carmen, una joven de 24 años de Málaga preocupada por su salud. "Mis amigos pasan de la mascarilla. Quedamos y con la excusa de que en la terraza vamos a tener que quitárnosla, directamente van por la calle sin ella", relata. "Entran a tiendas, lo tocan todo, se cruzan con gente y hablan pegados, y todo esto sin mascarilla".
Pese a que ya hemos pasado lo peor, o al menos eso parece, el coronavirus todavía sigue siendo un enemigo desconocido. Los expertos aseguran que es posible que se produzcan rebrotes y que los mecanismos de transmisión de la enfermedad son una incógnita. ¿Se transmite por el aire? ¿Por el contacto de superficies contaminadas? ¿Es necesario desinfectar todo lo que toquemos? Demasiadas preguntas, y hasta que tengamos respuestas lo ideal es proteger nuestra salud.
Cuando Carmen le dijo a su grupo de amigos que tenían que ser un poco más prudentes, se sintió atacada. "Me dijeron que era una exagerada, que no era para tanto y que más me valía preocuparme por otras cosas", comparte. "Me da rabia porque una de ellas es enfermera, y otro ha tenido un tío con coronavirus. Deberían saber los riesgos".
A medida que pasan los días, Carmen ha desistido. Ya no intenta convencerles, pero cada vez se siente más juzgada por ser la única del grupo que utiliza la mascarilla. "Me he planteado dejar de usar la mascarilla porque me siento tonta". Este fenómeno tiene nombre: presión social.
La presión social, también llamada 'presión de los pares', es un fenómeno psicosocial que describe cómo las personas que nos rodean pueden cambiar nuestras actitudes e influir sobre nuestra conducta.
Por ejemplo, estás en una cena con tus amigos de la universidad. Decides pedirte una pizza de cuatro quesos para ti solo, pero uno de tus colegas suelta un comentario de lo más inoportuno. "¿Te vas a comer todo eso tú? No deberías". Los demás asienten. La semana siguiente, quedas con otro grupo de amigos, y cuando dices que quieres una pizza para ti solo, te sonríen y se animan a pedir lo mismo.
¿Con qué grupo es más probable que modifiques tu conducta, dejando de pedir pizza y eligiendo un plato más saludable? Obviamente, con el primero, porque con sus juicios han ejercido presión social sobre ti.
Este ejemplo ilustra muy bien lo que experimentamos cuando nuestros amigos, familia o pareja piensan diferente a nosotros, pero ojo, no te confundas… ¡La presión social puede provenir de desconocidos! ¿La razón? Que los humanos somos seres sociales y nos importa lo que los demás opinan. Por eso nos sentimos tan agobiados cuando vamos con mascarilla y nadie más la lleva o, al revés, cuando somos el único de nuestros amigos que pasa de usarla.
La influencia de la mayoría tiene un peso muy importante sobre nosotros, a veces incluso más que la información proporcionada por expertos. Por eso nos afecta más que nuestros colegas se quiten la mascarilla, a que el Ministerio de Sanidad nos alerte sobre la importancia de utilizarla.
Hay personas más o menos influenciables por la presión social. Al fin y al cabo, es un fenómeno que afecta de manera diferente a cada persona o incluso a una misma persona en dos momentos diferentes.
Algunas formas de volverte más resistente a la presión social son: