La amigdalitis es una enfermedad que sufren sobre todo niños y adolescentes y que afecta a las amígdalas, dos masas de tejido de forma ovalada que se encuentran a ambos lados de la parte posterior de la garganta. Su síntoma más claro es la inflamación de esta zona, así como dolor de garganta y dificultad para tragar. También es frecuente experimentar sensibilidad en los ganglios linfáticos a los lados del cuello, y se asocia con la presencia de algún virus o bacteria. ¿Cómo identificar la amigdalitis, cuándo acudir a un médico y en qué consiste su tratamiento?
Normalmente la amigdalitis tiene como origen la infección por un virus, aunque también es posible que se desarrolle debido a una infección bacteriana. Así, el tratamiento de esta dolencia dependerá de cuál sea la causa de la enfermedad, y solo cuando su origen sea bacteriano deberemos tratarla con antibióticos, que serán recetados por un médico. Sea como sea, es muy importante un diagnóstico rápido y preciso, tal y como recuerda Mayo Clinic.
Cuando la amigdalitis es bacteriana, normalmente suele asociarse a la bacteria Streptococcus pyogenes (estreptococo del grupo A), que es la bacteria que causa amigdalitis estreptocócica. También es frecuente la amigdalitis causada por otras cepas del estreptococo, así como por otras bacterias.
En general, las amígdalas se inflaman porque se encuentran en primera línea de defensa del sistema inmunitario contra bacterias y virus cuando éstos acceden a nuestro organismo a través de la boca. Por ello las amígdalas están más expuestas a infecciones e inflamaciones. Además, la amigdalitis es más frecuente en niños que en adultos porque la función inmunológica de las amígdalas suele disminuir con la pubertad.
En cuanto al tratamiento contra la amigdalitis, la cirugía para la extracción de las amígdalas debe utilizarse como último recurso, solo cuando la amigdalitis bacteriana se produzca con frecuencia, así como cuando el paciente no responda a otros tratamientos o provoque complicaciones graves. En cuanto a lo que el propio paciente puede hacer para aliviar sus síntomas, se recomienda beber muchos líquidos para mantener la garganta humedecida, así como descansar, consumir alimentos reconfortantes, hacer gárgaras con agua salada, humedecer el aire y tratar el dolor y la fiebre con medicamentos como el paracetamol o el ibuprofeno.
A la hora de identificar una amigdalitis, los síntomas más frecuentes de esta enfermedad son amígdalas rojas e inflamadas; parches o recubrimientos blancos o amarillos en esta zona; dolor de garganta; dificultad o dolor al tragar; fiebre; glándulas sensibles y dilatadas (ganglios linfáticos) en el cuello; voz rasposa, apagada o ronca; mal aliento; dolor de estómago (sobre todo en niños pequeños); rigidez en el cuello y dolor de cabeza.
En el caso de los niños más pequeños, cuando éstos no sean capaces de identificar sus propios síntomas, algunos signos claros de la presencia de este tipo de dolencia pueden ser babeo debido a dificultad o dolor al tragar, no querer comer y agitación inusual. En caso de duda, lo mejor es acudir a un médico, especialmente si existe dolor de garganta que no desaparece entre 24 y 48 horas, dolor o dificultad al tragar, así como debilidad, fatiga o agitación extremas. En caso de dificultad para respirar, dificultad extrema para tragar o babeo, acude a un médico de urgencia.
En cuanto a las medidas preventivas que puedes adoptar, es importante conocer las edades de riesgo: la mayoría de las veces, la amigdalitis se produce en niños y muy rara vez en menores de 2 años. Además, la amigdalitis bacteriana es más frecuente en niños de 5 a 15 años, mientras que la amigdalitis viral es más frecuente en niños más pequeños.
Por tanto, evitar la exposición a gérmenes es clave para evitar este tipo de enfermedad, algo complicado en edad escolar. Por eso es importante enseñar a los niños a mantener buenos hábitos de higiene: lavarse las manos completamente y con frecuencia, sobre todo después de ir al baño y antes de comer; evitar compartir alimentos, vasos, botellas de agua o utensilios; y reemplazar el cepillo de dientes después de recibir un diagnóstico de anginas.
Del mismo modo, si sufres esta enfermedad o si tu hijo la padece, es importante evitar contagiar a otras personas. Para ello, la persona enferma debe mantenerse en casa hasta que lo indique un médico, así como aprender a toser o estornudar en un pañuelo de papel o, cuando sea necesario, en la parte interna del codo, lavándose las manos después. Se trata, por tanto, de las mismas medidas preventivas que debemos tomar en caso de sufrir cualquier enfermedad en la que estén implicados virus o bacterias.