La primavera será complicada para los alérgicos y no porque las previsiones sean malas, sino porque después de casi dos meses de confinamiento en casa se toparán de bruces con los alérgenos en plena ebullición. Existe también mucha preocupación porque algunos de los síntomas se podrían confundir con los del coronavirus como la tos o la dificultad para respirar. Los expertos inciden en que este tipo de pacientes no tienen más riesgo de contraer la COVID-19, pero los asmáticos deben ser especialmente precavidos.
Es salir a la calle y no parar de estornudar. Son muchas las personas que se quejan estos primeros días de desescalada de estar pasándolo realmente mal con la alergia. Son muchas semanas encerrados en casa, aislados del exterior y protegidos de los agentes externos como los alérgenos.
Por ese motivo, las primeras salidas al exterior están siendo especialmente complicadas porque los síntomas, según los especialistas, se han agudizado. "Nuestras fosas nasales y bronquiales, que no habían estado expuestas a esos alérgenos, lo van a estar de golpe", señala Mercedes Escarrer, presidenta de la Sociedad Española Inmunología Clínica y Alergología.
Los niveles de polen son altos, precisamente debido a las condiciones meteorológicas que se han dado en otoño e invierno, dos estaciones marcadas por la humedad y temperaturas más cálidas de lo habitual. Según la Sociedad Catalana de Alergología e Inmunología Clínica, las gramíneas se encuentran en estos momentos en categoría elevada en Madrid, Toledo, Jaén, Cáceres, Badajoz, Bilbao y Vitoria; las amarantáceas se concentran en el sur de la Comunidad Valenciana y Murcia; el olivo acrecienta su virulencia en el norte de Andalucía y en Extremadura, y las urticáreas, en el norte de Castilla-La Mancha, Valencia, Alicante, Cáceres y Bilbao.
Asimismo, la sintomatología descrita para la neumonía de Wuhan son fiebre, dolor de cabeza y fatiga, además de tos seca y, en muchos casos, dificultad para respirar (disnea). Estas manifestaciones se comparten con algunas de las patologías alérgicas, por lo que es primordial distinguir ambas patologías para evitar nuevos contagios y saturar los servicios de salud.
"Lo que nos debe hacer sospechar que es alergia, sobre todo si es debida a pólenes, es que los síntomas se recrudecerán cuando el paciente esté al aire libre y, mejorarán notablemente, cuando permanezca en sitios cerrados. Además, los síntomas de la rinitis alérgica suelen remitir con cierta rapidez tras la toma de antihistamínicos tópicos u orales y la presencia de fiebre es nula, salvo que se complique con sinusitis aguda”, señala Pedro Ojeda, responsable de comunicación de Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Asimismo, la alergia respiratoria provoca estornudos, mucosidad, picor de nariz y taponamiento nasa, efectos que no aparecen en un cuadro de COVID-19. En cambio, la tos, la dificultad respiratoria y las sibilancias típicas del asma si podrían confundirse con los signos del coronavirus, que deben ser valorados por un especialista, sin olvidar que este tipo de pacientes deben ser especialmente precavidos porque cualquier infección respiratoria podría desestabilizar el asma del paciente.
"El coronavirus tiene una predilección especial por los pulmones y se podría inducir un mayor grado de inflamación en las vías respiratorias, mayor riesgo de crisis asmática y, posiblemente, mayor gravedad de infección por COVID-19", indica el doctor Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología del SEAIC.
No obstante, los expertos lanzan un mensaje tranquilizador y, con los datos que se tienen hasta el momento, pueden asegurar que los pacientes alérgicos no tienen más riesgo de contraer la enfermedad que el resto de la población. "De hecho, el sistema inmunitario de una persona alérgica funciona como el de una no alérgica con respecto a su función de defensa frente a microorganismos”, subraya Ojeda.
Para los paseos al aire libre, los alergólogos recomiendan a los pacientes afectados las mismas premisas que aquellos que no lo son, con alguna advertencia más a tener en cuenta.
Disminuir las relaciones interpersonales innecesarias y el contacto con aquellos que tengan infección respiratoria, aunque sea leve. Mantener los dos metros de distancia recomendados por las autoridades.
Usar mascarilla, siempre que se pueda que sea de protección FFP, ya que disminuye los síntomas en un 80% y reduce el consumo de medicamentos de rescate.
Utilizar gafas de sol para evitar la hinchazón de párpados, lagrimeo y fotofobia, que produce la exposición del ojo a los pólenes y partículas en suspensión.
Evitar salir al exterior, sobre todo campo o parques, donde hay una mayor concentración de pólenes. Antes se pueden consultar distintas webs de información aerobiológica, que indican los niveles ambientales de polen en todas las provincias a diario.