La alergia producida por el polen desprendido por las gramíneas, flores con forma de espiga, es una de las más comunes no solo en España sino en el resto del mundo.
Algunas de las materias primas más básicas en la dieta de los humanos son gramíneas. El trigo, el arroz, el maíz o la cebada son algunas de las variantes de este tipo de vegetal que, cada año, provoca alergia a millones de personas en todo el mundo.
En España, las zonas del interior son las que presentan una concentración más elevada de este tipo de polen. Los últimos meses de primavera, entre abril y junio, es donde se produce el pico en la cantidad de gramíneas en suspensión.
Se trata de un polen con una gran capacidad de producir síntomas alérgicos, desde rinitis hasta asma, y que provoca durante meses una importante alteración en la calidad de vida de las personas que sufren esta alergia.
No obstante, el hecho de que algunos de los cereales más consumidos sean gramíneas no quiere decir que los alérgicos a este tipo de flores no puedan comerlos a no ser que hayan sido diagnosticados también con una alergia alimenticia.
La mayoría de síntomas devenidos de la exposición al polen de las gramíneas son similares a los que provoca la alergia al resto de vegetales. Conjuntivitis, picor de nariz y garganta o congestión nasal son algunos de los más comunes.
Sin embargo, las gramíneas pueden ser especialmente torticeras en algunos casos llegando a producir, cambios de humor, cefaleas, fatiga y disfunción olfativa. Para detectar este tipo de alergia, basta con someterse a una prueba rápida de apenas 20 minutos. Una vez certificado el tipo de polen al que el paciente es alérgico, se podrá someter al tratamiento que su médico considera más oportuno.