Ciberadictos: el testimonio de Juan, Esther y Álex, tres jóvenes enganchados a Twitch y a los juegos online

  • La adicción a las nuevas tecnologías afecta al 12,3% de los jóvenes de entre 14 y 18 años según la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas

  • La entrevista a Ibai Llanos en la que hablaba abiertamente del dinero que ganaba en Twitch, ha dado pie a que una madre comparta la situación de su hijo: “Cada vez que le hago una pequeña transferencia, en dos días le fusilan todo el dinero, supongo que tiene deudas en las suscripciones”

  • Una psicóloga analiza las adicciones a las nuevas tecnologías y explica las señales de alarma para saber si tienes un problema con Twitch, con los juegos online o con las redes sociales

Aunque a muchos les asusten, las nuevas tecnologías han venido para quedarse. El ocio se ha diversificado y el coronavirus nos ha obligado a apostar por alternativas digitales. Ahora no hace falta movernos de casa para asistir a un concierto o un recital de poesía, ¡lo tenemos al alcance de un clic! Sin embargo, es esta facilidad de acceso es la que asusta a psicólogos, profesores, padres y a muchos jóvenes.

“La plataforma de transmisión en vivo líder en el mundo para jugadores y las cosas que amamos”. Así se define Twitch, una aplicación web que acumula 18 millones de visitantes diarios y en la que se encuentran más de 4 millones de creadores de contenido. Gamers, cantantes, divulgadores científicos o personas que simplemente se sientan frente a una cámara y cuentan sus preocupaciones. Se trata de un mundo sin límites, algo que muchos han señalado como peligroso.

El funcionamiento de la plataforma es sencillo. Sólo necesitas registrarte para seguir a cualquier canal de forma gratuita. Sin embargo, hay una opción adicional: si te suscribes pagando una cuota mensual, puedes acceder a ciertas ventajas que ofrecen los creadores de contenidos.

Tal y como explicaba Ibai Llanos, uno de los streamers más conocidos actualmente, la suscripción es una forma de apoyar al creador que hay detrás del canal. Así lo afirmaba en su última entrevista con el periodista Jordi Évole, en la cual reconocía ganar al mes 120 mil dólares, que se traducen a aproximadamente 100 mil euros.

Cuando Twitch domina tu vida: el testimonio de una madre en Twitter

Las palabras de Ibai abrieron por un lado el debate sobre la necesidad de reconocer el trabajo que hay detrás de los creadores de contenido online, una profesión ridiculizada y banalizada por muchas personas, pero también dieron pie a un hilo de Twitter en el que se señalaba otra cara de Twitch.

"Os voy a contar lo que no le preguntaste, Jordi, y lo que no le contaste, Ibai". Así comenzaba el duro testimonio de una madre anónima. "No soy nadie. Bueno, sí. Una madre de cincuenta y con un hijo de 17 adicto a tecnologías, Juan".

La usuaria de Twitter relataba cómo cuando empezó el confinamiento, su hijo encontró refugio en los directos de Twitch. Al no poder salir de casa por las restricciones sanitarias, este tipo de contenido le ofrecía entretenimiento y cierta evasión de los problemas exteriores. Pero poco a poco, la diversión se convirtió en un problema psicológico y legal.

“Juan descubrió un mundo en aislamiento del que no era necesario salir. Cuando pudo salir ya no quería", relataba en Twitter. Dejó de asistir a las clases online, algo que pasó desapercibido para sus profesores y para su tutor. También abandonó a sus antiguas amistades. "Comer, ir al baño, moverte por la casa lo justo y siempre con el móvil y los cascos puestos", esa era la rutina de Juan. "El verano fue una batalla para que se levantara un rato del sofá, para que saliera un rato con sus primos a la piscina, a la playa. Sólo vídeos".

La situación se volvió dramática cuando descubrió que el joven se había gastado 600 euros en suscripciones de Twitch utilizando la tarjeta de crédito de su padre. “Cada vez que le hago una pequeña transferencia, en dos días le fusilan todo el dinero. Supongo que tiene deudas en las suscripciones.”

En un intento de buscar solución, asistieron al Centro de Ayuda para las Adicciones de su barrio, pero al tener 17 años, no se le puede obligar a asistir a terapia. "Y aunque pudieras, si él no quiere, estás vendido. Estamos vendidos".

Su situación ha despertado la indignación de Twitter y pese al apoyo, también han surgido las críticas, lo que ha obligado a la madre de Juan a borrar el hilo en cuestión para preservar su anonimato.

Adicción a las tecnologías, un problema cada vez más común

Si bien es un testimonio aislado, son muchos los jóvenes que viven el mismo infierno sin ser conscientes y sin poder salir de él.

Hablamos de una adicción a las nuevas tecnologías tal y como ha señalado la Asociación Americana de Psiquiatría, así como diversos organismos oficiales en todo el mundo. Adicción que por otro lado afecta al 12,3% de los jóvenes de entre 14 y 18 años según la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.

“Con 16 años encontré refugio en Internet”, comparte Álex, un joven que ahora tiene 20 años y asiste semanalmente a un programa para tratar su adicción. “Empecé jugando online y acabé robándole la tarjeta a mi madre”. Tras muchas discusiones y lágrimas en casa, Álex se distanció de sus padres al comenzar la universidad, pero la situación no mejoró. “Me dieron beca y me lo gasté todo en internet y ya no solo era un juego, eran veinte a los que estaba enganchados”.

Sin embargo, los videojuegos no son el único gancho para este tipo de ciberadicciones. “He llegado a gastar 250 euros en suscripciones online”, confiesa Esther, de 19 años. “Me da mucha vergüenza reconocerlo porque tú empiezas pagando que si 5 euros, que si luego 10, que si otra cuenta que te interesa, que si este streamer es nuevo… Y acabas picando”. En su caso, no fue necesaria ayuda profesional, pero sí un tiempo sin acceder a este tipo de contenidos.

¿Cómo saber si eres ciberadicto?

Lo primero que debes saber es que las ciberadicciones abarcan un amplio número de plataformas. Por ejemplo, al móvil, contenido en directo, redes sociales, videojuegos… Sin embargo, la mayoría de estas webs y aplicaciones están socialmente bien vistas. Todos usamos WhatsApp, Instagram o YouTube, pero, ¿cuál es el límite que separa un consumo saludable de una adicción?

Algunas señales que pueden indicar que tienes un problema con las nuevas tecnologías son:

  • Cada vez dedicas más tiempo a ver directos, estar en redes sociales o jugar online. A veces más del que te gustaría, quitándote tiempo de estudio o de sueño.
  • Has desatendido obligaciones por tu adicción. Por ejemplo, no vas a clase o al trabajo, o evitas citas importantes.
  • Tu vida social se ha visto afectada. Cada vez quedas menos con tus amigos, ignoras a tu familia o pasas de tu pareja. Según tú, es porque Internet te ofrece algo que ellos no pueden darte y te sientes más comprendido.
  • Te pones nervioso o te enfadas cuando no estás online. Si tus padres apagan el router, montas una bronca digna de película.
  • Alguna vez has intentado dejar de ver tantos directos, pasar menos tiempo en redes o jugar menos tiempo. Puede que haya sido porque tus padres o amigos te lo han pedido, o porque tú mismo has querido poner el freno. Sin embargo, has vuelto a las andadas.
  • Cuando no estás online, piensas en ello. Por ejemplo, imaginando el próximo directo que verás, tus estrategias en el videojuego o lo que vas a subir a redes sociales.
  • Has mentido a tus seres queridos para ocultar tu adicción.
  • Tienes problemas económicos derivados de tu consumo excesivo de Internet.

Lo que acabamos de escribir será excesivo para algunas personas, pero seguro que se te viene a la cabeza algún amigo o amiga que encaje en la descripción.

Desgraciadamente, es raro pedir ayuda para superar una adicción tecnológica. Nos quedamos de brazos cruzados negando el problema si somos quien lo sufrimos, o esperando a que se solucione solo si lo sufre otra persona.

¿Es Twitch el enemigo? ¡En absoluto! Tampoco lo son las redes sociales ni los videojuegos ni Ibai Llanos o cualquier otro creador de contenido. Todas estas plataformas son las que nos han ayudado en los momentos de soledad por el coronavirus. No hay que criminalizarlas, pero tampoco negar sus riesgos.