Maite Rodríguez es una mujer que perdió a su madre durante la pandemia dentro de una residencia. Ha sido entrevistada por Informativos Telecinco para contar cómo fue vivir aquel infierno por el que tantas personas pasaron con el fallecimiento de sus familiares. Una situación que se vivió en muchos hogares en los que cualquier llamada de teléfono podría suponer la peor de las noticias: “La verdad es que fue un shock. Era una crónica ya anunciada porque unos días antes se había producido el cierre de las residencias”.
Por aquel entonces, su madre estaba en una residencia donde las visitas ya estaban prohibidas antes de que el Gobierno decretase el confinamiento: “Los primeros días fueron complicados, ya no solo por no poder ir a verla, sino porque las comunicaciones con las residencias eran muy difíciles. El día que suena el teléfono y es la doctora de la residencia diciéndonos que mi madre probablemente tenga COVID, pero que no lo sabe a ciencia cierta porque en ese momento no había test, pregunté: '¿Va a ir la ambulancia a recogerla o ya está en el hospital?' Ante la insistencia ya nos reconoció que no podían derivarles al hospital y que no iba a ir ninguna ambulancia a recogerles".
“Pensé en ir yo, en sacar a mi madre de allí y me la llevo al hospital. La doctora nos dijo que eso no era posible, que no iban a dejar que los pacientes saliesen. Ese es un trauma que se me generó a mí, el por qué no lo hice. Hoy en día sabemos que no había morfinas, que las residencias no se medicalizan. No sé si mi madre pasó sus últimos días en la habitación o si estaba sola”, explica.
Además de no poder despedirse de su madre, pasaron meses hasta que los entregaron directamente sus cenizas: “Mi madre falleció el 12 de abril y las cenizas creo que las recogí a finales de junio o principios de julio. Me gustaría tener la certeza de que las cenizas que guardo son de mi madre. No tengo esa certeza. Para mí lo doloroso es saber cómo murió y cómo la dejaron morir”
“Yo en su día tuve ayuda psicológica. Afecta en muchos sentidos, porque no has tenido esa cercanía de poder cogerle la mano, estar ahí. Es algo que no puedo recuperar. Fue un duelo en falso, era de culpabilidad, de por qué no había hecho o evitado el desenlace. Luego te das cuenta de que no es una desgracia personal, sino una social. Te están privando de tu derecho a la sanidad”, añade.
Cinco años después, en Maite siguen perdurando dos sentimientos en su interior: “Siento entre rabia e injusticia. Tengo sentimiento entre discriminación, una pena que no quiero arrastrar y que no quiero que eso se convierta en dolor, quiero que se convierta en fuerza para revertir esa situación. Para cerrar esta etapa y el duelo, necesito la fase de la justicia, necesito que se haga justicia”.
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