El 14 de marzo de 2020, España decretaba el estado de alarma y entraba en un confinamiento inédito en su historia reciente. Hoy, cinco años después, el mundo sigue enfrentando las consecuencias de la pandemia de COVID, la peor crisis sanitaria de los últimos cien años.
Las cifras siguen siendo escalofriantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Covid-19 ha causado oficialmente más de siete millones de muertes en el mundo, aunque la ONU estima que el número real supera los 20 millones. La mayor parte de los fallecimientos se concentró en 2020 y 2021, con un pico de 99.000 muertes semanales en enero de 2021. Asimismo, las personas mayores de 65 años fueron las más afectadas, acumulando hasta el 88% de los fallecimientos desde abril de 2022.
Desde los primeros casos detectados en Wuhan, China, en diciembre de 2019, hasta la declaración de emergencia sanitaria mundial en enero de 2020, el virus se propagó sin control. La OMS estima que ha habido 777,3 millones de casos confirmados, con 2022 como el año de mayor número de contagios (445 millones).
El impacto en los hospitales fue devastador. En el peor momento de la crisis, 526.000 personas ingresaban semanalmente por Covid-19. El colapso sanitario alcanzó su punto crítico en junio de 2021, cuando 245 de cada 1.000 hospitalizados requerían ingreso en UCI. Para noviembre de 2024, la cifra se había reducido a 41 por cada 1.000.
Contra todo pronóstico, la ciencia logró desarrollar vacunas en menos de un año. En diciembre de 2020, el mundo inició la mayor campaña de inmunización de la historia. Hasta finales de 2023, se habían administrado 13.640 millones de dosis en todo el planeta.
Sin embargo, la distribución no fue equitativa. Mientras que el 67% de la población mundial recibió la pauta completa y el 32% al menos una dosis de refuerzo, en los países de bajos ingresos solo un 5% tuvo acceso a dosis adicionales, frente al 49% en los países ricos.
Las primeras vacunas fueron las de Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca y Janssen, seguidas por Novavax, Sanofi, GSK y la española Hipra. Otras potencias también desarrollaron sus propias vacunas, como Rusia con Sputnik-V y China con Sinopharm y Sinovac.
Más allá de la emergencia sanitaria, la pandemia arrastró a la economía mundial a una recesión sin precedentes. En 2020, el PIB global se contrajo un 3,3%, con caídas del 6,4% en la UE, 7% en América Latina y 3,5% en Estados Unidos. España fue uno de los países más golpeados, con una caída del 10,8%, solo superada por el Reino Unido (10,3%) y Argentina (9,9%).
El turismo sufrió el golpe más duro de su historia. En 2020, las pérdidas ascendieron a 1,07 billones de euros, con un desplome del 74% en llegadas internacionales. España retrocedió a niveles de 1995, perdiendo el 69% de sus turistas. Aunque la recuperación ha sido progresiva, el turismo internacional no alcanzó los niveles prepandemia hasta 2024.
Aunque la fase aguda de la pandemia quedó atrás, sus efectos siguen presentes. La OMS estima que el 6% de los casos sintomáticos derivaron en covid persistente, con síntomas que pueden durar meses e incluso años.
El uso de mascarillas, que pasó de ser un objeto sanitario marginal a un producto de primera necesidad, generó un negocio global de 379.000 millones de dólares en 2020, una cifra 30 veces mayor que en 2019. En las primeras etapas de la crisis, el mundo consumía 129.000 millones de mascarillas y 65.000 millones de guantes al mes.
Cinco años después, la pandemia ha dejado lecciones imborrables. La crisis puso a prueba los sistemas de salud, la ciencia, la economía y la resiliencia de la sociedad. Aunque la normalidad ha vuelto, el mundo sigue conviviendo con las secuelas de un evento que cambió la historia.
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