El impacto del frío en la salud mental: "El cerebro interpreta el tiempo y lo asocia a estados emocionales"
Tanto el frío como la falta de luz son estímulos que el cerebro interpreta y asocia a estados emocionales
Mariola Fernández, profesora de Psicología en la Universidad Europea, explica cómo la interpretación del tiempo condiciona a nuestra emociones
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Llega el invierno, y con él, la lluvia y el frío. Estación en la que nuestro estado de animo parece alinearse con el mal tiempo y surge la tristeza o la desmotivación, a la que no le encontramos motivo. ¿Afecta el tiempo a nuestra salud emocional?
Mariola Fernández, profesora de Psicología en la Universidad Europea, explica que asociamos emociones a ciertos pensamientos. Por ejemplo "Si hace sol y dices: ¡que buen día!, las emociones asociadas serán: optimismo o alegría. Mientras que sí se pone a llover y comentas al respecto: ¡qué horror, ya me ha fastidiado el día!, tus emociones asociadas serán probablemente, decaimiento o apatía".
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"Como nos dice la Neurociencia, sabemos que las sensaciones del cuerpo se memorizan y se asocian a estados mentales", señala Mariola Fernández. Como diría Dispenza en su libro Deja de ser tú: 'Me pongo nerviosa porque mi cerebro ha reconocido esas sensaciones de mi cuerpo como aquellas presentes cuando estoy nerviosa'. Y así, clasificamos un montón de cosas, incluidas nuestras relaciones con las estaciones del año, como positivas o amables; y viceversa", indica. Si es verano 'estoy bien', si es invierno 'estoy estresad'”.
Estados emocionales aprendidos
En este sentido, explica la psicóloga que el cerebro asocia este estado corporal (probablemente por malos hábitos) a un estado psicológico concreto. Y lo activa. Por ejemplo, una palabra agresiva o triste, un correo estresante o una decisión difícil, producen cambios en el cuerpo porque el pensamiento influye en el cuerpo. "Éste, sabe qué nos estamos diciendo y favorece una experiencia emocional diferente según nos estemos relacionando con el tiempo.
Además, Fernández apunta que también hay "modificaciones en las relaciones sociales y profesionales. En estaciones en las que socializamos más, como el verano, o el humor es más amigable, la tendencia es la relajación y el disfrute, el optimismo o la flexibilidad. Y, al revés".
"Lo que ocurre es que inmersa en situaciones de estrés tú amígdala recoge las sensaciones físicas asociadas y las activa ante tales situaciones, ocurran cuando ocurra. Te vas en verano y tu estado de ánimo es distinto y vuelves en otoño y retomas un humor seco que no sabes de dónde viene. Pues ya tienes una pista. Cambio de estación y me desactivo", expone.
El no moverme empeora mis sensaciones
Durante estas sensaciones de tristeza y desgana, la psicóloga recomienda no apartar el ejercicio físico. "El organismo está preparado para moverse cuando experimenta una emoción. Y, el no hacerlo le incomoda. Es necesario practicar actividades alternativas que te induzcan condicionamientos saludables. Por ejemplo, incluye movimiento de brazos, sentadillas, estiramientos, cocinar, ir de compras, montar en bici…, en fin, tantas opciones como posibilidades escojas", subraya.
La falta de luz natural
El frío y la falta de luz natural tienen un impacto significativo en nuestro estado de ánimo. "En invierno, la reducción de horas de luz solar altera los ritmos circadianos, que regulan el sueño, la energía y el bienestar general. Esto puede contribuir a la aparición de un trastorno conocido como depresión estacional o trastorno afectivo estacional (TAE), caracterizado por síntomas como decaimiento, falta de motivación y, en algunos casos, tristeza intensa".
Por ejemplo, en verano, cuando hay más luz solar y socialización, el estado de ánimo suele ser más optimista, mientras que el invierno, con su ambiente más frío y menos interacción social, puede generar decaimiento o estrés.
Diferencias entre el impacto del frío seco y el frío húmedo
Cuando el frío es seco, Mariola Fernández destaca que "se genera una sensación de malestar físico relacionada con la sequedad en las vías respiratorias y la piel, afectando indirectamente al estado emocional. Las personas pueden percibir este tipo de frío como menos "agresivo" porque suele asociarse a cielos despejados, lo que permite mayor exposición a la luz natural. Y disfrutar de largos paseos".
Sin embargo, "el frío húmedo intensifica la sensación de incomodidad corporal debido a que el agua en el ambiente aumenta la percepción del frío. Esta condición, a su vez, también puede activar respuestas emocionales relacionadas con el desánimo, que terminan limitando la actividad física y social a la que esté acostumbrada la persona".
"La clave está en recordar que tanto el frío como la falta de luz son estímulos que el cerebro interpreta y asocia a estados emocionales. Adoptar estrategias proactivas, como ejercicio regular y prácticas de autocuidado, puede reducir el impacto negativo y mejorar nuestro bienestar integral en cualquier estación", concluye.
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