A nivel mundial, el cáncer de cuello de útero o cérvix es el cuarto cáncer más común en mujeres. En 2022 se diagnosticaron 662.301 casos y hubo 350.000 muertes, según los últimos datos disponibles. En cambio, en España hubo 2.047 casos nuevos de cáncer de cérvix en 2023 con 664 fallecidas, siendo el número 22 en el ranking de incidencias de tumores malignos en nuestro país, según las estimaciones del Observatorio del Cáncer de la Asociación Española Contra el Cáncer.
El virus del papiloma humano (VPH) es la causa de cerca del 90% de los cánceres de ano y cuello uterino, del 70% de los cánceres de vagina y vulva y del 60% de los cánceres de pene. Se contagia por contacto sexual con una persona infectada y tanto el hombre como la mujer pueden ser portadores asintomáticos y poder contagiar, ya sea a través del coito o por sexo oral.
Al menos el 80% de las mujeres se habrán infectado con algún tipo de VPH a lo largo de su vida y en el 90% de los casos el virus se elimina sin tratamiento específico durante los dos primeros años. Sin embargo, los casos en los que se cronifican aparecen las lesiones precancerosas y hay riesgo de que progrese hacia un cáncer invasivo.
Su prevención pasa por varias medidas como la vacuna contra el VPH y el uso del preservativo -aunque ninguna de esta dos medidas evita al 100% la transmisión del virus, tienen una gran cobertura- y la introducción del cribado poblacional de este tipo de cáncer desde 2019.
La incidencia en España es relativamente baja, de hecho, existe una gran diferencia entre los países más y menos desarrollados, ya que estos recursos son de difícil acceso: mientras en estos últimos es el segundo tumor en frecuencia, tras el cáncer de mama, en los países desarrollados su frecuencia ha disminuido drásticamente en las últimas décadas.
"Se calcula que una paciente correctamente vacunada contra el VPH en la adolescencia prevendrá en el futuro el 90% de los cánceres de cérvix y las lesiones premalignas", explica Luisa Sánchez Lorenzo, responsable del Área de Cáncer Ginecológico del Cancer Center Clínica Universidad de Navarra con motivo de la Semana Europea de Prevención del Cáncer de Cuello Uterino.
"Aun así, las vacunas no protegen contra los 150 subtipos de VPH que hay" subraya. Se han detectado 15 tipos de alto riesgo, siendo los 16 y 18 los responsables del 70 % de todos los cánceres de cérvix. "No tienen por qué acabar en cáncer, pero hay posibilidades".
Indica la experta que su prevención también tiene que ver mucho con los hábitos sexuales de la población, sobre todo con el uso de los métodos barrera, que previene casi un 100%. "Se puede tener una relación con una persona con VPH y no infectarte, pero obviamente cuantas más relaciones, más probabilidades".
Actualmente, la vacuna está incluida en el calendario vacunal para adolescentes mayores de 12 años. “Tanto para niñas como para niños”, destaca Sánchez Lorenzo. “Es una variación de los últimos años muy importante, ya que anteriormente solo se vacunaban a las niñas y a ellos también hay que hacerlo”.
"Es la manera que tenemos de prevenir y reducir los casos de cáncer de cérvix de forma más eficaz. Es lo mejor que podemos recomendar. Antes, al no cubrir a varones, se estaba dejando una parte de la población bastante descubierta", apunta. La vacunación ha sido un cambio en el paradigma de esta enfermedad".
Sánchez Lorenzo señala que los síntomas más frecuentes que puede tener una paciente cuando la enfermedad está localizada son sangrado genital anómalo (irregular e intermitente), sangrado con las relaciones sexuales o durante el examen ginecológico. "También puede haber un flujo maloliente, pero es un síntoma muy inespecífico, ya que puede ser indicativo de infección de la vagina o del cérvix."
Cuando la enfermedad está más avanzada puede cursar con dolor lumbar o pélvico, molestias al orinar, sangrado tras la menopausia, dolor con las relaciones sexuales, sangre en la orina o en las heces. "Incluso puede cursar con edemas en una pierna o ambas piernas, pérdida de peso, cansancio y pérdida de apetito (conocido como síndrome constitucional)".
"Las mujeres que llevan revisiones ginecológicas periódicas posiblemente no se llegará tarde al diagnóstico. En mujeres jóvenes (25-34 años) es más recomendable el uso de la citología y en mujeres de mayor edad (35-65 años) el test de VPH", aclara. Las pruebas son diferentes, ya que "en mujeres jóvenes el VPH suele ser bastante prevalente y en la mayoría de casos no le ha dado tiempo al desarrollo de una lesión premaligna. Sin embargo, en mujeres más mayores, que han podido tener una vida sexual más activa, sí han podido estar más expuestas al virus y desarrollar lesiones".
Cuando se conoce que una mujer es positivo en VHP, dependiendo el tipo, se seguirá un protocolo u otro en las consultas ginecológicas, según su riesgo cancerígeno. "Desde que una mujer sana se infecta hasta que se cronifica la infección, que es lo que da lugar a lesiones precancerosas, pueden pasar de media de unos 15 a 20 años". Sin embargo, "en personas inmunosuprimidas, como aquellas que tienen VIH no controlado, han sido trasplantadas o padecen enfermedades autoinmunes con tratamiento inmunosupresor, pueden tardar una media de 5 a 10 años".
La ginecóloga apunta que "cuando el tumor está localizado, que suponen la mayoría de los casos, una cirugía puede ser suficiente. "En aquellos menores de 2 centímetros se puede plantear una histerectomía simple con preservación de nervios. En casos más avanzados, es necesario quimioterapia y radioterapia. Además, la incorporación en casos muy avanzados de la inmunoterapia podría tener beneficios".
"La supervivencia es alta porque la mayoría de las pacientes son diagnosticadas en estadios iniciales. Sin embargo, los casos en los que son diagnosticadas en enfermedad muy avanzada en estadio 4 donde ya son pacientes metastásicas, la supervivencia global está entre los 2 y 3 años aproximadamente, incluso con la incorporación de nuevos tratamientos".
¿Se puede preservar la fertilidad? "Hay algunas lesiones que son susceptibles de hacer una cirugía preservadora de fertilidad, haciéndose una conización. Son viables en tumores de menos de 2cm de subtipo escamoso o adenocarcinomas VPH relacionado", explica. "Una mujer con cáncer de cuello uterino que ha recibido quimioterapia o radioterapia no va a poder ser madre".
Para Sánchez Lorenzo, las medidas de barreras de protección, el cribado, la vacunación y la educación sexual a las generaciones más jóvenes, población en la que desde hace unos años se ha vuelto a ver un pico de casos e enfermedades de transmisión sexual por cambio en las prácticas sexuales, son las mejores herramientas contra el cáncer de cuello uterino.
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