Juanjo Larrotcha tiene 55 años y miles de kilómetros en las piernas. No en vano, él calcula que puede correr más de 6.000 al año entre entrenamientos y competiciones. Hace sólo unas semanas se proclamaba vencedor en una de las carreras de trailrunning más icónicas del planeta, ‘Del mar a la cima’, por disputarse en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia. Allí se pasa de la playa a los 5.600 metros del Pico Cristóbal Colón en apenas 40 kilómetros, algo que no sucede en ningún otro lugar del mundo.
Larrotcha, pese a no ser profesional, completó los 110 kilómetros en un tiempo total de 17 horas y 15 minutos, algo al alcance de muy pocos y que es motivo de satisfacción para el propio protagonista. “Todas las ultras tienen su punto de dureza. He corrido carreras más duras en cuanto a desnivel, terreno técnico o distancia, pero la carrera en Colombia tenía un componente único: un clima extremadamente hostil. El calor y la humedad no son precisamente aliados en este tipo de formato de larga distancia”, explica el propio Juanjo.
Larrotcha pormenoriza sus sensaciones: “El terreno, el barro y las condiciones generales supusieron un desafío añadido para alguien como yo, acostumbrado a otras circunstancias. Para corredores locales, adaptados a ese entorno, las cosas son diferentes”.
A este corredor que supera con creces la cincuentena, no le gusta poner etiquetas a las carreras. Cada una es única y encuentra su dureza particular por algo distinto. “Eso de que sea ‘la carrera más dura del mundo’ son etiquetas. Una carrera de 5.000 metros puede ser igual de agónica por la intensidad. La dureza depende del formato, del terreno y de las características del corredor".
Él, para luchar contra todas estas circunstancias que pueden configurar las carreras de ultradistancia, se dedica a entrenar con todos los condicionantes que ofrece la vida de un trabajador normal, de alguien que no se dedica al deporte de manera profesional.
“No soy un profesional del ultrarunning en el sentido económico, aunque algunos creen que lo soy porque compito y tengo patrocinadores. Trabajo como técnico en la administración pública, cumplo mi jornada laboral y tengo responsabilidades como cuidar de mi hijo”, nos explica Juanjo.
“El ultrarunning es una parte importante de mi día a día y de mi planificación vital. Tengo un calendario de competiciones que condiciona mis vacaciones y mi ocio, pero no vivo de ello. Es una actividad que me tomo con seriedad y entusiasmo, aunque no sea mi medio de vida", añade.
Todo esto suma un total de entre dos y tres horas de entrenamiento diario de lunes a viernes. “Incluyo trabajo de gimnasio y running. Los fines de semana suelo entrenar entre seis y siete horas en total. Con los años, he aprendido a mantener una base física que me permite no dedicar tanto tiempo al entrenamiento si las circunstancias no lo permiten. Además, procuro no sobrepasar ciertos límites para evitar fatiga o lesiones. Aunque estoy contento con mi rendimiento y mi estado físico, soy consciente de que hay que optimizar el tiempo de entrenamiento, sin excederse”, analiza Larrotcha.
Juanjo no tiene un entrenador personal y no porque no crea en esa figura sino porque él prefiere formarse y aplicarlo a su propio cuerpo, entendiendo que nadie mejor que él va a conocer sus propias sensaciones y limitaciones. Así lo ha hecho desde que decidió retomar su pasión por el running hace casi dos décadas. “En mi niñez hice mucho deporte: fútbol, escalada y alpinismo. Creo que hacer deporte desde pequeño te marca incluso a nivel fisiológico. Durante mi etapa universitaria me aparté un poco del deporte, centrado en los estudios y otras cosas. Aun así, nunca dejé de practicarlo del todo. Retomé el hábito de correr a los 38 años, en 2005, con más entusiasmo, fruto de la madurez y todavía en buenas condiciones físicas. Siempre he sido resistente y correr me ha resultado algo muy natural”.
Cierto es que no es lo mismo salir a correr que preparar carreras de 100, 200 o 300 kilómetros. “Para el ultrarunning la edad no es un impedimento real, aunque con los años necesitas conocer mejor tu cuerpo. Ahora tengo 55 años y me encuentro en un gran estado de forma. No sé hasta cuándo podré competir, pero mi idea es prolongar mi actividad tanto como pueda, siempre priorizando el disfrute. Si llega un momento en el que ya no disfrute, me adaptaré. Mientras mi cuerpo y mi salud lo permitan, seguiré corriendo. El deporte es fundamental para mí, es parte de mi vida y de mi felicidad personal. Si a los 80 años puedo correr 5 o 10 kilómetros, lo haré. Los beneficios del deporte siempre superan cualquier inconveniente”, reflexiona Larrotcha.
Juanjo, sin embargo, no esconde que el paso del tiempo también implica limitaciones, pero cuando echa cuentas le salen más pros que contras: “He notado que, lógicamente, me cuesta más trabajo ser rápido, pero no tanto por la edad, sino por el volumen de entrenamiento que requiere la larga distancia. Esto genera una fatiga que dificulta mantener la velocidad. Probablemente, si bajara el volumen, mejoraría algo en velocidad. La edad me ha enseñado a cuidarme mucho porque es fundamental. Además, he ganado experiencia y equilibrio mental, que son fundamentales en esta disciplina. La parte psicológica juega un papel muy importante, y creo que esto ha sido una ventaja respecto a hace 20 años”.
Este ultrarruner ha ido adaptando también sus rutinas con el paso de los años. Ha cambiado su forma de alimentarse, de preparar las carreras e incluso ha pasado por el veganismo y también lo ha dejado porque se dio cuenta de que no le iba bien ni a nivel de rendimiento ni a nivel de salud. Por eso recuperó la dieta omnívora.
“Al principio cuidaba excesivamente los suplementos como magnesio, pero con el tiempo me di cuenta de que muchos aportan más un refuerzo mental que una efectividad real. No utilizo geles ni productos artificiales; prefiero alimentos naturales. Procuro llevar mi propio avituallamiento o, si alguien me asiste, dejar algo en bolsas de vida o en mi mochila. Suelo tirar de alimentos como plátanos o dulce de membrillo, que son naturales y me sientan bien”, comenta.
Él sabe perfectamente que en carreras como la que acaba de ganar en Colombia es clave saber manejar la alimentación. “En estas competiciones, el problema muchas veces es que el estómago se cierra. Si no comes lo suficiente, no repones energía y estás fuera. Por eso es importante saber qué te encontrarás y, sobre todo, ir con confianza. Si he entrenado bien, descansado bien y estoy en condiciones de disfrutar, sé que todo irá bien. Cada vez sigo una filosofía más minimalista: confiar en mí mismo y depender menos de factores externos”, argumenta.
En este sentido, también ha pasado a huir de los complementos, tan de moda hoy en día en el mundo del deporte. “No soy muy de gadgets. No tengo Strava ni cuento los kilómetros más que en mi diario de entrenamiento. No soy nada friki. Me entreno a mí mismo porque mi filosofía es de libertad. No me gano la vida con esto, así que lo que necesito es disfrutar. No soy anárquico, tengo estructura, pero me permito cambiar cosas según las obligaciones del día a día. Así me siento libre”, resume.
Larrotcha lleva dos décadas compitiendo en ultradistancia y, cuando se le pregunta por la competición más dura, apunta a los Alpes. “Probablemente sea el Tor des Géants, en el Valle de Aosta. Es un circuito de 330 kilómetros, con 25.000 metros de desnivel positivo y otros 25.000 de negativo. Además de las cifras, lo complicado es la privación del sueño. En esta carrera, que completé en 84 horas, solo dormí dos. Esto añade una dificultad enorme".
Y es que Juanjo no entrena la privación del sueño para la competición. No lo ve útil. “Por mi experiencia, no compensa hacerlo porque el cuerpo nunca se adapta realmente a no dormir; lo único que consigues es acumular cansancio y dañar el organismo. Creo que es mejor enfrentarte a esa dificultad solo en competición”, explica.
Él mismo sabe lo que genera la falta de sueño cuando compites. Lo conoce de primera mano: “La gestión del sueño, cuando pasas un determinado número de kilómetros, es muy complicada. Al entrar en dos noches, el cerebro empieza a hacer cosas raras y a ir por su cuenta”.
La pasión de Juanjo por la ultradistancia le ha llevado a recorrer el planeta entero a golpe de zapatilla. Desde la propia Colombia o Costa Rica hasta Nepal, Argelia, Turquía, China o Islandia. "He corrido en lugares muy atractivos, viendo paisajes de ensueño, algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados. También he corrido en el desierto, con rectas interminables, que mentalmente son muy duras porque no tienes referencias para motivarte. Islandia fue increíble, pero también Nepal y las zonas montañosas de China".
Después de todo eso y mucho más, como haber cumplido el sueño de correr cinco veces en el Mont Blanc (con podios en distintas ediciones y categorías), ahora tiene en mente la Badwater, una ultramaratón de más de 200 kilómetros que se desarrolla en Death Valley, en Estados Unidos, así como afrontar carreras menos masivas o mediáticas.
También tiene muy claro las competiciones que no le atraen. “Una carrera que no haré es la Maratón de Sables. Al principio me parecía atractiva, pero es un montaje muy caro y no me interesa”.
Así pues, Juanjo Larrotcha prepara ahora su calendario para 2025, huyendo de la masificación y con la mente puesta en seguir compitiendo aunque su DNI esté más cerca de los 60 que de los 50. Él no lo mira y confía en tener gasolina para rato para seguir subiendo montañas (le gusta más subirlas que bajarlas), disfrutando cada kilómetro y cruzando metas en cualquier rincón del planeta. Eso sí, no le busquen en el asfalto: “Pudiendo correr por la montaña, no veo sentido en hacerlo por la ciudad”.