Conchi tardó un año en contar que tenía incontinencia urinaria: “Pedí la baja, pero oculté la razón real”

De un día para otro, la vida de Conchi Cambelo cambió sin síntomas previos ni señales de alarma. Había salido a correr como de costumbre cuando notó que de repente sus piernas se mojaban: se había orinado encima. La vergüenza que sintió en ese momento fue tan inmensa que decidió volver a casa para cambiarse y ocultar lo que le había ocurrido. Y desde entonces, lo que parecía un hecho aislado, comenzó a suceder un día tras otro.

En España, alrededor de los 6,5 millones de personas padecen incontinencia urinaria. A pesar de que los síntomas físicos son conocidos, las consecuencias emocionales de esta patología no lo son tanto. El miedo, la vergüenza y la inseguridad hacen que casi la mitad de los pacientes con incontinencia no acudan al médico.

Conchi, de 45 años, fue una de esas personas. Durante un año ocultó su problema, incluso a su médico, solicitando una baja laboral sin revelar la verdadera causa de su malestar psicológico. "No sabía cómo asimilarlo", aseguró durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco.  "Le dije que me encontraba mal psicológicamente, que tenía mucha ansiedad y que no me apetecía salir de casa. También, que no tenía ningún problema que me estuviera derivando esto, pero que me encontraba en un momento vital bajo de ánimo. En ningún momento le dije la razón real, me daba muchísima vergüenza, era como un embudo".

Convivir con el estigma

En casa también intentó disimularlo, hasta que la situación se volvió evidente. "No les quería implicar, ni que se preocuparan", relata. Dejó de beber lo máximo posible para no generar líquidos, pero aun así con cualquier movimiento, aunque no hiciera fuerza, se orinaba encima. "No había manera de controlarlo". Además, se negó a llevar absorbentes. "Solía usar ropa ajustada y no conseguía disimularlos y que no sonaran al andar. Como mucho, he usado compresas grandes, y aun así, pensaba que la gente me iba mirando por la calle. Era obsesión total", reconoce.

Su incontinencia afectó a todos los ámbitos: dejó de socializar, evitó eventos familiares y redujo al mínimo su vida íntima. "No se lo conté ni a mi mejor amiga por vergüenza. Mi círculo creía que no salía porque estaba pasando una mala racha". Tampoco acudía a los eventos de sus hijos "por no crear un espectáculo, y apenas tenía relaciones sexuales. "Me meaba con cualquier movimiento", recuerda.

No se lo conté ni a mi mejor amiga por vergüenza. Mi círculo creía que no salía porque estaba pasando una mala racha

Finalmente, al cabo de un año de baja y a las puertas de pasar por el tribual médico, se armó de valor y confesó a su doctora que su malestar psicológico estaba relacionado con la incontinencia. Sin embargo, en la consulta se topó con la falta de conocimiento por parte de la profesional. Durante tres años pasó por varios especialistas y rehabilitación de suelo pélvico sin mejora. "Hasta que dije basta y le propuse que me derivara a urología. Había leído que podría ser un problema urológico." 

La técnica pionera que le devolvió su calidad de vida

Su petición cambió su rumbo y puso fin a su tortura. Conchi es de Leganés, pero debido a las largas listas de espera, le derivaron al Hospital Rey Juan Carlos, en Móstoles. "Tuve la suerte de mi vida". Allí, el equipo liderado por el Dr. David Carracedo le propuso una solución innovadora: la implantación de un esfínter artificial utilizando el robot Da Vinci. Una intervención muy pionera en España por entonces y una de las primeras pacientes en la Comunidad de Madrid.

Después de la operación, estuvo un mes hasta que se lo pudieron activar. Desde entonces no ha vuelto a tener perdidas de orina ni necesitar medicación ni rehabilitación. "En verano he cumplido siete años", cuenta orgullosa. "Cuando voy al baño, como dicen mis hijos, soy robótica. Tengo una canulita en el labio derecho y cada vez que noto que tengo ganas, la aprieto y la vejiga se vacía. Al principio me costó un poco adaptarme al mecanismo, pero luego es coser y cantar".  Actualmente va a revisiones anuales y "se estipula que en unos 10-12 años alguna parte del implante habrá que cambiarlo por deterioro del uso".

Volver a correr y recuperar su vida

También ha vuelto a correr, su gran afición. Antes de la operación, mentalizada de que seguramente no pudiera volver hacerlo le dijo a su médico: "Si tengo que dejar de correr, lo hago, pero otras cosas de la vida no quiero perdérmelas". Sin embargo, volvería a poder disfrutar de este deporte. Al año, tras la primera revisión, llegó el momento. Carracedo le propuso hacer la carrera virtual - debido a la pandemia- que realizaba la Asociación de Pacientes con Incontinencia (ASIA). "Fueron mis primeros 5 km después de la operación y cuando acabé, solo me miraba y decía: 'Estoy seca. Qué alegría'”. 

Fueron mis primeros 5 km después de la operación y cuando acabé, solo me miraba y decía: 'Estoy seca. Qué alegría'

Aunque aún se desconoce la causa exacta de su incontinencia, Conchi celebra haber recuperado su calidad de vida. "Puede darse en mujeres después del parto por la debilitación del suelo pélvico. Sin embargo, cuando me ocurrió, mi hija pequeña, la tercera, tenía 15 años, con lo cual o había ido muy despacio y se soltó de golpe o es por otra causa desconocida", cuenta. Lo que sí sabe es que su vida ha vuelto a florecer y ahora ayuda a otros como delegada de la ASIA. "Pasé de estar tan mal a tener un subidón tremendo al ver que los resultados tan positivos". Ahora, a sus 53 años, la incontinencia ya no se le interpone ante nada.

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