Los centros sanitarios vuelven a sentir la presión del repunte de casos derivados de distintos virus que proliferan en estas fechas. Entre los catarros comunes, la gripe y el coronavirus, que sigue entre nosotros, también el norovirus destaca como uno de los que más fuerza ha cogido en estas Navidades a las que ya decimos definitivamente adiós.

Conocido también de forma coloquial como ‘gripe estomacal’, sus síntomas más frecuentes vienen con náuseas, vómitos, diarrea y fiebre; un cóctel que está complicando todavía más la situación en centros de salud y hospitales al inicio de 2025.

Con una gran capacidad de contagio, el norovirus se ha extendido rápidamente entre otros virus estacionales para la desesperación de los sanitarios, que han visto cómo se redobla el número de pacientes en fechas especialmente señaladas.

Capaz de contagiar a personas de cualquier edad, se transmite tanto por contacto entre personas con alguien infectado como por el contacto con superficies contaminadas. También con el consumo de alimentos o agua contaminada.

Entre estos últimos, y un típico de estas fechas, destaca especialmente el riesgo con algunos mariscos por las probabilidades de contaminación y su filtrado del agua en su alimentación.

No en vano, en Estados Unidos las autoridades sanitarias detectaron el pasado mes de diciembre un brote de noravirus cuyo origen fue identificado en el consumo de ostras contaminadas; motivo por el cual la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) tuvo que intervenir.

Entre los principales síntomas del norovirus destacan las náuseas, los vómitos y la diarrea líquida, acompañada de dolor abdominal. Además, es muy común que el paciente afectado se sienta débil, muy cansado y con dolores en el resto del cuerpo; tanto musculares como dolor de cabeza.

De igual modo, también suele aparecer fiebre, aunque no suele ser muy elevada; algo a vigilar también con atención.

En estas circunstancias, la infección por norovirus resulta muy incómoda, pero en general no suele derivar en casos peligrosos, recuperándose el paciente en dos o tres días.

De media, la incubación del virus suele ser de uno o dos días, tras lo cual se manifiesta rápidamente afectando al sistema digestivo.

Pese a que los síntomas son abruptos en las primeras 24 horas, pudiendo extenderse hasta 72, lo normal es que la enfermedad se desarrolle con una corta duración.

A ese respecto, lo que destaca especialmente en el virus es la capacidad de propagación, algo que lo hace potencialmente adaptado para generar brotes en fechas tan reseñables como las navideñas, donde son frecuentes las masificaciones y las concentraciones de gentes, con grandes eventos, comidas en familia, etc.

Frecuente así en los meses de invierno, los menores de cinco años suelen ser los más afectados, si bien es frecuente que se extienda en múltiples franjas etarias.

Sin un tratamiento específico para el norovirus, la principal recomendación que emiten las autoridades en materia de prevención no nos resulta nueva. Igual que con el coronavirus, aconsejan especialmente ser muy higiénicos y lavarse las manos con agua y jabón durante al menos 20 segundos, especialmente antes de manipular alimentos y después de ir al baño.

Más allá, una vez infectados, lo que recomiendan es prestar especial atención a los síntomas para controlarlos y tener especialmente cuidado con la deshidratación, dados los vómitos y las diarreas como síntomas fundamentales.

Por esa razón, recomiendan hidratarse con agua y líquidos ricos en electrolitos. Agua con limón y sopas de arroz pueden ser aliados para combatir la infección. Entre las frutas se aconseja el plátano, mientras se llama a evitar los lácteos durante varios días.

Poco a poco, para introducir sólidos, también se puede introducir filetes de pollo a la plancha, buscando en general utilizar alimentos que sean astringentes.

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