El cáncer infantil es una enfermedad poco frecuente. Aun así, es la primera causa de muerte y de años de vida perdidos en niños cero a 14 años, con una incidencia de 1.300 casos anuales en menores de 15 años en España. Los tipos de cáncer infantil más comunes son la leucemia (30% de los casos), los tumores del sistema nervioso central y los linfomas.
Presenta diferencias significativas respecto a los cánceres en adultos, con una incidencia muy baja, pero con una supervivencia bastante favorable que ha mejorado considerablemente en los últimos años. Actualmente, se sitúa en torno al 80% a los cinco años del diagnóstico. Los cánceres en niños y adolescentes difieren de los tumores en adultos en su origen, histología, pronóstico y respuesta al tratamiento, lo que hace necesario su estudio como una entidad aparte.
"No se parecen en nada. Los tumores de los niños no son superficiales, generalmente suelen ser profundos y no son susceptibles de poder hacer prevención como en el melanoma o en el cáncer de mama. En el niño el tumor sucede en el desarrollo y en el adulto en la senectud, lo que conlleva que las diferencias sean brutales", explica Luis Madero López, jefe de oncología pediátrica del Hospital Niño Jesús, para la web de Informativos Telecinco.
A pesar de la buena tasa de supervivencia, España está en la media europea. El registro nacional de tumores infantiles (RETI-SEHOP) en el que se recogen datos desde 1980 muy detallados sobre el diagnóstico y tratamiento de cada niño diagnosticado, ha permitido compararnos con otros países de Europa. En los países nórdicos, como Suecia, Finlandia y Noruega, y en otros del centro de Europa, como Alemania y Austria, las tasas de supervivencia alcanzan el 90%, un 10% superior a la nuestra.
Según Madero, una de las razones de esta diferencia es la organización de los sistemas sanitarios. En España, cada comunidad autónoma cuenta con centros de oncología pediátrica, pero muchos de ellos atienden a menos de 30 pacientes al año, lo que limita la experiencia acumulada. "Agrupar a los pacientes en menos centros permitiría mejorar los resultados, tal como han hecho otros países", explica.
La adopción de protocolos unificados también juega un papel clave en la mejora de los resultados. En Europa, 14 países utilizan el protocolo All Together para tratar la leucemia que salva más vidas que el nuestro. "En España se sigue mayoritariamente el protocolo SEHOP/PETHEMA de 2013. Es hora de cambiar. Sin embargo, para que un paciente se pueda incluir se necesitan una serie de diagnósticos genéticos, que no están actualmente financiados por el Ministerio de Sanidad", aclara. El protocolo se ha implantado en el hospital Niño Jesús en Madrid y el Sant Joan de Déu en Barcelona, gracias a financiación externa de la Fundación Unoentrecienmil, de la que Madero es el presidente científico.
La medicina personalizada también ha demostrado ser una herramienta eficaz para mejorar la supervivencia, especialmente en los casos de recaída. Los estudios genómicos permiten adaptar los tratamientos a las características específicas de cada tumor, aumentando las probabilidades de éxito.
Aún existen retos importantes. Los tumores del sistema nervioso central y los sarcomas metastásicos presentan tasas de supervivencia mucho más bajas (30-40%), debido a su complejidad. La investigación en estos campos es prioritaria para lograr avances similares a los de otros tipos de cáncer.
En este sentido, los ensayos clínicos desempeñan un papel fundamental. El Hospital Niño Jesús es uno de los líderes europeos en esta área. Con más de 100 ensayos en marcha se encuentra en segunda posición, detrás del hospital parisino Gustave Roussy. Estas investigaciones incluyen terapias innovadoras como la inmunoterapia y los inhibidores de quinasas, que buscan ofrecer alternativas para los pacientes que no responden a los tratamientos convencionales y mejorar su supervivencia.
Madero señala que la humanización del tratamiento igualmente es un aspecto clave en la oncología pediátrica. Desde los espacios físicos hasta las actividades recreativas, el objetivo es minimizar el impacto emocional y social de la enfermedad en los niños y sus familias. "No solo se trata de curar, sino de curar bien", enfatiza Madero.
"Se estima que en 2030, una de cada 700 personas será superviviente de cáncer infantil", apunta Madero. Esto plantea un nuevo desafío: garantizar que estos supervivientes tengan la mejor calidad de vida posible. "Las secuelas a largo plazo, como problemas cardiovasculares o endocrinos, requieren un seguimiento continuo y una atención integral. Esto ya no es solo responsabilidad del oncólogo pediátrico, sino de todo el sistema sanitario", concluye Madero.
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