Agustín tiene 67 años y lleva una vida tranquila. Ya se ha jubilado y disfruta del tiempo libre junto a sus familiares y amigos; entre ellos, los que conoció en las reuniones de Alcohólicos Anónimos, a las que, aun llevando 20 años sin probar una gota de alcohol, sigue acudiendo porque le "viene bien". Él es uno de los veteranos que ayuda a otros asistentes a tener la esperanza de que es posible vivir sin beber. Gente que, aunque se muestre escéptica en un principio, se identifique con sus historias vitales hasta llegar a la aceptación de su alcoholismo con el fin último de salir de él.
A cuenta de la celebración del Día Mundial sin Alcohol, Agustín ha recordado en la web de Informativos Telecinco cómo comenzó su adicción, alertando sobre la normalización de la bebida que, al menos en su época, era común en su entorno: “Ocurrió siendo yo muy joven. Empecé a trabajar con 14 años y se veía como algo normal que los compañeros me ofrecieran un vino con casera a la hora de comer. Yo era un chico tímido, con muchas inseguridades y descubrí algo fantástico: que el alcohol me quitaba los complejos. Y así empezó mi problema”, ha relatado, como punto de partida de una "incontrolable" necesidad de beber, que se acrecentó años después.
"Cuando tenía 30 años, ya casado y con hijos, comenzaron los problemas serios. Acudí al psiquiatra y conseguí dejar la bebida durante 7 años. La verdad es que me encontraba muy bien. Pero un día dije, ‘Bueno, por tomar una cerveza no pasa nada’ y esto es como quien es adicto al tabaco. En el momento en que lo pruebas, ya estás perdido”, ha dicho. A Agustín le gusta usar el símil del tabaco para explicar las temidas recaídas, porque "parece que todo el mundo lo entiende mejor". Porque, en su camino, se ha encontrado a personas que le han dicho que no es malo si se toma un vino durante el fin de semana, pero sí lo es. Porque él, como los fumadores o el resto de los alcohólicos no "pueden controlar" su forma de beber. Y una cerveza aislada en una comida provoca lo que vino más tarde:
"Me pasaba las 24 horas del día pensando en el alcohol. Cada mañana, me levantaba con la firme convicción de que ese día no iba a beber. Pero luego pensaba que no pasaba nada por tomarme un vino con el pincho del mediodía. Que me tomaba uno y ya no me tomaba más. Y al final, terminaba en el bar hasta la una de la mañana. Era un desastre. Siempre he encontrado una excusa en mi cabeza para beber. Bebía porque mi mujer no me entendía, o por las hijas, o porque el trabajo iba muy mal. Tras la recaída, tuve una perforación de estómago, tuve una peritonitis y ahí fue cuando mi mujer me dijo que por qué no acudíamos a una reunión de Alcohólicos Anónimos que nos quedaba cerca", ha recordado. Y ese pequeño paso supuso el cambio más importante de su vida.
Agustín no entró "nada convencido" a su primera reunión. Llegó "echo polvo" y de la mano de su esposa pero, algo debió de gustarle desde el primer día para volver a la asociación, una y otra vez. “No entré convencido de querer dejar de beber, pero seguí acudiendo a las reuniones. Intenté aguantar sin beber y me dio una depresión. A los dos años, acabé aceptando mi alcoholismo y eso fue una liberación”, confiesa. Sobre los mitos que rodean a estas conocidas reuniones, hay algunos que se cumplen y otros que no.
"Sí es cierto que las personas que acuden, si así lo desean, pueden presentarse como "Hola, soy Agustín y soy alcohólico". Yo lo hago así", explica el entrevistado, y aclara que aquí en España no se da ninguna moneda cómo símbolo de los días que el adicto lleva sin beber. “En las reuniones te enseñan el plan de las 24 horas. Que intentes no beber durante un día, sin pensar más allá. Se suele leer algo de la literatura que tenemos de AA y compartimos experiencias para tener la esperanza de que un día, se puede de dejar de beber. Hay alguien que cuenta su experiencia de cómo es su vida después de dejar la bebida, para que los demás se identifiquen con su historia y vean que está bien. Que se ríe, que está tranquilo. Y nadie le interrumpe mientras lo cuenta".
La tranquilidad ha sido siempre el gran objetivo vital de Agustín. Pensó que la bebida eliminaría sus problemas, pero el efecto era justamente el contrario. Por eso, ahora, a 20 años vista, aprecia la buena vida que tiene, una vida sobria y "sencilla" que, gracias a la iniciativa de su mujer y a la suya propia, puede compartir con su familia.
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