'Dulce' (o 'Sucre') es un documento que desmitifica dos cosas. Primero, que el cómic esté exclusivamente destinado a la narrativa infantil y, segundo, que una persona con diabetes no pueda llevar una vida normal. A través del dibujo, Marina Tena ha contado una realidad social - como ya lo hicieran otros cómics de denuncia como 'Maus' o 'Persépolis' -, centrada en una enfermedad que, al no tener síntomas escandalosamente visibles, se suele menospreciar.
A los 7 años, le comunicaron que su organismo no producía insulina y que esto supondría un cambio importante en sus hábitos alimenticios. En todos sus hábitos, en realidad. Gracias a sus padres, que asumieron la enfermedad como propia, tuvo una infancia feliz y libre del volumen de decisiones diarias con una persona con diabetes debe tomar. "Ellos le preguntaban al médico qué debíamos hacer para que yo no fuera la única invitada a los cumpleaños que no comiera tarta y se llevara su propia mandarina", cuenta a Informativos Telecinco web, como ejemplo de la protección que sus progenitores le quisieron brindar.
Sin embargo, la niña creció y, a sus 23 años, es plenamente consciente de lo que supone tener diabetes. Más allá de lo que puede o no comer o de la cantidad de azúcar que ingiera, el handicap de esta enfermedad radica en la preocupación constante que tiene el paciente sobre sus niveles de glucosa. "Si yo me como una manzana a primera hora de la mañana, no me va a afectar igual que si me como esa misma manzana a las cuatro de la tarde, porque el organismo cambia durante el día. Esto quiere decir que, además de estar sacándome el MIR y estudiar más de doce horas al día, tengo que estar siempre pendiente de esta hija mía llamada diabetes", ha explicado en una entrevista en exclusiva.
Porque Marina asegura que "una persona con diabetes toma una media de 180 decisiones diarias en torno a su enfermedad", además del resto de decisiones que cualquier persona toma durante su rutina. "Cuando me despierto y abro a los ojos, lo primero en lo que pienso es en cuánto tengo el azúcar. Si me pincho la insulina, tengo que pensar cuánto rato debe pasar hasta que pueda tomar un café. Tengo que tener en cuenta si tengo la regla, o si voy a ir a la oficina andando o en autobús, porque si voy a pie debo tomar un café más algún otro alimento. Si después de trabajar quiero ir al gimnasio, tengo que poner la bomba dos horas antes en modo deporte. Y así durante todo el día", dice, para reflejar la extrema programación que las personas con diabetes ejercen sobre sus propios actos.
"Y eso en un día normal. Porque si me voy, por ejemplo, de boda, debo ser consciente de que voy a beber alcohol y eso va a hacer que me suban los niveles, pero, en cuanto lo empiece a orinar, mis riñones van a eliminar el azúcar y me va a bajar de repente. Entonces, tengo que preguntarme si puedo seguir bailando o me tengo que sentar. Recuerdo que, en algún concierto, he medido mis pasos de baile para evitar que me bajara la insulina", ha añadido, como ejemplos de la carga mental que supone esta patología sin cura.
Tanta preocupación, por tanto, puede aislar a la persona. Por ello, Marina tomó la decisión de "relajarse" de vez en cuando, siempre dentro de una responsabilidad. "Ahora, si veo que estoy bailando y que me baja el azúcar, pienso que lo podré arreglar y compensar más tarde. Yo sé que tengo que estar feliz y en calma para poder manejar mi diabetes. Es importante que los diabéticos nos permitamos alguna licencia, que nos divirtamos, que cuidemos también la salud mental, pues es nuestra mente la que está manejando el barco. Con el tiempo, yo he aprendido a gestionar mi frustración de una forma más amable, a exigirme menos y a no cuestionarme si se me ha olvidado en casa alguno de los aparatos de la bomba o cualquier otra cosa que necesite. Soy humana", concluye.
Los demás también podemos ayudar a las personas con diabetes a rebajar sus altos niveles de estrés. Marina se relaja mucho cuando está con su madre, porque sabe que ella siempre "lleva algo de azúcar encima". También cuando sus amigas llevan un bote de zumo de naranja en el bolso, por si ella lo necesita. Pequeños detalles que, si bien no controlan directamente sus niveles, sí ayudan a esta joven a respirar algo más tranquila.
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