Víctor y Mentxu se enamoraron mientras se recuperaban de un ictus: "Nos pasó lo mejor cuando peor estábamos"

Víctor Fernández, de 59 años, había sufrido un ictus en plenas navidades y se encontraba en un centro interno recuperándose de las secuelas que éste le había provocado. Estaba pasando por "el peor momento de su vida", como él mismo confiesa, cuando inesperadamente volvió a creer en el amor. En medio de su proceso de rehabilitación, sin esperarlo, la conoció a ella: Mercedes Álvarez (Mentxu para los suyos).

Llevaba un mes entre terapias para poder recuperar, entre otras cosas, la movilidad. Aún no había llegado a asumir lo que le había ocurrido. "De repente empecé a encontrarme mal, se me durmió una parte de la boca y me sentía mareado". Lo siguiente que recuerda son las sirenas de la ambulancia y el posterior ingreso en el hospital. Pasó un mes entre el de Valladolid, en la unidad de ictus, y el de Palencia, su ciudad, estancias de las que tiene recuerdos muy vagos.

Pero lo que sí rememora con claridad fue la primera vez que se topó con Mentxu. Ya era febrero, y a Víctor, que ya había pasado por dos hospitales, lo habían trasladado hasta su tercer y último destino antes de conseguir el alta: el Hospital Casaverde Valladolid, un centro especializado en rehabilitación neurológica y física para personas con daño cerebral adquirido. El lugar donde volvería a enamorarse.

La primera vez que vio a Mentxu

Un día más estaba descansando mientras veía la televisión cuando "Mentxu pasó como un cohete" por delante de él. Enseguida Víctor, que levaba un tiempo en el centro, reconoció que era una cara nueva. Se trataba de la última paciente que había llegado al centro, y que al igual que él, había sufrido un ictus.

A Mentxu le sucedió mientras dormía a sus 57 años. Fue su hijo quien se la encontró caída de la cama en un hilo entre la vida y la muerte. Antes de llegar a Casaverde pasó dos meses en la UCI del Hospital de Burgos y uno en el de Soria, de lo que no recuerda absolutamente nada. Su memoria se ha visto afectada por el ictus y desde que ese día se acostó no tiene imágenes hasta que llegó al centro.

Ambos dudan de como comenzaron hablar, sus vagos recuerdos le hacen creer que fue en la puerta del centro. "A los dos nos gustaba salir y fijo que nos encontramos ahí. Además, yo hablo mucho y eso seguro que hizo que comenzáramos a conversar", cuenta Mentxu durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco.

De la amistad a la relación: lo que unió su vivencia

Poco a poco los momentos juntos se fueron intensificando. Víctor la buscaba por las mañanas en la máquina del café, que a pesar de que no lo consume, sabía que a ella le encantaba. Mentxu, por su parte, arrastraba hasta el comedor a Víctor en su silla de ruedas. Y en los pasillos surgían los momentos de confesión y desahogo. "Nos contábamos cómo nos encontrábamos y cómo avanzaban las terapias. Nos entendíamos, ambos habíamos pasado por lo mismo", relata él.

Aunque en un primer momento parecía una amistad en la que compartían su vivencia y encontraban una gran compañía, el amor fue surgiendo poco a poco. Y de conversaciones fortuitas pasaron a conversaciones más profundas. Él la buscaba con la vista en el comedor. Ella lo buscaba a él. Hasta que sus miradas se cruzaron. "Un día le dije: 'No me mires así'", cuenta Mentxu.

Los sentimientos estaban aflorando, pero ninguno lo quería reconocer. "Yo estaba blindada al amor, llevaba 10 años soltera", comenta ella, a lo que él reafirma: "Ninguno lo buscábamos, habíamos tirado la toalla en ese aspecto". Sin embargo, en su momento más oscuro y menos esperado, el amor surgió.

El momento más especial

Cada noche se daban un beso en la mejilla para despedirse hasta que Mentxu le echó valentía y rompió el hielo. "Le planté un beso en la boca". En ese momento la cara de Víctor fue un poema, no se esperaba que ella estuviera sintiendo lo mismo que él. "Casi le da otro ictus", bromea Mentxu.

- "¿Cuál es vuestro recuerdo más especial?".

- "El beso", coincidieron ambos sin titubear en llamadas separadas.

Fue ese instante en el que, por primera vez, ambos comprendieron que sus sentimientos eran mutuos. Ya no necesitaban buscarse con la mirada ni esperar a ver si el otro hacía lo mismo. Ya no había dudas; su amor era real.

Desde entonces fueron construyendo una relación, hasta el día de hoy. Ella abandonó antes el centro y él se quedó con un vacío enorme. Por lo que cuando Víctor también recibió el alta, no dudó en irse directamente hasta la casa de Mentxu, en Soria. Ahora mantienen su relación a distancia, pero se ven siempre que pueden. "Acaba de irse de aquí, ha estado conmigo casi 20 días”, comenta ella, relatando emocionada su última escapada a Peñíscola.

El ictus les cambió la vida, llevándose consigo muchas cosas por el camino, pero también les regaló una nueva oportunidad de amar y de encontrar un compañero con el que poder refugiarse y hablar en el mismo código. “Cuando menos me lo esperaba, llegó lo mejor de mi vida”, concluye Víctor.

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