Jaime apenas tenía seis años cuando le detectaron un tumor cerebral. Él no entendía lo que significaban esas dos palabras. Sus padres sí. Y tras el diagnóstico, ambos hicieron todo lo posible para ayudarle a sobrellevar su nueva realidad.
Su vida había pasado de la noche a la mañana a sucederse entre las paredes blancas de un hospital. Y su sueño, el de un niño que no entendía qué había pasado para dejar de ser como los demás, era salir al exterior. Pero no de cualquier manera. Se imaginaba a sí mismo surcando los mares a bordo de un barco pirata. El buque "más grande del mundo mundial". Y meses más tarde, esa idea que solo existía en su cabeza se hizo realidad.
Cuando vio a toda una tripulación esperándole en fila, uniformada, en el puerto de Motril (Granada), Jaime se quedó sin aliento. No se lo esperaba. Todos le recibieron como si fuera el capitán general antes que pusiese un pie en el portaaviones de la Armada Española. Y aunque esto pareciese fruto de la magia, quien se encargó de cumplirlo fue la Fundación Pequeño Deseo.
Al frente de ella se encuentra su directora (y también 'capitana') general Cristina Cuadrado, que todavía se emociona al recordar el brillo en los ojos de Jaime cuando accedió al puente de mando del buque Juan Carlos I. "Cuando llegó no se lo esperaba. Fue un momento muy especial", nos cuenta.
El de Jaime fue uno de los casi 7.000 deseos que ha hecho realidad esta organización sin ánimo de lucro dedicada a cumplir los sueños de niños con enfermedades crónicas o de mal pronóstico en España. Cuadrado tampoco se olvida de Aitana, una niña con sarcoma de Ewing que se convirtió en princesa. Ni de Raúl, un pequeño trasplantado de riñón que formó parte del equipo del Córdoba CF por un día. Tampoco de Alejandro, que con nueve años, después de que le detectasen leucemia, demostró ser un estupendo agricultor.
La Fundación Pequeño Deseo nació en el año 2000 después de que Iñaki Orive, su actual presidente, colaborase como voluntario en una organización similar en Estados Unidos. Ahí se percató del enorme valor del apoyo emocional en el abordaje de una enfermedad en la infancia. Y decidió replicarlo en España. Desde entonces, tras casi 25 años de intenso trabajo, casos como el del pequeño Jaime les han demostrado que este tipo de experiencias son "un complemento al tratamiento médico" a la hora de ayudarles a sobrellevar su enfermedad.
"Está demostrado científicamente que cumplir un deseo a los niños enfermos genera emociones positivas que mejoran su bienestar y su estado físico, con efectos que perduran más de seis meses", añade Cuadrado, orgullosa de la labor de todo su equipo. Además del impacto puntual, de lo que más satisfechos se sienten es de haber comprobado que las emociones perduran en el tiempo. Algunos, de hecho, al alcanzar la mayoría de edad, se han llegado a tatuar el número de su deseo como muestra de que no lo olvidarán jamás.
Unos les pedían ser policías, bomberos o magos. Otros, tener un perrito, conocer a su artista favorito o viajar a ese destino en el que jamás se imaginaron estar. "Hemos ido a la Laponia a la casa de Papá Noel, e incluso a ver el mar, que es algo a lo que, aunque parezca una cosa más sencilla, no todo el mundo tiene acceso", apunta la directora general de la fundación en una entrevista para la web de Informativos Telecinco.
Pero claro, cumplir de media más de un deseo al día no es tarea fácil. Con ellos trabajan más de 35 hospitales pediátricos en España y profesionales de la salud, claves para identificar a los niños que más lo necesitan. "A partir de ahí, nos presentan a los padres para que decidan si quieren que trabajemos con su hijo. Una vez que nos dan la autorización, un equipo de psicólogas se reúnen durante varias ocasiones con el niño para invitarle a soñar, dejar volar su imaginación y así conocer cuál es su sueño", explica. “Finalmente, el deseo se hace realidad, siempre con el consentimiento final del médico”.
Lo que empezó en el verano del 2000 con siete deseos cumplidos ha crecido hasta alcanzar los 500 al año. Ahora, con su nueva campaña 'La película que no existe', Pequeño Deseo quiere dar visibilidad al impacto positivo de los deseos a través de dos cortometrajes y poder llegar a un mayor número de suscriptores, y por tanto, de niños.
Se trata de 'Alma de fuego', que cuenta la historia de un pequeño héroe que, desde su habitación de hospital, imagina que apaga incendios gigantescos con mucha fuerza y una gran valentía; y de 'Baby Rockstar', que muestra el sueño de una niña de convertirse en una estrella del rock, subirse a un escenario y hacer vibrar al mundo con su batería.
“Una pequeña aportación mensual puede hacer que la vida de un niño en el hospital sea más llevadera y positiva”, comenta Cuadrado. Además, este pequeño impulso también llega a sus padres, quienes sufren enormemente durante el proceso.
"Para ellos, lo más importante es ver sonreír a su hijo", señala. Cristina, tras casi 25 años liderando la Fundación, considera su labor diaria un auténtico regalo. Y en su caso, aunque también sea difícil de cumplir, también tiene un pequeño (gran) deseo. "El mío", confiesa, "es que ningún niño tuviera que pasar por un hospital".
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