En mayo de 2011, María Ferrer supo que tenía cáncer de mama. Sin sospechas previas ni síntomas, una mamografía de control realizada por la Comunidad de Madrid desveló un tumor en su mama izquierda. A partir de ese momento, tuvo que someterse a una cirugía, a varias sesiones de radioterapia y a una terapia hormonal durante los cinco años posteriores para ayudar a reducir el riesgo de que el cáncer regresara.
Han pasado más de 13 años desde el diagnóstico, sin embargo, el temor a volver a pasar por lo mismo nunca se ha ido. "El miedo que aparece cuando te diagnostican un cáncer no desaparece cuando el proceso se termina", reconoce María durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco.
Paloma Romero Martín, psicooncóloga de la Asociación Contra el Cáncer, explica que el miedo a la recaída se produce en casi un 70% de los supervivientes a un cáncer de mama. Este suele intensificarse cuando llega el final del tratamiento y los pacientes pasan de visitas frecuentes al hospital a revisiones más espaciadas. "Se experimenta una sensación de pérdida de control, y florece el miedo a la recurrencia de la enfermedad".
Así lo sintió Marta Castillo, quien también fue diagnosticada en una revisión rutinaria. Su tratamiento, que incluyó quimioterapia y radioterapia, duró 10 meses en los que veía a médicos todas las semanas. Cuando su oncólogo le anunció que las revisiones serían más espaciadas, experimentó un profundo vértigo y miedo. Sentía que si el cáncer volvía aparecer, los profesionales no se iban a dar cuenta.
Estos temores también afloran cuando se acerca el momento de una revisión. En el caso de María, al principio eran cada tres meses, después cada seis y luego cada año. Hasta ahora las noticias siempre han sido buenas, pero reconoce que "los segundos que pasan desde que pincho el informe en el móvil hasta que veo los resultados, son tensos. Es una intranquilidad que nunca he perdido". Marta comparte una experiencia similar: “Hace cinco años de mi diagnóstico, y aunque el miedo ha disminuido un poco, la noche previa a la revisión sigue siendo muy difícil”, confiesa.
La psicooncóloga expone que el miedo es un rasgo esencial de ser humano, que "nos ayuda a protegernos y saber reaccionar en ciertos momentos". Por ejemplo, María hace un año notó un bulto en la misma mama en la que había tenido el tumor. "Me fui corriendo al médico, estaba preocupada. Afortunadamente se trataba de un bulto de grasa, una lesión dermatológica", relata.
Y aunque esta emoción que se debe normalizar y saber que puede aparecer, "si en algún momento comienza a interferir significativamente en la vida diaria, es crucial que busquen apoyo profesional", añade Romero. La Asociación Contra el Cáncer, por ejemplo, ofrece un servicio gratuito los 365 días del año para agendar citas con psicólogos.
Las manifestaciones que pueden mostrar una pérdida de control son la hipervigilancia extrema, detectando cualquier cambio en el cuerpo como una posible señal de recaída. Acudir con mucha frecuenta al médico o al revés, evitar las revisiones por temor a recibir malas noticias.
Romero recomienda establecer una rutina que permita mantener la mente ocupada y evitar pensamientos intrusivos, aunque sin caer en la sobrecarga. También sugiere técnicas de relajación o meditación y destaca la importancia de distinguir entre los datos reales y las fantasías que nos llevan a pensar en escenarios negativos. "El miedo a la recaída es normal y persistente; no se trata de eliminarlo, sino de aprender a manejarlo", indica.
María tendrá su próximo control en febrero, y aunque reconoce que volverá a sentir algo de nerviosismo, ha aprendido a sobrellevarlo. “Me di cuenta de que el miedo me bloqueaba, y vivir mola mucho".
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