Cada 15 minutos una mujer se entera de que tiene cáncer de mama en España. Se diagnostican 36.000 casos al año. Encarar esta noticia es duro y convivir con la enfermedad no es tarea fácil. El 80% de las pacientes la supera, pero tras los tratamientos y las intervenciones quirúrgicas todavía quedan muchos caminos por recorrer, uno de ellos el duelo corporal. Asomarse al espejo puede volverse todo un reto durante las sesiones de quimioterapia y tras reconciliarse con el reflejo, en muchas ocasiones, las personas descubren que ya no son las mismas. “Tengo el pecho de una chica de 15, la cabeza de una mujer de 70 y los huesos de una señora de 80”, cuenta Clara González, bióloga de 44 años.
Fue diagnosticada en el 2021. Su tumor era muy agresivo. Durante seis meses recibió quimioterapia combinada con inyecciones en la médula ósea. “Tenía que generar glóbulos blancos para no quedarme inmunodeprimida”, cuenta. Posteriormente, se sometió a una doble mastectomía. En la misma intervención le realizaron la reconstrucción mamaria. “Al sacar el tejido, a la piel le costó adherirse a la prótesis”, detalla.
Cuando le empezó a caer el pelo, a consecuencia del tratamiento, fue incapaz de ponerse delante del espejo: “Mientras me rapaban, me tapé los ojos con las manos. Cuando las abrí un poco, me eché a llorar y le dije a la peluquera que me pusiera la peluca, no quería volver a verme”. Tardó 15 días en ser capaz de hacerlo, pero enseguida perdió las pestañas y las cejas, su piel se volvió grisácea, sus uñas se debilitaron, su boca se inundó de aftas y el estreñimiento y las diarreas la acompañaron en su día a día. “Estaba fatigada, sentía que me deshacía a pedazos. Pasé de ser un esqueleto a tener mucha hinchazón cuando me ponían cortisona. Fui todos los personajes de Disney”, cuenta.
Ana Monroy, psicóloga en la Asociación Española contra el Cáncer, explica que el proceso oncológico no finaliza cuando acaba el tratamiento activo, en la fase de supervivencia siguen pasando muchas cosas. “Ahora no tengo cintura, engordo con mucha más facilidad que antes, comiendo lo mismo, me duelen las articulaciones como a una abuela y tengo sofocos”, relata González. Recibe una terapia hormonal que le ha provocado una menopausia precoz con todas las alteraciones físicas que conlleva. “Esta es la parte silenciosa de la enfermedad, la que no se ve, de la que nadie habla”, aclara.
El estudio Calidad de vida y necesidades en supervivientes de cáncer de mama, presentado esta semana por la Asociación Española contra el Cáncer, revela que más de la mitad de las mujeres que han sufrido esta enfermedad se muestran preocupadas por su imagen corporal y su apariencia. Además, reportan problemas sexuales y casi todas manifiestan dolor en las articulaciones y debilidad muscular. Las dificultades cognitivas que impiden la concentración y merman la capacidad memorística también están muy presentes.
La función de Monroy es acompañar a las mujeres en las necesidades que vayan teniendo: “La imagen que les devuelve el espejo no es la misma con la que se llevan identificando toda la vida”. Las abraza en el proceso de aceptación, pero también arropa a sus familiares: "Para cuidar hay que poder cuidarse” . La transformación del cuerpo de González iba acompasada con el cambio de su mentalidad: “Me sentía ridícula con la ropa que me ponía antes de ser diagnosticada y los hombres no me interesaban ni lo más mínimo”.
Los problemas sexuales son la secuela escondida del cáncer de mama, el deseo merma: “Se pierde la chispa y la espontaneidad, te cuesta disfrutar del sexo porque no hay lubricación y la penetración es muy dolorosa”, confiesa. Los tratamientos de quimioterapia pueden producir náuseas, diarreas, cansancio y malestar general. Esto ya es un motivo para que disminuya el apetito sexual, pero, además, según explica Elías López, oncólogo y radioterapeuta, en el subtipo de tumor luminal, el que padece el 70% de las mujeres que sufren cáncer de mama, se aplican terapias que disminuyen la producción de hormonas. En consecuencia, la falta de libido puede aparecer y la atrofia y la sequedad vaginal también.
El especialista reclama más psicooncólogos en el sistema nacional público de salud. En muchas ocasiones este sostén es brindado por entidades sin ánimo de lucro. Con la evolución del diagnóstico y de las terapias González ha ido descubriendo muchos cambios de los que nunca había oído hablar. “El proceso oncológico es tan largo que los médicos dosifican la información. Si me explicasen todo el primer día, quizá me hubiese ido por la puerta”, explica.
Considera que la segunda parte del proceso es muy traicionero porque todo el mundo piensa que ella ya está bien, aunque no siempre sea así. “Te lanzan a la calle, pero cada parte de tu cuerpo tiene una edad y hay que asimilarlo”. Insiste en que está libre de enfermedad, pero no cuenta con el alta médica. Sigue encontrándose, todavía no ha aceptado su cuerpo, pero con ayuda psicológica ya se siente un poco más joven que el año pasado.
“No vuelven a ser la mismas porque han pasado por un evento vital estresante que ha marcado sus vidas. Además de la cicatriz que puede dejar la cirugía, tienen una huella emocional", explica Monroy tras aclarar que muchas veces la fase de supervivencia es un momento donde las mujeres conectan con todo el impacto que ha conllevado el proceso oncológico. Por ello, puede ser cuando peor se encuentren anímicamente. Ese es el caso de González, que no deja de sentirse muy afortunada por poder contar su historia: "Aceptaba que me pitaran el final del partido, pero tengo tres hijos y no quería dejarlos solos".
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