Apenas comenzaba el 2016, en plena Navidad, cuando aparecieron bajo el árbol los primeros regalos de Olalla. Aunque aún no había llegado al mundo, su madre, Chiqui Reina, su padre y hermanos la esperaban con ansias.
Fue en febrero, ya cerca del quinto mes de gestación, cuando los médicos detectaron que algo no marchaba bien. La niña no estaba creciendo como debía y la madre presentaba una tensión arterial peligrosamente alta, lo que levantó las alarmas de una posible preeclampsia. Una complicación del embarazo que puede surgir a partir de la semana 20 y que, en los casos más graves, puede poner en riesgo la vida tanto de la madre como del bebé.
Cuando este trastorno se presenta, suele ser necesario adelantar el parto. Sin embargo, en el caso de Olalla, la enfermedad apareció demasiado pronto, y la noticia llegó de manera devastadora: sola en una consulta le informaron que su hija no podría sobrevivir. “Me sentí desamparada”, recuerda durante una entrevista a la web de Informativos Telecinco.
El 11 de febrero, a Chiqui le indujeron un sueño profundo para realizar una cesárea y extraer el cuerpo de su bebé. Cuando despertó, Olalla ya no estaba. “Me recomendaron no verla por su pequeño tamaño. Ahora sé que fue un error”, confiesa con pesar.
El shock fue abrumador. Chiqui regresó a casa sin su hija, rompiendo con la imagen que siempre había tenido del final de un embarazo, como había sucedido con sus dos hijos anteriores. “Entré embarazada al hospital y salí sin nada. Al llegar a casa, te invade una sensación de vacío total”, relata. Allí, la esperaban sus otros dos hijos, de 10 y 7 años, a quienes tuvo que explicar que Olalla había fallecido.
Chiqui se vio atrapada en una dualidad: por un lado, sentía la necesidad de aparentar estar bien para no preocupar a sus hijos y apoyarlos en su propio duelo, pero, por otro, el dolor de haber perdido a su tercera hija era insoportable.
Al día siguiente, se preguntó qué había sucedido con el cuerpo de su bebé. "Menos mal que caí y pregunté en el hospital, porque nadie me había informado. Pude recuperar sus cenizas. Fue mi única despedida", relata.
Uno de los mayores remordimientos de Chiqui ha sido no haber podido despedirse de su bebé. “Me dejé guiar por los profesionales en ese momento, pero con el tiempo me di cuenta de que no fue la opción correcta”, admite. Durante los meses siguientes, ese pensamiento la atormentaba constantemente.
Chiqui atravesó el duelo junto al padre de Olalla, quien también sufría la pérdida. Al mes, decidió volver al trabajo, pensando que estaba preparada, pero pronto se dio cuenta de que su mente seguía en otro lugar. “Me costaba mucho hablar del tema. Fue entonces cuando comencé a acudir a una psicóloga”.
Durante las sesiones de terapia, la profesional le sugirió hacer algunos cambios que le ayudarían a procesar el duelo: darle un nombre a su hija para honrar su lugar en la familia y crear una caja de recuerdos con los objetos que habían comprado para ella, incluidos los regalos de Navidad. “Es lo poquito que te queda de ella”, comenta con nostalgia.
Sus dos embarazos anteriores habían transcurrido sin complicaciones, y Chiqui nunca imaginó que algo así podría ocurrirle. “Vemos el embarazo muy alejado de la muerte. Después de los tres primeros meses, pensamos que el riesgo ha pasado, pero la realidad es que siempre puede suceder”, reflexiona.
Para mantener presente la memoria de su hija a lo largo de los años, celebran su cumpleaños, con una tarta y unas velas. Ocho fotos guardadas en sus galerías honran la memoria de Olalla. Y es que tenerla presente y no actuar como si nada hubiera pasado ha sido fundamental para que la familia pueda sobrellevar el duelo.
A los familiares de quienes atraviesan un duelo perinatal, Chiqui les aconseja no apresurarse a “pasar página”. “Es importante que los allegados reconozcan que al bebé. El acompañamiento es esencial, aunque a veces sea difícil saber cómo actuar. Deben entender que nosotras ya no volvemos a ser las mismas y que necesitamos tiempo”, explica.
Saber que su caso no era único también le trajo consuelo. Al año siguiente, junto a otra madre que había vivido una pérdida similar, fundó la asociación “Hay un lugar”. A lo largo de los años, han sido testigo de algunos avances, pero reconoce que “todavía hay muchas cosas por mejorar”.
La Federación Española de Duelo gestacional, perinatal y neonatal, entre otras cosas, solicitan la estandarización de protocolos a nivel nacional. Piden que se ofrezca información actualizada a las familias, facilitando que puedan conocer a su bebé, tomarle fotografías y crear una caja de recuerdos. Además, exigen el derecho de las familias a disponer del cuerpo del bebé y una formación específica para los sanitarios, así como la posibilidad de inscribir legalmente a todos los bebés fallecidos, sin importar el tiempo de gestación.
Ocho años después, el mayor aprendizaje de Chiqui ha sido vivir su duelo y darle a Olalla el lugar que merece. “Atravesar el dolor es lo que te permite sanar y seguir adelante”, concluye.
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