Cuando el mundo se detuvo con la llegada del COVID, para Jesús Linares, psicólogo especializado en emergencias, el sufrimiento se multiplicó. La pandemia lo encontró en una UCI, rodeado de pacientes que oscilaban entre la vida y la muerte. Además, el Ministerio de Sanidad lanzó un teléfono de atención psicológica 24 horas a nivel estatal, del que fue jefe de sala, así como uno de los coordinadores del dispositivo de atención psicológica que puso en marcha la Comunidad de Madrid.
Se realizaron más de 25 mil intervenciones psicológicas en crisis. Cada día, durante horas, descolgaba el teléfono para escuchar historias de dolor. Una mujer que no podía huir del maltrato de su pareja, una madre desesperada porque su hijo, que solía consumir marihuana, ahora no podía hacerlo por el encierro y se volvió violento. Una persona en situación de ERTE con muchos problemas económicos, y que, apoyado en su ventana no veía otra solución a parar su sufrimiento…Y así, una llamada tras otra.
"Llega un momento en que te agotas mentalmente", confiesa Linares. Y aunque la pandemia acentuó ese desgaste, no fue un hecho aislado, ya que su profesión le mantiene en contacto directo y continuo con el sufrimiento humano.
Aún recuerda uno de los momentos que le marcaron al inicio de su carrera: atender a la madre de un joven que, tras un accidente de tráfico, iba a quedar tetrapléjico. “Caminaba por el pasillo del hospital atendiendo a unos y otros familiares, cuando una compañera me apartó a un despacho y me dijo: ‘Jesús, ¿estás llorando?’. Me toqué la cara y ni siquiera me había dado cuenta de que las lágrimas caían”, relata. “Estaba demasiado concentrado en mi trabajo para escucharme, fue una de mis primeras valiosas lecciones”.
Como psicólogo especializado en urgencias y emergencias convive permanentemente con el dolor. Ha lidiado con situaciones críticas como suicidios y agresiones sexuales, trabajado en áreas oncológicas y participado en proyectos de atención en crisis, como en Gaza, Siria o Guinea. Ahora está inmerso en otro, desarrollando en la Universidad Europea de Madrid, para reducir el impacto emocional que afrontan los veterinarios, un colectivo que no ha recibido formación específica para gestionar el estrés que conlleva su labor. .
Hoy, Día Mundial de la Salud Mental, nos preguntamos: ¿Quién cuida de los que cuidan nuestras emociones? Y es que, aunque sean especialistas en entender el comportamiento, no son inmunes ni impermeables, de hecho su salud mental "está muy expuesta".
"Parece que por el hecho de tener las herramientas, no podemos vernos afectados. Evidentemente tenemos ventajas para gestionar ciertas cosas, pero sufrimos igual que el resto", afirma Jesús Linares, quien también dirige el máster oficial en intervención psicológica en situaciones de crisis, catástrofes y emergencias en la Universidad Europea de Madrid.
"¿Te imaginas que por ser oncólogo estuvieras exento de tener cáncer?", reflexiona Linares, y reconoce que, a veces a los profesionales de la psicología les cuesta asumir individualmente que no pueden con todo. "Parece que nos pone en una situación de debilidad y hay algunas reticencias". Explica que entre los psicólogos, es común compartir cómo se sienten, pero también existe la "ilusión de control" por sus conocimientos. "Llegamos al extremo y cuando acudimos al un profesional realmente ya hay una sintomatología muy evidente cómo problemas de sueño o incluso síntomas psicosomáticos".
En su caso tiene su psicólogo de referencia, al que acude cuando siente que hay algunas cuestiones que resolver. Por ejemplo, le resultaba doloroso atender a parejas en terapia, ya que le recordaba su propia historia de vida tras romper con su expareja después de 13 años. Lo que le ha llevado a poner límites y tener que dejar de atender a este tipo de problemáticas durante algún tiempo. Y es que para Linares, esto es un aspecto fundamental en el cuidado de la salud mental. Además de estar muy formado y saber reconocer cuando necesita ayuda de otro profesional.
"A veces te llevas las preocupaciones a casa y hasta te sientes mal por quejarte al vivir rodeado de problemas más graves”, añade Linares. “Pero claro que tenemos derecho”. A menudo, la sociedad asume que, al ser su trabajo, no les afecta. Sin embargo, el contacto constante con el sufrimiento es un factor de riesgo. “Al final, somos tan humanos como cualquier otro. Y como me recuerda siempre una compañera: ‘Cuídate, tus pacientes lo necesitan’”.
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