La DISFAM define la dislexia como "un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico, que se da en niños que no presentan ningún hándicap físico, psíquico ni sociocultural y cuyo origen (desconocido) parece derivar de una alteración del neurodesarrollo".
Según el CIE-10 (Clasificación Internacional de las Enfermedades), las personas con dislexia manifiestan dificultades para recitar el alfabeto, denominar letras, realizar rimas simples y para analizar o clasificar los sonidos., por lo que ésta es una dificultad del aprendizaje que, si bien no se puede catalogar en casos idénticos, va mucho más allá de confundir el orden de las letras o la derecha con la izquierda, como se suele decir coloquialmente.
"La dislexia es mucho más que eso, afecta a la memoria a corto plazo, a la planificación... y no tiene nada que ver ni con la inteligencia ni con las ganas de aprender del niño o del adulto no diagnosticado. De hecho, Steven Spielberg no se dio cuenta de que era disléxico hasta que fue abuelo y, al ser detectado el trastorno a su nieto, habló por fin de lo mucho que le costaba leer y lo mal que lo pasaba", cuenta Araceli Salas, fundadora de DISFAM, en una entrevista para Informativos Telecinco web.
Ella tiene discalculia, otra dificultad del aprendizaje (llamadas DEA) que se considera "prima hermana" de la dislexia, al igual que la disgrafía y la disortografía. Los cuatro, sin embargo, son "trastornos independientes" que obstaculizan la comprensión y pueden darse a la vez en el mismo individuo y que la asociación, además de la dislexia, define de la siguiente forma:
Para Araceli es importante destacar que "los niños con DEA no son en absoluto niños vagos". "Es una etiqueta que duele muchísimo", recuerda, e insiste en la necesidad de que a la diversidad en los centros educativos sea total y verdadera, así como la formación de los docentes en este tipo de trastornos, pues a pesar de visibilidad de sus síntomas (que se deben tener en cuenta a partir de los 5 años y no antes), siguen siendo unos grandes desconocidos:
"Los colegios no pueden hablar de diversidad real cuando a los niños se les pide que estudien siempre de la misma manera. Los alumnos con este tipo de dificultades necesitan otras herramientas en el aula, como un software lector que te ayude a leer, el uso de audiolibros y podcast, para aprender escuchando cuando la lectura crea confusión, un ordenador para que las personas con disgrafía no distorsionen el trazo, o un simple corrector de ortografía o una calculadora. Y, en nuestro caso, el uso de las tecnologías no es para nada un favor ni una expresión de la pereza, sino que es nuestra forma de aprender. No tenemos otra".
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