Así es el día a día de una persona con diabetes tipo 1: "Para hablar de una cura hace falta más tiempo"

La principal diferencia entre la diabetes tipo 1 y la 2 está en la producción natural de insulina. La compañía Ascensia Diabates Care define la primera como una patología en la que "el propio sistema inmunitario del paciente produce una destrucción de las células beta del páncreas", lo que origina una deficiencia total de insulina. En el caso de la segunda, las personas afectadas sí pueden producir insulina, pero no en las cantidades exactas que el organismo necesita para su adecuado funcionamiento. Coloquialmente hablando, es como si las personas que padecen diabetes tipo 1 no tuvieran la llave de la puerta y, las que padecen la de tipo 2, tuvieran una llave incorrecta.

Ambas son enfermedades crónicas que, aunque tienen tratamiento, no tienen cura. Al menos, hasta ahora. Por primera vez en la historia, una mujer de 25 años con diabetes tipo 1 ha sido tratada con células autólogas, pudiendo producir su propia insulina. Este hito médico resulta esperanzador para los pacientes de dicha enfermedad, como Aída Gámez, una joven que da visibilidad a la diabetes tipo 1 en sus redes sociales, donde cuenta cómo es el día a día con una patología en la que hay que tener un férreo control sobre las subidas y bajadas de los niveles de glucosa en sangre.

"He aprendido a vivir con alarmas"

En una entrevista con la redacción digital de Informativos Telecinco, Aída ha reaccionado a la noticia del trasplante celular con una emoción dividida: "Es cierto que me da esperanza, pero también mantengo los pies en la tierra y soy realista. La chica que se ha curado lleva un año con una glicada 5, un muy buen control de su insulina, pero habría que esperar a que ocurra lo mismo con otros pacientes", ha dicho, consciente de que tiene una enfermedad crónica - que, aunque afortunadamente se investiga, no le va a desaparecer de la noche al día.

De hecho, está tan habituada a levantarse y pensar en sus niveles, en lo que va a tomar de desayuno, o en lo que hará durante el día, que le cuesta pensar en una vida sin diabetes: "No puedo ni imaginar cómo sería mi mundo. Podría comer lo que quisiera, o salir a correr sin preocupaciones y sin hacerlo todo con una organización previa. Sería una fantasía".

Además de contar y pesar los hidratos de carbono que van a consumir en el día, las personas con diabetes tipo 1 tienen dos formas de regular sus niveles de glucosa: por medio de inyecciones de insulina (a las que llaman 'bolis' porque tienen la apariencia de un bolígrafo) o por medio de los sistemas de infusión, más conocidos como 'bombas de insulina'. Aída utiliza este segundo sistema, que le ayuda a evitar las hipoglucemias e hiperglucemias, si bien no es un mecanismo "ni milagroso, ni fácil de manejar".

A través de su cuenta de Instagram, nos damos cuenta de todos los factores que intervienen en la toma de decisiones para intentar mantener los niveles "en rango": cuál va a ser su actividad durante el día, cuándo va a poder parar para comer, qué va a comer y también otros no tan predecibles como el estado de ánimo en el que se encuentra, o, en el caso de las mujeres, si se tiene o no la regla.

Aída ha aprendido a "vivir con alarmas" ya que, además de la bomba de insulina, también lleva adherido a su cuerpo un sensor que le avisa cuando sus niveles descienden para poder actuar a tiempo. Y, por mucho que la gente se lo diga, no se ha acostumbrado a tener la enfermedad. "Nadie se acostumbra a estar enfermo o al dolor. Te adaptas a ello, lo mecanizas", ha dicho, recordando que, como en todo, en la diabetes "hay buenos y malos días". "Lo más importante es tener una relación sana con la diabetes. Y también un amplio conocimiento diabetológico para saber lo que tienes que hacer, pues hay que tomar decisiones durante todo el día", ha concluido.

El estudio que le concierne se basa en la utilización de células madre pluripotentes inducidas (iPS) reprogramadas a partir de células del propio paciente, una técnica basada en el premio Nobel de Medicina Shinya Yamanaka en la Universidad de Kioto. Aunque la operación ha sido todo un éxito, todavía tiene que ser evaluada en varios individuos. De momento, hay otros dos pacientes en seguimiento que también recibieron sus propias células reprogramadas. Y, aunque como dice Aída, "hay que ser realistas", éste es un gran avance para el hallazgo de una posible cura.

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